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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

XXXI

Tumbada en mi cama no podía evitar estar nerviosa. La noticia de que tendría que encontrarme cara a cara con Eiden me erizaba la piel.

Axel no había vuelto a decir una palabra desde que me lo contó y seguía sentado en la silla, sumido en sus pensamientos. Había algo en él que me atraía. Quizás fueran esos ojos dorados tan extraños o la forma que tenía de atravesarme el alma cada vez que me miraba con ellos. Le había cogido cariño y al principio parecía ser el único que cuidaba de mí y que quería que fuera feliz, pero ahora ya no estaba tan segura. ¿Por qué me habría inyectado aquel maldito suero? ¿No le había importado verme sufrir pesadilla tras pesadilla? Al parecer, no.

Y luego estaba Eiden. Ahora que el antídoto del suero había hecho su efecto podía pensar en el lobo sin tener un ataque de pánico, lo que me hacía mucho más libre. Sentía algo por él, de eso no cabía la menor duda. Desde el primer momento, Eiden había sabido atraerme. Me sentía conectada a él, aunque no sabía exactamente de qué forma.

Era algo tan complicado... Si no me hubiera revelado contra Eiden, nunca habría conocido a Axel ni a los demás. ¿Realmente había sido un error huir de aquella mansión? Ahora conocía muchas cosas que quizás el lobo nunca me hubiera contado. Puede que por miedo o puede que creyendo que así yo estaría mejor. Pero en aquel momento entendía que prefería saberlo todo antes que vivir en una mentira. Por mucho que deseara una vida humana, yo nunca lo sería.

Luego estaban mis padres. Esas dos personas que conformaban gran parte de mi familia y de mi vida. Las personas en las que yo más había confiado y a las que les había dado la total libertad de tomar decisiones muy importantes para mí creyendo que sabrían lo que era mejor. ¿Por qué nunca me habían dicho nada? ¿Por qué no me habían contado lo que era? Quizás todo hubiera sido muy diferente.

Estaba en una encrucijada. ¿Elegía a Eiden y a mis padres o a Axel y a mis amigos cazadores? Por un lado, sabía que Eiden era mi compañero, algo contra lo que nadie podía luchar. Aunque aún tenía que investigar un poco más sobre lo que significaba ser la compañera de un lobo. Y por otro lado estaba mi naturaleza de cazadora, quien me suplicaba quedarme allí con Axel y aprender. Pero la que tenía la última palabra era yo: mi mente consciente. Y tenía que admitir que estaba hecha un lío.

—¿En qué piensas? —la voz de Axel me sacó de mis cavilaciones.

—En si hay alguna biblioteca por aquí —respondí con lo primero que se me vino a la cabeza.

Aunque no era del todo mentira porque a lo mejor allí encontraba algún libro que me explicara un poco más sobre los hombres-lobo y sus mates.

—Sí, tenemos una —respondió—. Quizás puedas ir mañana a visitarla.

—O quizás vaya hoy con Alec —sonreí.

—Aún no me convence que salgas con él.

—Pero lo haré igualmente porque ya le dijiste que sí.

El cazador bufó y se levantó de la silla.

—Te traeré la comida —dijo.

—No tengo hambre.

—Me da igual —dijo antes de salir por la puerta.

Suspiré y me incorporé hasta sentarme. Definitivamente, odiaba mi vida. La idea de huir muy lejos y ser quien yo quisiera era muy tentadora, pero imposible. Nunca dejarían de buscarme y tarde o temprano me encontrarían. Además, siendo realista, nunca querría irme y dejar a tantas personas atrás. Mi única opción era seguir con todo aquello y aguantar lo mejor posible.

Axel llegó con la comida, pero la verdad era que yo apenas tenía apetito. A pesar de esto, Axel me obligó a comerme casi la mitad de todo lo que me había traído en una bandeja.

—No era tan difícil, ¿verdad? —comentó cuando terminé.

—Estoy a punto de vomitar —me quejé.

El cazador resopló y volvió a sentarse en su habitual silla con la misma cara pensativa mientras yo me tumbaba en la cama. ¡Qué aburrimiento! No podía evitar mirar la puerta por el rabillo del ojo de vez en cuando, deseosa de que Alec entrara por ella con su característica sonrisa. Pero eso no ocurría y yo ya estaba empezando a desesperarme.

Axel y yo estábamos sumidos en un absoluto silencio que él no parecía querer romper. Era un hombre extraño, sin duda, pero parecía saber a dónde iba y cuál era el camino que debía seguir en la vida. Esa era una de las cosas que más admiraba de él y que más envidiaba. Además de la seguridad en sí mismo que trasmitía a simple vista.copy right hot novel pub

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