Modo oscuro
Idioma arrow_icon

(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LIV

—Décimo manual del quinto nivel.

Habían pasado ya varias semanas desde mi aniversario de casada. Tras aquella horripilante noche, decidí que había pasado demasiado tiempo separada del objeto que más me había unido a Eiden. De modo que había abierto el cajón de mi mesilla donde hacía meses, por orden de Axel, había guardado lo que ansiaba recuperar: mi alianza. Aquel anillo hecho de la plata más pura que mi lobo me había colocado en el dedo anular derecho el día que nos desposamos. Más de una vez había sonreído pensando en la razón por la que su alianza era de oro. Como buen hombre lobo, la plata lo debilitaba. Sin embargo, se decía que esta tenía que entrar en su organismo para herirle, por lo que en realidad un anillo de este material resultaría inofensivo para él. ¿Lo había hecho solo para seguir las costumbres de nuestras familias? Era habitual que el hombre portara la alianza de oro y la mujer, la de plata. Pero no me había parecido solo una mera coincidencia.

Era el día once de agosto. El calor resultaba insoportable y echaba mucho de menos el invierno. Desde que Kendall se había ido, más cazadores lo habían imitado. Por lo visto, de todas las partes del mundo acudían cazadores para proteger el camino que yo debía seguir hasta el trono. Poco a poco, solo un destacamento pequeño pero fuerte de nosotros permanecería en la mansión, dispuestos a dar su vida para proteger la mía durante la travesía.

En aquel tiempo había aprendido mucho y me sentía orgullosa de ello, pero la llegada del último mes de verano llenaba mi corazón de inquietud y angustia. Aún tenía mucho que estudiar y mi preparación aún no estaba completa. Ni siquiera había terminado de leer los manuales. Además, Joel no había encontrado ni rastro del códice perdido, por lo que no podíamos hacer nada. Me sentía atrapada, tanto como una bestia camino del matadero. Sabía que mi tiempo se agotaba y que iría directa hacia una trampa de la que apenas tenía información. Axel me estaba traicionando y todavía no habíamos descubierto por qué ¿Qué era lo que buscaba? ¿Qué ganaba él con todo aquello? Cada vez que miraba al cazador a los ojos, el dolor, la rabia y la frustración invadían mi alma. No podía evitar recordar mis primeros días como cazadora, cuando él parecía realmente estar de mi lado. Pero en aquellos momentos todo se me antojaba demasiado lejano, demasiado irreal… y eso me dolía.

—Veinticuatro de octubre.

Axel y yo nos encontrábamos en el primero de nuestros entrenamientos del día. Casi habíamos acabado. Mi ropa estaba empapada en sudor por el calor y el ejercicio, cosa que me producía verdadero asco. Mis momentos favoritos del día eran mis innumerables duchas con agua fría.

—¿Qué pasa con ese día? —le pregunté mientras continuaba disparando a los blancos móviles que había preparado para mí en el bosque.

—Es el día, Nicole.

Era la primera vez que me llamaba por mi nombre en muchísimo tiempo. Quise girarme para mirarlo a la cara, pero no podía despistarme. De modo que tuve que esperar a que mi entrenamiento finalizara para poder plantarme ante él.

—¿Partiremos hacia el trono entonces? —inquirí.

—Esa es la fecha que la profecía dio para que te sentaras en el trono —me explicó—. No quise decírtelo antes para que no te pusieras nerviosa y no estuvieras constantemente pendiente de ello.

—¿Cuánto tardaremos en llegar? ¿Cuándo nos iremos?

El cazador no respondió enseguida, sino que aguardó unos segundos mirándome fijamente a los ojos, como si pretendiera ver algo, quizás dentro de mí.

—En quince días. Iremos a pie.

—¿Dónde se encuentra el trono?

—Es mejor no facilitarte esa información, por ahora.

—¿No te fías de mí?

Me resultaba irónico pensar que Axel no confiara en mí cuando era él quien me traicionaba cada vez que miraba hacia otro lado o incluso frente a mis propios ojos. Me había engañado desde que había puesto un pie en territorio de cazadores, en cuanto me había conocido. No podía dejar de pensar en el gran mentiroso que debía ser para haber fingido que me quería, que se había enamorado de mí. ¡Qué ingenua había sido!

—Es mejor así —fue lo único que me dijo.

Creí que no valía la pena discutir con él, así que me mantuve en silencio durante el tiempo que terminaba mi entrenamiento.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio