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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

XLIII

Un día más, el entrenamiento con Axel me dejó exhausta, aunque más mental que físicamente. Axel parecía estar distraído, ausente. Sabía que le pasaba algo, pero cada vez que intentaba preguntarle sobre ello, él intensificaba el entrenamiento.

—Procura descansar porque el entrenamiento de esta tarde va a ser duro —me dijo antes de marcharse.

—Te odio —siseé cuando estaba segura de que no podía oírme.

Puede que el sentimiento de odio fuera algo un tanto exagerado, pero me sentía horriblemente mal. Cada músculo de mi cuerpo me dolía. Aun así, decidí reunirme con Kendall para que siguiera enseñándome cosas. No había tiempo que perder.

Caminé con dificultad hasta la mansión. Lo que más me cabreaba no es que me doliera todo el cuerpo, sino que encima no iba a servirme para nada porque Axel no estaba entrenándome. Tanto dolor y fatiga para nada.

—Voy a ducharme, espérame fuera —le dije a Kendall cuando pasé por su lado.

—Te espero en la biblioteca, mejor.

Su respuesta me extrañó, pero no hice preguntas. Desde que había descubierto que Axel no me estaba entrenando, Kendall se había empeñado en observarnos durante los entrenamientos para ver si podía sacar algo en claro, pero aún no me había dicho nada.

Cuando estuve aseada, me dirigí a la biblioteca, donde Kendall se encontraba apoyado sobre una estantería con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Nos vamos? —pregunté.

Para mi sorpresa, el cazador se dirigió a una de las mesas y retiró una de las sillas de madera. Después me indicó con la cabeza que me sentara. Extrañada y con el ceño fruncido, lo hice.

—Ha llegado la hora de que sepas ciertas cosas sobre la profecía —me dijo—. ¿Estás preparada?

—Sí —mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Bien. Como ya sabes, la profecía contaba que la Reina de los cazadores nacería el día doce de junio de mil novecientos noventa y ocho. Cuando cumpliera la mayoría de edad, su olor se intensificaría, y los cazadores más poderosos podrían seguir su rastro hasta encontrarla. Tu familia y la de Eiden intentaron evitarlo, pero no pudieron hacer nada y Axel te localizó en cuestión de días.

—Sí, eso ya lo sé —asentí—. Es mi historia. Axel y Eiden ya me lo han contado todo.

—Ahora déjame que te explique una cosa de la que recientemente he obtenido información —me miró seriamente—. ¿Sabías que aunque seas la Reina que todos esperamos, el trono podría destruirte?

—¿Qué? —fruncí el ceño.

El corazón se me iba a salir del pecho.

—Mientras tú entrenabas con Axel, yo me he tomado la libertad de entrar en el cuarto de Kayla y he encontrado uno de los pergaminos de la profecía y su códice correspondiente. Lamentablemente, no era el que Eiden ha indicado en la nota. Sin embrago, contenía información muy valiosa. He averiguado que el trono tiene grandes poderes, Reina —me explicó Kendall—. Fue fabricado por las mayores brujas con el fin de ayudar a los cazadores en su misión de proteger a los humanos de las criaturas oscuras que acechan en este mundo. La única persona que puede sentarse en él es la legítima Reina de los cazadores. Una mujer con un gran poder en su interior al que solo puede tener acceso mediante el trono. Pero, ¿qué pasaría si esa gran cazadora no estuviese entrenada? ¿Y si en el momento de sentarse en el trono no estuviera capacitada para guiarnos a todos? ¿Y si el trono aún no la considerara digna de llamarse Reina?

—No sigas... No...copy right hot novel pub

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