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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

XXXIII

Cuatro de agosto. Estaba a punto de encontrarme con Eiden después de todo lo que había pasado. Los nervios controlaban mi cuerpo y yo luchaba por relajarme, pero no podía.

Una agradable brisa acarició mi rostro y me di cuenta de que había cerrado los ojos. Cuando los abrí, descubrí que nos encontrábamos en mi ciudad natal, muy cerca de uno de los restaurantes que abrían hasta muy tarde. Perfecto.

—Le dije a Eiden que querías verlo en un sitio público —me explicó Axel.

Admiré las luces, el suelo, los lujosos coches aparcados en la calle, la gente caminando, el olor a contaminación... No quería admitirlo, pero lo había echado de menos. Me gustaba más estar en espacios abiertos, pero aquella no dejaba de ser mi ciudad.

Y entonces mi corazón comenzó a latir frenético en mi pecho y supe que el causante de ello estaba cerca, muy cerca. Desesperada, lo busqué con la mirada hasta que mis ojos se encontraron con unos muy azules.

Eiden estaba al otro lado de la calle vestido formalmente con un traje negro y camisa blanca sin corbata. En cuanto me vio, cruzó la calle y, sin importarle Axel, corrió hacia mí y me abrazó, levantándome del suelo. En ese mismo momento sentí que mi corazón se relajaba y que mis pulmones ya no dolían. Rodeé su cuello con mis brazos y enterré mi cara en él, olvidándome de todo. Lo importante es que Eiden estaba conmigo y me sentía segura y tranquila. Era como si nunca hubiera tenido paz realmente, como si siempre hubiera estado angustiada hasta ese instante.

—Nicole —susurró—. Nicole, lo siento mucho, de verdad. Necesito que me perdones, necesito que vuelvas conmigo. Vuelve conmigo...

Aquellas palabras estrujaron mi corazón hasta el punto de querer prometerle que me quedaría con él, que nunca volvería a irme... que lo quería solo a él.

—Apártate de ella, lobo —gruñó Axel.

Eiden me bajó de sus brazos y se separó un poco de mí, pero sus manos permanecieron en mi cintura.

—Nicole, ¿estás segura de que quieres hacer esto? —me preguntó el cazador.

Al principio no lo entendí, pero estaba claro que se refería a quedarme con Eiden y hablar. Los ojos del cazador me suplicaban que no lo hiciera, pero la decisión ya estaba tomada.

—Sí, quiero hacerlo —asentí.

—Entonces me quedaré contigo —decidió.

—No —puse con cuidado una mano sobre su pecho con miedo a que fuera a rechazar mi contacto—. Estaré bien. No va a retenerme contra mi voluntad. Si quisiera, ya me habría secuestrado. Tú no eres rival para una manada de lobos y lo sabes.

Axel siguió mirándome fijamente a los ojos hasta que comprendió que no iba a dar mi brazo a torcer. Entonces metió una mano en uno de los bolsillos del pantalón y sacó un aparato pequeño con un botón negro.

—Apriétalo y estaré ahí dentro en menos de cinco segundos —me dijo—. Por favor, ten cuidado, Nicole...

—Sé cuidarme sola —le aseguré.

El cazador dirigió una mirada de advertencia a Eiden y después se marchó, dejándonos solos.

—¿Entramos? —me preguntó el lobo.

Suspiré y asentí, dejando que él me guiara hacia el interior del restaurante. Una vez dentro, una mujer joven se dirigió hacia nosotros con una amplia sonrisa.

—Bienvenidos, señores Powell —me miró—. ¿Ya está mejor, señora? Nos contaron lo de su terrible enfermedad. ¿Ya puede hacer vida normal?

Fruncí el ceño. Así que así era como habían tapado mi desaparición... con una enfermedad. Eiden carraspeó.

—Está mucho mejor, gracias —sonrió—. Pero está cansada, así que no podrá salir mucho. Esta es una ocasión especial.copy right hot novel pub

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