Creo que cada poro de mi piel está erizado.
Unas grandes manos toman mi cintura, mientras un camino de besos es esparcido desde mi hombro hasta mi cuello. Se me escapa un gemido cuando unos dientes toman el lóbulo de mi oreja y juegan con él por unos instantes, dejando al final un mordisco que me hace dar un pequeño salto. Dejo salir un suspiro satisfecho cuando siento que esas manos empiezan a hacer un recorrido desde mi cintura hasta mis pechos, para al final apretarlos haciéndome gemir de nuevo mientras dejo caer mi cabeza hacia atrás.
Siguen amasando mis pechos y dejándome llevar por la pasión del momento alzo una mano para llevarla detrás de mí, intentando alcanzar el cuello de mi torturador y siento mis rodillas fallar cuando escucho la ronca, varonil y sexy voz de Dylan hablarme en un susurro que me provoca escalofríos: —¿Te gusta lo que te hago, pequeña? —Como respuesta yo sólo puedo arquear más mis pechos hacia sus manos para que siga con su lenta y dulce tortura; todo mi cuerpo se revoluciona cuando siento una de sus grandes manos bajar por todo mi torso dirigiéndose a mi zona íntima.
—¿Crees que pueda hacerte correr así? —Me pregunta cuando tiene su mano ubicada en mi sexo y la respuesta más que afirmativa se me queda atascada en la garganta cuando siento sus dedos trazar círculos lentos en mi clítoris que me hacen gritar su nombre mientras intento retorcerme de placer. Sin embargo, él lo impide poniendo su otra mano en mi cintura para sostenerme, mientras se encarga de seguir mordisqueando mi cuello haciéndome estremecer con las maravillas que están haciendo sus dedos.
Calor, desespero y un gran cosquilleo se apoderan de mi cuerpo cuando siento que mi orgasmo se acerca, todo gracias a lo que está haciéndome el hombre que hay detrás de mí y al que sigo acariciándole el cuello y el cabello. Su mano vuelve a posarse en uno de mis pechos y en el momento en el que siento que tira de mi pezón, al mismo tiempo que lo hace con mi clítoris, estallo en pedazos en su brazos y tiro de su cabello mientras suelto un gran gemido que es interrumpido por un estruendoso sonido que me arranca cruelmente de mi caliente fantasía.
¡Maldito despertador de mierda!
Jadeos incontrolables se mezclan con los pitidos del endemoniado aparato inundando mi habitación y mientras estiro la mano para apagarlo agradezco que por lo menos hoy no me haya robado mi orgasmo como lo ha hecho el desgraciado ya tantas veces. Me quedo mirando el techo mientras dejo que mi respiración se regule. Ni siquiera sé con qué cara voy a mirar a Dylan en nuestro almuerzo de hoy; sólo espero que mi conciencia no me traicione hoy y no termine siguiendo los consejos de Cloe de amordazarlo y aprovecharme de él en su oficina.
Descartando esa loca idea me paro de la cama dirigiéndome a la ducha. Mientras estoy tomando yogurt reviso mi correo y recibo un mensaje de buenos días de Dylan, lo cual hace que me remuerda mucho la conciencia; antes de salir aprovecho también para dejarle un mensaje a mamá reportándome y dejando claro que aún estoy viva y a salvo, luego de eso me dirijo al trabajo.
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¿Conocen esa sensación que llega cuando te bajas de una montaña rusa y sientes que sales todo sacudido, con los intestinos prácticamente en la garganta?, bueno, eso es lo que estoy sintiendo en estos momentos que Cloe me sacude de un lado a otro mientras grita eufóricamente.
En cuanto me vio entrar a la cafetería me arrastró a su oficina, con el fin de hacerme un interrogatorio policial sobre mi cita con Dylan. Está empeñada en investigar cada detalle, a dónde fuimos, qué comimos, si me besó, si besaba bien, si intenté secuestrarlo como me había recomendado; entre muchas otras preguntas que no logro recordar. Para cuando logré callarla pude contarle que la cita fue un picnic en una especie de playa y que vimos el atardecer; ella simuló un desmayo cuando le conté sobre el beso y luego siguió con más preguntas que fueron aún más locas. Cuando por fin logro zafarme de su agarre de muerte para dirigirme a una de las sillas al frente de su escritorio ella corre detrás de mí para sacarme más información.
—Anda florecilla, no puedes simplemente dejarme así; no es justo, además ¿qué tiene de malo que quiera saber si intentó meterte mano?, ¿o si dio indicios de querer aprovecharse de ti?, ¿eh? —Me dice en un tono indignado como si sus preguntas fueran de lo más normales.copy right hot novel pub