Modo oscuro
Idioma arrow_icon

VENDIDA (COMPLETA)

3. | ES TAN SEXY

Raquel Martínez.

— ¿Señorita Raquel? — escucho a una mujer llamarme a mis espaldas.

Giro sobre mi propio eje para mirar a aquella mujer, una morena de ojos marrones a quien le cálculo unos cuarenta o tal vez cuarenta y cinco años, o más.

Asiento con la cabeza, dudosa.

— El joven Erick la espera en el despacho —avisa—. Es por aquí, sígame.

La mujer empieza a caminar hacia uno de los pasillos y no hablo, sólo obedezco y la sigo en silencio hasta que nos detenemos frente a una gran puerta de madera al final del pasillo.

— Llegamos —anuncia.

— Gracias —sonrío sin mostrar los dientes.

— Soy Claudia, por cierto —se presenta la mujer— Si necesita algo no dude en decirme. Es un gusto conocerla.

— Lo mismo digo, Claudia —respondo amable.

Me da un asentimiento de cabeza y se retira, dejándome sola frente a la gran puerta.

Respiro hondo.

«Es ahora o es nunca» Me digo, girando la perilla de la puerta.

Por fin puedo saber quién fue el degenerado que me compró como si fuera algún objeto o juguete, y le guste o no tendrá que aguantarse cuando me dé la cara y pueda decirle todo lo que pienso sobre su persona.

Abro la puerta del despacho y entro cerrando la puerta detrás de mí; miro al frente topandome con un chico de espaldas quién habla por teléfono y no se percató de mi presencia al entrar.

— ¡Les dije claramente lo que debían hacer cuerdas de inútiles! ¡¿Cómo pudieron equivocarse con algo tan sencillo?! — grita enojado o da la impresión de que lo está, permanece un momento en silencio escuchando que le dicen a través de la línea telefónica. — ¡No quiero excusas, Alexander! ¡Contigo siempre es lo mismo, excusas y más excusas! —espeta— ¡Tú y tus hombres son unos buenos para nada!

Le deja saber volteando hacia mí.

Abro mis ojos como dos grandes faroles en un claro gesto de sorpresa, de no estar pegada a mi rostro mi mandíbula estaría ahora en el suelo.

El joven Erick, como le llamaron dos de sus empleados, resultó ser el mismo chico que conocí ayer por la mañana en la empresa de mis padres. Aquel que me pareció un chico agradable, buena persona, pero con lo que hizo dejó en claro que no es así, que las apariencias siempre te engañan.

Entonces fue ahí cuando me pregunté:

¿Para que me habrá comprando?

¿Cuáles serán sus intenciones conmigo?

Él cuelga el celular sin decir nada, y lo deja sobre su escritorio sin apartar la mirada de mí.

— Supongo que fuiste tú el imbécil que me ve como un objeto como para atreverse a imponerle a mí padre que me vendiera. — me cruzó de brazos, mi semblante completamente serio.

— No te veo así, pero sí fui yo —admite con simpleza.

Rodea su escrito y da varios pasos hacia mí quedando más cerca.

— Encantado de verte otra vez princesa — Sonríe mostrando su perfecta dentadura.

— No vuelvas a llamarme así imbécil —demando. — ¿Y cómo para que rayos me compraste? ¿Qué pretendes?

Él no responde.

Sólo soltó una pequeña risa suave a lo que hundo mis cejas sin comprender qué le causa gracia.

— Te aconsejo que uses otro tono al hablar conmigo, cariño —dice sin borrar su estúpida sonrisa. — Y respecto a la pregunta, fácil, lo hice porque quise.

— Eres un... un... — Guardo silencio buscando la palabra adecuada que lo defina.

— También ten cuidado como me llamas —advierte, dando otro paso hacia mí. — Y grábate aquí pequeña —coloca su dedo en mi sien.— Que mientras vivas conmigo tendrás que acatar todas y cada una de mis órdenes, así como también te toca respetarme y obedecerme te guste o no —se encoge de hombros.

Ruedo los ojos, mirando en dirección contraria a su rostro.

— Mírame cuando te hablo —ordena, tomando mi mentón de manera brusca. — ¿Entendiste lo que acabo de decir?

No le respondo.

— ¡Qué si entendiste, carajo!

Doy un pequeño brinco por el repentino grito, y asiento.

— Sí.

— Perfecto — Sonríe apartándose de mí.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio