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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LVIII

Veintidós de septiembre. Chris y yo llevábamos más de una semana viajando solos, cubriéndonos las espaldas el uno al otro. Ninguna otra criatura nos había salido al paso hasta el momento, algo por lo que dábamos las gracias todas las noches. Siempre, al caer el sol, conseguíamos llegar a otro de los puntos indicados en el mapa por el que mi amigo se guiaba. Jamás hubiera imaginado que podríamos sobrevivir sin ayuda en un sitio como aquel, pero lo hacíamos.

Pronto averigüé que el bosque en el que nos encontrábamos era inmenso y, sin un mapa que seguir, la pérdida estaba garantizada. Lo único que logré sonsacarle a Chris era que el lugar al que debíamos llegar al final de nuestra aventura no estaba en aquel bosque, sino más allá. Era un viaje largo.

Aquel día de finales de septiembre, el cazador y yo divisamos bastante cerca una especie de montaña rocosa plagada de vegetación. El gris de las piedras se mezclaba con el marrón de la tierra y con las tonalidades verdes de los árboles y las plantas.

—¿La rodeamos? —le pregunté yo, sabiendo que nos dirigíamos hacia ella.

Chris negó con la cabeza y supe que deberíamos escalarla, subir por ella hasta el otro lado.

—Axel fue muy claro respecto a este trayecto —me dijo—. Todas las adversidades que nos encontremos van encaminadas a fortalecernos. Si no podemos con esta pequeña montaña, ¿por qué deberíamos continuar? ¿Es menor esta montaña que el peso de ser la Reina de los cazadores?

No, esa responsabilidad eclipsaba a todas las montañas del mundo. Estaba mejor preparada para escalar cualquiera de ellas antes que para convertirme en Reina, de eso estaba segura. Jamás había tenido que hacerlo, pero no iba a ser fácil.

—¿Has… escalado alguna vez?

—No —noté que inspiró con calma—. Pero dicen que siempre hay una primera vez para todo.

Observé la montaña que se encontraba cada vez más cerca. Por la parte baja pasaba una carretera que deberíamos cruzar para llegar, pero no subía por la montaña. Una especie de sendero de tierra poco marcado parecía recorrer el primer tercio, pero después no se divisaba nada. Tendríamos que comprobarlo al llegar.

El bosque terminaba junto a la carretera, de modo que no contábamos con vegetación que nos ocultara. Sin embargo, pronto entendimos que no sería necesario, pues en aquella ladera, tras cruzar la carretera poco transitada, encontramos un cartel de madera que informaba de tres rutas senderistas, cada una marcada de un color.

—Todas llegan a la cima, pero solo una continúa por la otra cara de la montaña —me informó Chris—. Debemos seguir el camino rojo.

Con un asentimiento, los dos comenzamos a subir aquella pendiente siguiendo las cruces rojas de los árboles y alejándonos de las cruces azules y amarillas. Los primeros quince minutos no estuvieron nada mal, la pendiente era bastante sencilla, poco inclinada, pero después todo se complicó. Ya no había sendero que seguir, sino solo piedras mal puestas y raíces traicioneras. Los árboles comenzaron a ser escasos y las cruces rojas se encontraban dibujadas en el suelo, en lugares que a veces eran demasiado poco visibles. Si nos despistábamos, nos perderíamos.

Unas horas después del mediodía, tras muchos intentos fallidos de caída, peligrosas rocas que se movían con solo mirarlas y la desesperación de no saber cuánto quedaba, llegamos a la cima. Sin embargo, no esperaba para nada lo que vi. Frente a nosotros se extendía una gran llanura verde hasta donde alcanzaba la vista. Lo peor, sin duda, era lo que nos esperaba justo al otro lado de aquella colina: un lago. El agua cristalina y tranquila llegaba hasta la base misma, acariciando la vegetación que allí se encontraba.

—¿Cómo no me avisaste de esto? —le pregunté a Chris, un poco alterada.

—Si te digo la verdad, no lo vi en el mapa —se rascó la nuca—. Ahora entiendo por qué el sendero rojo no llega hasta abajo del todo.

—Tendremos que nadar.

Y, sabiendo lo que nos esperaba, nos detuvimos para recuperar fuerzas y comer algo. Tenía la sensación de que no avanzábamos. Por mucho camino que recorriésemos, por mucho terreno que dejásemos atrás, yo no veía el final de aquella excursión. ¿Cuánto nos quedaba? ¿Llegaríamos a tiempo? ¿Qué nos encontraríamos allí?

Miré hacia atrás, hacia el bosque que habíamos cruzado. Esperaba poder divisar algo, bueno, algo no… a alguien. ¿Axel? ¿Joel? ¿Alec? ¿Eiden? No sabría decir. Deseaba volver junto a mis cazadores y saber que la mayoría habían salvado la vida, ¿pero y si ellos se habían topado con otras criaturas? Sabía que Joel y Axel se alegrarían de enfrentarse ellos a esos seres con tal de que a mí no me tocaran, pero yo no era exactamente de la misma opinión.

—Están por ahí.

Miré a Chris, quien también se encontraba con la mirada clavada en donde yo la había tenido instantes antes. Su rostro mostraba dureza, decisión. Era la cara de un guerrero, de un cazador. Sus ojos, sin embargo, lucían una chispa de esperanza mezclada con una pizca de tristeza.copy right hot novel pub

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