Modo oscuro
Idioma arrow_icon

(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LIX

—Nicole. Nicole. Vamos, Nicole, abre los ojos…

No. Aquella voz provocaba que mi corazón saltara de emoción y, al mismo tiempo, que se estrujara en mi pecho. Era una mezcla extraña entre júbilo y dolor. Por un lado, ansiaba despertarme y verle, por fin; pero, por otro lado, no quería observar aquellos ojos azules que me aguardaban.

Llevaba tanto tiempo sin estar con él… No podía evitar lamentarme por no haber aprovechado los momentos con aquel hombre tras casarnos, antes de que Axel me encontrara para llevarme con él, antes de que yo me escapara de nuestra casa. Si hubiéramos hecho las cosas bien…

No. Los cazadores me necesitaban y si yo no hubiera podido ir con ellos, las cosas habrían continuado igual. Nada habría cambiado y los cazadores seguirían matando criaturas inocentes. Sin mí, sin que yo me convirtiera en su nueva Reina, no podrían cambiar. No me arrepentía de nada y estaba segura de que Eiden y yo volveríamos a encontrarnos, volveríamos a estar juntos…

¿Pero había llegado el momento? ¿Había conseguido ya mi objetivo? ¿Podía regresar a casa con mi esposo? ¿Cómo había llegado al trono? ¿Qué había pasado con los demás cazadores? ¿Dónde estaban Chris, Kendall, Joel y los demás? ¿Tendría que abandonarlos? ¿Los volvería a ver?

La verdad era que no recordaba haber salido del bosque. ¿Lo había hecho? Y, de ser así, ¿por qué no me acordaba de nada? ¿Qué me había pasado?

Aquella voz volvió a llamarme y yo, asustada, traté de abrir los ojos.

—Nicole. Nicole…

Entreabrí los párpados. Todo estaba oscuro, pero una sombra más oscura que las demás se cernía sobre mí. Unos ojos me miraban, pero no eran azules.

—Nicole.

Me hablaba en susurros, aunque con urgencia, como si temiera ser escuchado. Observé mi alrededor y descubrí muchos árboles sumidos en una profunda oscuridad. Mis ojos volvieron de nuevo a aquella sombra.

—¿Chris? ¿Eres tú?

—Nicole, tienes que levantarte. Levanta.

Parecía realmente asustado, lo que me hizo volver a la realidad e incorporarme lo más rápido que pude. El cazador me sujetó la cabeza con ambas manos y me obligó a mirarlo a los ojos.

—Hay algo —me decía—. Hay algo en el bosque. Nos vigila.

Casi podía notar el ritmo acelerado de su corazón, lo que desató el frenesí del mío. Miré hacia todos lados, buscando algo que me indicara qué podía ser, pero no encontré nada. El bosque parecía el mismo que cuando me había dormido. No fue hasta en aquel preciso momento cuando reparé en el inquietante silencio que reinaba por doquier. Aquello no auguraba nada bueno.

Quise pensar que podían ser nuestros compañeros o los invisibles que habían conseguido darnos alcance, pero ambos sabíamos que no eran ellos. Solo quedaba estar atentos y rezar para que no nos atacaran antes de llegar a nuestro último punto.

Con mucho cuidado, los dos sacamos nuestras armas y las preparamos para el combate que, casi sin ninguna duda, surgiría. De vez en cuando, escuchábamos hojas moverse y raíces secas romperse, pero nadie se acercaba a nosotros. ¿Con qué clase de criaturas estábamos tratando? No tardamos demasiado en averiguarlo.

El sol estaba a punto de salir. Chris y yo estábamos cansados, nuestras ojeras hablaban por nosotros. No habían sido días fáciles desde que nos vimos separados de nuestro grupo, pero habíamos conseguido llegar hasta allí. No podíamos permitir que la victoria se desvaneciera a tan escasos metros de nuestro objetivo.

—Si echásemos a correr, ¿cuánto tardaríamos en llegar al último punto del mapa? —le pregunté sin desviar los ojos de los árboles.

—Unas tres horas si mantenemos el ritmo, quizás. Pero nos alcanzarán antes de poner un pie en nuestro destino. No estamos en plena forma…

—Podemos intentarlo y detenernos cuando hayamos avanzado al menos un…

Otro chasquido interrumpió mis palabras. Había sonado más cerca que ningún otro y estaba completamente segura de que ningún ser era tan descuidado. Lo estaban haciendo apropósito para amedrentarnos, jugaban con los dos como si fuésemos ratones asustados, salvo que no lo éramos.

Lo que ocurrió después fue algo asombroso. Con un chasquido que me pareció de dedos, el arco de Chris y mi ballesta se convirtieron en armas de juguete hechas de ramitas y hojas verdes entrelazadas. En tensión, ambos recorrimos una vez más el lugar con nuestra mirada. Solo había un ser capaz de emplear aquel tipo de magia.

—Cambio de planes —me susurró el cazador—. Nos movemos.

Un segundo más tarde, los dos habíamos echado a correr, sorteando plantas, árboles y raíces traicioneras que pronto cobraron vida para tratar de hacernos caer. Las risas no tardaron en aparecer por detrás, cada vez más cerca de nosotros, lo que nos impulsaba a aumentar el ritmo. Nuestras piernas se movían a la mayor velocidad posible, pero ambos sabíamos que no llegaríamos a ver terminar el bosque. Tendríamos que plantar batalla antes de que el sol acariciara completamente nuestra piel. Por desgracia, no nos equivocábamos.

Las carcajadas, risas extremadamente agudas y diabólicas, se extendían por el bosque, cubriendo todos los ángulos y haciéndonos perder la poca cordura que nos quedaba. No podíamos verlos ni saber dónde estaban. Solo su magia era visible ante nuestros ojos: raíces maléficas, árboles que proyectaban tenebrosas sombras, grietas que se abrían bajo nuestros pies como si de precipicios se tratasen… Y así, sorteando obstáculos, avanzábamos como podíamos.

Hasta que tropecé. Una de aquellas raíces se enredó en mi tobillo derecho, sujetándome tan fuerte que temía perder el pie. Chris se percató unos metros por delante y regresó para ayudarme, dándome ánimos para continuar, pero ya era demasiado tarde. Percatándonos de ello, y una vez que el cazador consiguió liberarme, unimos nuestras espaldas sin sacar el arma que nos quedaba a cada uno para así evitar llamar la atención sobre ellas y que quedasen igual que las otras, las cuales habíamos guardado para cuando la magia remitiera. Solo disponíamos de una oportunidad y no podíamos malgastarla. En cualquier momento se lanzarían a por nosotros y debíamos estar preparados.

El sol comenzaba a salir, dando un poco de luz a aquel escenario tan macabro. Unos ojos verdes nos miraron desde la espesura y en un instante parecieron multiplicarse, apareciendo en todas partes. Las primeras de aquellas criaturas no tardaron en hacerse visibles, subidas a las ramas de los árboles. Goblins: duendes de un metro de altura con la piel negra, dientes blancos extremadamente puntiagudos, uñas largas y afiladas y ojos verdes, ataviados con vestimentas hechas de palos y hojas de diferentes tipos.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio