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Tormenta de antaño

Capítulo 24 (Parte II): Papá

Me miré al espejo con las alas extendidas, aun no me acostumbraba a esto.

Aplasté mi cara entre mis manos y gruñí, dando un grito de frustración.

¿Qué demonios haría ahora?

No podía simplemente ir allá y decirle que lo extrañaba con cada partícula de mi ser y besarle de manera descontrolada de forma repentina, como si nada hubiese pasado. Alcé una de mis manos y tomé mi ala izquierda, palpándola, era suave, delicadas, negras y enormes. Cerré los ojos y suspiré, adentrándome en mis pensamientos, en mis preguntas.

Si yo era Tod, ¿por qué no tenía las alas blancas igual a ella?

Si era la reencarnación de un ángel, ¿eso significaba que los ángeles podían morir?

¿Cuál era la delgada línea que trazaba entre ser un ángel y un demonio?

¿Que tenían que ver los guardianes en todo esto?

Y Jinx....

¿Qué era él?

¿Que tenía que ver con el mito de la guardiana, la reencarnación y la muerte de Kuolema?

Gruñí, de nuevo, en un grito, aceptando mi derrota. Ser hija de mi madre estaba haciendo que esto me diera justo en el orgullo. Ser hija de mi padre me estaba lanzando directamente hacia la humildad.

Tenía otro pequeño asunto que me inquietaba en toda esta marea de cosas inexplicables, ¿dejaba yo de ser hija de mis padres realmente siendo la reencarnación de un ángel?

Porque si una cosa tenía segura era lo orgullosa que estaba de mi familia, de mis raíces, de la persona que ellos hicieron de mí.

¿Dónde quedaba todo ahora?

―Cariño, ―su voz me arrancó de mis pensamientos, visualicé cómo mis alas se hicieron invisibles en el momento que volteé a verlo, aunque sabía que él no podía verlas.

―Papi ―chillé, si, justo así cómo lo haría una niña pequeña.

Y cómo una infante corrí hasta él y eché mis brazos alrededor de mi cuello y me colgué de él sin importar que ya no tuviera el tamaño o el peso para ello.

O papá la misma fuerza que antes.

Pero Georg Lissen seguía siendo un hombre fuerte, aunque cada vez mas viejo.

―Estás aquí. ―Papá encontró la manera de alzarme, cómo lo hacía cuando yo tenía siete años.

―Tengo que confesarte algo, ―le miré con ojos de perrito, él me lanzó aquella mirada paternal y de sentencia que decía con letras de neón: “¿Que hiciste ahora?”. Aunque podía ver una sonrisa intentar escaparse de la comisura derecha de su boca―. Me expulsaron de la universidad.

― ¿Qué? ―abrió los ojos con sorpresa, yo sonreí como lo haría alguien cuando a sido atrapada e intenta disimularlo.

―Sorpresa, ―hice manos de jazz, él solo frunció el ceño, mostrándome una mirada sarcástica en el proceso.

―Dios, ¿qué haremos contigo? ―exhaló, envolviéndome en sus brazos, abrazándome fuerte.

―Quiero entrar al negocio familiar, realmente me gusta lo que hacemos ―dije, aun perdida entre sus brazos, amaba ese lugar.

―Lo que quieras mi princesa gótica, lo importante es que hagas lo que diga tu corazón, ―sobó mi espalda, y mi corazón se encogió.

Él sabía lo que quería en ese instante, me lo estaba diciendo.copy right hot novel pub

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