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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

XLVIII

Joel. Él era el cazador que me ayudaría. Tuve la enorme necesidad de mirar hacia atrás y buscar a Kendall, de hacerle saber que era él, pero me contuve. Esbocé una sonrisa y me centré en los ojos grises de aquel hombre.

—Es todo un honor conocerle —fue lo único que se me ocurrió.

—Por favor, nada de usted —me pidió con una ligera risa—. Sé que soy viejo, pero no tanto.

Era mayor que Axel, de eso no cabía la menor duda, pero decir que era viejo… Aparentaba tener unos cuarenta años y los cazadores, según tenía entendido, vivían algunos años más que los humanos, aunque tampoco muchos.

—Parece que está en la flor de la vida aún —le aseguré—. Es solo que no me acostumbro a tutear a personas con las que no he tenido ningún trato antes.

—Sí, se hace difícil, sobre todo cuando dicha persona es mayor que tú —asintió.

—Será mejor que pasemos al comedor, todos nos estarán esperando —intervino Axel.

Y así fue como los tres caminamos tranquilamente hacia el interior mientras Kayla cerraba la puerta y yo buscaba disimuladamente a mi entrenador favorito con la mirada.

«Seguro que ha entrado ya», me dije.

El comedor estaba muy cambiado. Las vitrinas del menú de todos los días habían desaparecido, al igual que las bandejas. Las mesas se habían unido para formar dos muy largas con manteles blancos y estaban rodeadas por muchas sillas. Había platos, cubiertos, copas y vasos para todos los comensales y el banquete ya estaba servido. Sobre la mesa, esparcidos sobre ellas, se podían ver elaborados y elegantes platos de carne, pescado, verduras y también diversos embutidos. En unas enormes fuentes de metal rellenas con hielo se encontraban las botellas de vino y los licores para festejar aquel acontecimiento como merecía.

Axel retiró una de las sillas centrales de la primera mesa y me indicó que me sentara. Kayla tomó asiento a mi derecha y el cazador a mi izquierda. Joel rodeó la mesa pare sentarse frente a nosotros y a los pocos segundos, Kendall apareció, ocupando la silla que estaba a la izquierda del cazador. Nos miramos a los ojos y él esbozó una pequeña sonrisa que me relajó.

Cuando todas las sillas estuvieron ocupadas, Axel carraspeó y se levantó, captando todas las miradas de los cazadores allí presentes. Todas menos la mía. Yo no podía despegar los ojos de aquel hombre que decía llamarse Joel. Estaba ansiosa por hablar con él en privado y hacerle entender toda aquella locura. Quizás todo había sido un malentendido, quizás Axel no era culpable de nada, quizás… Pero yo sabía que no debía tener tales esperanzas.

—Bienvenidos y muchas gracias por venir en estas fechas tan importantes, sobre todo ahora —habló Axel con una copa llena de vino en la mano—. Es crucial mantenernos unidos y hacer todo lo posible por nuestra Reina. Algunos ya la conocéis y habéis tenido el placer de ver lo mucho que ha avanzado en estos meses. Estoy seguro de que será la digna cazadora suprema que todos hemos estado esperando.

Los aplausos no tardaron en hacerse escuchar y yo solo me limité a sonreír mientras Joel me miraba asintiendo, con aprobación. Axel volvió a sentarse y el banquete dio comienzo. Comimos muchos platos deliciosos y probé otros muchos que nunca había visto antes. Los cazadores, al venir de todas partes, habían traído alimentos propios de muchos lugares distintos. Era una delicia.

Por un rato, mis nervios se calmaron y solamente me centré en disfrutar mientras Kendall y yo nos reíamos y nos incitábamos a probar cosas nuevas.

—El pulpo, tienes que probar el pulpo —me señalaba amenazadoramente con un tenedor a la vez que sonreía.

—Cuando tú pruebes la tarta de zanahoria —respondí—. Me parece increíble que nunca la hayas probado.

—Está bien, los dos a la vez —cedió.

Y así con muchas otras cosas más. En el fondo, los dos estábamos deseando que acabase la cena, pero queríamos disfrutar del momento.

Poco a poco, los cazadores se fueron retirando uno a uno. Alec y Chris se despidieron al irse a sus dormitorios y yo les correspondí con una de mis mejores sonrisas.

—¿Dónde se alojarán? —le pregunté a Kendall con el ceño fruncido—. Hay muchos cazadores. ¿Cuántas habitaciones tiene esta casa?

—¿Libres? Una o dos, quizás tres —respondió—. Dormirán en tiendas de campaña fuera. Están más que acostumbrados a eso, ¿verdad, Joel?

—Así es —asintió mientras degustaba su postre de chocolate—. Nosotros no vivimos en un lugar fijo, como vosotros. Debemos movernos, camuflarnos, aprender a vivir en la naturaleza.

—¿Por qué? —sentí curiosidad.

—Antes era para ir tras los hombres-lobo y otras criaturas que se cruzaran en nuestro camino. Ahora ya es costumbre.

—Quizás la costumbre os esté enviando una señal: la de que deberíais estar haciendo el trabajo para el que hemos nacido —terció Axel con mal genio.copy right hot novel pub

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