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Tormenta de antaño

Capítulo 26: Dulce y viejo hogar.

Las llaves tintinearon cuando las introduje en el cerrojo. No podía creer que regresara para quedarme.

La puerta quejó cuando la empujé, rechinidos, crujidos.

¡Oh, Dios! ¡Sonaba hermoso!

Respiré hondo sin importar que oliera a todo menos a mi hogar en el antaño. De hecho, el aroma de ellos, de nosotros, aun se conservaba debajo del moho y el polvo. También de las telas de araña.

Mi casa, el lugar dónde aprendí a caminar, a ir al baño, a leer como una niña normal, no como una sobre natural.

Me fui de allí siendo una pequeña niña, regresaba como adulta.

¿Cuándo pasó el tiempo tan rápido?

Giré sobre mi lugar mirando a mis espaldas, había un camión de mudanzas aparcado frente a la casa.

Todos mis nuevos amigos estaban allí, excepto Adam, porque alguien debía quedarse a cuidar el bar y él definitivamente amaba su lugar en la caja registradora. Akram y Jacques estaban dentro del camión, lanzando cajas Cid y Jinx, que las apilaban sobre la acera dónde se suponía Ángeles, Evie y yo las introduciríamos dentro.

Evie gritaba cada vez que Akram lanzaba una caja sin cuidado, Ángeles intentaba dirigir la operación.

¿Y yo?

Yo solo apreciaba lo hermosa que era mi vida ahora mismo.

―Tú, ―una voz del otro lado de la barda del jardín llamó por mi atención.

Sonreí hacia él. Mi adorado vecino también continuaba allí.

Él parecía estar poco cuerdo, sus cabellos electrificados y sus ojos llenos de locura.

― ¿Que le parece? ¡Regresé! ―anuncié.

El hombre procedió a gritar, realmente gritar, salió corriendo de allí, subió a su porche e ingresó a su casa cerrando las puertas y ventanas con bastante escándalo.

― ¿Que rayos sucede con él? ―preguntó Evie, prácticamente arrastrando la primera caja.

―Creo que perdió su cordura.

― ¿Cual es el plan? ―preguntó Ángeles, uniéndose a nosotras junto a la puerta.

―Muy bien, bienvenidas a casa ―ingresé y dejé que ellas ingresaran detrás.

―Sería perfecto si no quedara a una hora de la universidad ―reprochó Ángeles.

Yo volteé a verla, asesinándola con la mirada.

―Ve a probar suerte con tu propio departamento entonces, ―señalé hacia fuera.

― ¿Quién crees que soy? ¿La princesa de Costa Rica? Mi país ni siquiera tiene realeza, a duras penas y tenemos presidente ―espetó ella.

―En mi opinión, es hermoso, ―apoyó Evie con una gran sonrisa, eso ganó un abrazo de mi parte.

―La habitación del fondo con las paredes negras es la mía―anuncié―.copy right hot novel pub

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