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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LXIX

Treinta y uno de diciembre del año dos mil dieciséis. El último día del año. Los recuerdos se agolparon rápidamente en mi mente. Cómo había cambiado mi vida en solo unos meses… Había pasado de ser una rica heredera a punto de casarse con su mejor amigo, a ser una cazadora raptada por Axel y casada con un alfa de hombres-lobo. Era ridículo, pero bien sabía que era la verdad. Muchos secretos me habían sido desvelados y yo misma me había impuesto una misión: salvar a los cazadores, salvar a mi gente, antes de reunirme con Eiden.

Joel había sido alertado de todo la noche anterior y había tomado la decisión de quedarse con nosotros hasta que yo subiera al trono. Esa misma noche, justo con la llegada del nuevo año, se lo comunicaría a Axel, quien estaba segura de que no se opondría a tal deseo del cazador.

En el desayuno no estuve sola con Kendall, como ya era costumbre, pero no nos reunimos todos como en la cena. Había unos cinco cazadores más, desperdigados por las mesas excepto dos que charlaban animadamente en una. El silencio era lo habitual en aquel edificio.

—Seguiremos con nuestro entrenamiento, ¿de acuerdo? —me estaba diciendo Kendall mientras yo removía los cereales sin ganas—. Axel no entrenará contigo hoy, así que tenemos todo el día para nosotros.

—Los dos sabemos que Axel va a buscarme hoy para que le dé una explicación sobre por qué estoy entrenando contigo —suspiré—. ¿Qué voy a decirle? ¿Qué mentira sería convincente?

—La verdad adulterada —esbozó una pequeña sonrisa—. Lo mejor es decirle casi toda la verdad pero cambiando un par de cosas.

—Dime, ¿qué se te ha ocurrido? —dejé la cuchara dentro del tazón y presté atención.

Kendall miró de reojo a los que estaban en el comedor, pero ninguno parecía interesado en la conversación que el cazador y yo manteníamos. Aun así, era mejor ser precavidos. Ya habíamos cometido demasiados errores.

Los ojos verdes del cazador se clavaron en los míos.

—Dile que es cierto, que yo entreno contigo casi todos los días, pero que lo hago para ver si puedo ser buen profesor, que estoy practicando y que Joel me dio la idea. Él nos encubrirá a los dos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —asentí—. ¿Y por qué crees que es buena idea darle esa excusa y no cualquier otra?

—Porque quizás así se ablande un poco. Axel siempre quiso que ayudara como profesor, pero yo no me sentía ni me siento preparado para realizar tal tarea. No quería formar a más asesinos a sangre fría, así que decidí que ellos solitos se bastaban.

—Así que crees que si le digo que estás tratando de seguir los pasos que él te indicó quizás lo entienda y no tome represalias —entendí—. Muy listo, hombrecito.

—Algo tenía que tener en la cabeza además de serrín, ¿no crees? —rió.

De modo que ya teníamos la explicación perfecta. ¿Lo único malo? Que las cosas no siempre suceden como las planeamos y hasta la más simple intención puede torcerse hasta volverse en tu contra. Y, efectivamente, todo salió al contrario de como Kendall y yo lo habíamos ideado.

Tras el entrenamiento de aquella mañana, Kendall y yo regresamos al refugio de cazadores para comer y asearnos. Lo hicimos como siempre, entre palabras de ánimos y bromas, riendo sin preocupaciones, aunque los dos teníamos mucha presión encima. Ahí fue cuando nos encontramos a Axel.

El cazador estaba apoyado en la pared de la entrada a la casa, sin impedirnos el paso pero con una mirada que expresaba con demasiada claridad su intención de interrogarme. Miré a Kendall y él me dedicó una sonrisa que decía que todo iría bien. Gran equivocación.

—Te esperaré en la biblioteca —me dijo.

Acto seguido, pasó por delante de Axel, inclinando la cabeza a modo de saludo, y entró. Estaba sola ante el peligro. Cualquiera podría pensar que exageraba, pero no. Estaba muy nerviosa, aunque con lo acostumbrada que estaba a mentir eso no sería un problema. De modo que me acerqué al cazador para acabar de una vez por todas con aquello.

—Déjame adivinar —me pidió el cazador—: habéis estado entrenando.

—Sí —corroboré sin añadir nada más.

Axel asintió lentamente con la cabeza. ¿En qué estaría pensando? Lo supe poco después.

—¿Vas a darme alguna explicación o no la hay?

Esperé unos segundos para responder:

—Kendall ha decidido ser profesor.

—Me parece algo realmente inteligente por su parte, pero tú ya tienes un entrenador —apretó la mandíbula—. ¿Qué pasa? ¿Cree que puede enseñarte mejor que yo? ¿Es eso? ¿O acaso tú se lo pediste?

—Nada de eso —me mantuve firme, tranquila—.copy right hot novel pub

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