Llegué al campus alrededor de medio día. De nuevo, estaba incomunicada, había olvidado mi teléfono celular la noche anterior. Así que Ángeles ya podía haber concluido cualquier cosas
Y yo estaba casi segura de la teoría que me esperaba.
Repiqueteé la lata con los preservativos que mamá me había dado.
Dios mío, ¿en que estaba pensando?
Esperé tener señales de Ángeles desde una de las mesas de jardín en los patios principales.
Había decenas de estudiantes yendo de acá para allá, pero ella se haría notar.
Entre tantos rubios y blancos numero uno. Una negra de cabello negro extra-largo no se te pasaría de largo. La vi salir del edificio de medicina, seguro había estado buscándome. Edrei le seguía por detrás.
No era que él la siguiera a todas partes, según me había dado a entender Ángeles. Es solo que Edrei había encontrado una razón para seguirla desde que, por supuesto, yo llegué a su vida.
Bufé.
Esperaba que no por mucho tiempo más.
― ¡Mira eso! ―Ángeles chilló con los brazos abiertos en mi dirección desde una distancia considerable― ¡Tú! ¡Chica callejera! ―Me señaló.
Cuando llegó a mi lado echó los brazos a mi alrededor, aplastándome intencionalmente.
―Tan sólo mírala ―prosiguió, jalando mis mejillas como lo hacía la abuela―. Con la misma ropa de hace dos noches, te gusta andar en pijamas, ¿verdad lindura?
―Toma―le di la lata de los condones, Ángeles de inmediato la abrió, miró el contenido para luego mirarme con boquiabierta de manera exagerada.
―Tuviste una buena noche. ―Me miró con una ceja en alto y yo reí, negando cabizbaja― Sabía que no tenía que preocuparme cuando me desperté y supe que no regresaste en toda la noche. Tu realmente salvaste la vida de un hombre.
―Espera… ¿No volviste a la residencia anoche? ―preguntó Edrei, que hasta ese momento se hallaba perdido entre sus apuntes.
Ángeles le lanzó la lata; él tuvo problemas para apañar con una sola mano entre todas sus carpetas y libretas.
Cuando se dio cuenta de su contenido frunció el ceño.
―Dime, ¿es tan bueno como se ve? ―preguntó Ángeles, haciéndome sonrojar.
Si, con o sin ropa era tan “bueno” como se veía.
― ¿Te acostaste con el idiota del bar? ―Señaló Edrei eufórico.
― ¡No es ningún idiota! ―defendí sin dudarlo― Y no me acosté con él.
― ¿Cómo? ¿Es enserio? ―preguntó Ángeles, claramente indignada.
―Fui con mis padres. ―Encogí mis hombros y le quité la lata a Edrei―. Me los dio mi madre.
―Apuesto que está en pie lo del diseño de tu vestido de novia ―recordó Ángeles.
Yo reí.
Si, seguramente mamá lo tendría en mente ahora mismo.copy right hot novel pub