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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LXI

En ocasiones debes decir «sí» como si los demás fueran tontos, aunque quieras decir «no». Debemos acatar órdenes que no nos gustan. A veces tenemos que hacernos los ingenuos para, en el momento indicado, poder actuar, poder sacar a todos de su error y demostrar que no eres esa gata mimosa y sumisa que solías ser, sino toda una tigresa con dientes y garras. Y, al fin, el momento de revelarme había llegado.

Escuché cómo la grieta comenzó a cerrarse detrás de Joel, quien aún sujetaba el cuerpo de Chris con sus brazos. Era como si no quisiera soltarlo, como si dejarlo en el suelo le pareciera demasiado frío, demasiado cruel. De modo que lo sostuvo con fuerza mientras yo clavaba mis ardientes y enfurecidos ojos en Axel, dirigiendo a él toda la ira que me desbordaba en aquellos instantes. Todos fueron conscientes, porque hasta en el ambiente podía leerse, de que algo iba a ocurrir entre los dos.

Sin apartar mi mirada de la de él, llevé mis manos hacia el lado derecho de mi cadera y comencé a quitarme el cinturón que contenía las granadas. Después, tiré mis armas una a una, las municiones de las que disponía y todo lo demás, quedándome únicamente con el traje negro que Joel me había colocado. Los cazadores, casi inconscientemente, habían formado un círculo a nuestro alrededor, expectantes y extrañados.

—Entiendo tu rabia, Nicole —me dijo Axel, quizás tratando de hacerme entrar en razón—. Pero creo que no soy yo hacia donde debes canalizarla.

—¿Esa es tu defensa? —siseé.

—Yo no he matado a tus amigos, han sido las criaturas.

—¡Por tu maldita culpa, Axel! ¿Cuánto tiempo vas a permanecer defendiendo unos ideales y unas costumbres que se caen a pedazos? —mi cuerpo comenzó a temblar de ira—. ¿Cuántas vidas más han de perderse porque tú eres incapaz de ver la realidad?

En esa ocasión, Axel permaneció callado y un profundo silencio se estableció en la estructura. Las llamas de las antorchas proyectaban grotescas sombras sobre todos nosotros, lo cual hacía todo más macabro aún.

—Llevo mucho tiempo preguntándome qué es un cazador —miré a los demás—. ¿Qué somos? ¿Unos hombres con habilidades especiales que matan a todo aquel que se interponga en su camino? ¿Por qué? ¿Acaso somos bestias incapaces de alcanzar el raciocinio?

—¡Las bestias son ellos, Nicole! —exclamó Axel, refiriéndose a las criaturas.

—¿Y eso quién lo ha decidido? —lo señalé con la mano—. ¿Tú? ¿Unos antepasados que quisieron venganza y la llevaron demasiado lejos? No veo que hagáis todo esto para proteger a los humanos de las criaturas. Matáis por diversión, matáis porque no sabéis hacer otra cosa. Matas porque, si no lo haces, ¿quién eres?

Observé cómo mis palabras calaban profundamente en él. Los otros cazadores simplemente murmuraban entre ellos, pero no había manera de saber si estaban conmigo o contra mí. Supuse que Axel siempre sería su cazador experto, el líder al que siempre habían seguido… ¿Podría yo granjearme su lealtad como él la había conseguido?

—Bien, Axel, despójate de tus armas —le ordené—. Aferra esas costumbres que tanto defiendes con tus puños y pelea con ellos. Comprobemos la leyenda del gran cazador, el cual ha matado sin piedad a cientos de criaturas, que acabó él solo con una manada de hombres-lobo sin pestañear —alcé los brazos en cruz—. Lucha contra mí. Defiende todo aquello en lo que crees con uñas y dientes porque yo haré lo mismo —mis ojos brillaron de la emoción—. Veamos quién batalla mejor.

Pensé que no aceptaría mi desafío, pero observé, satisfecha, cómo se desprendía poco a poco de sus cinturones de combate. Ambos con el mismo equipamiento, nos preparamos para lo que iba a ser un enfrentamiento épico: el mejor de los cazadores, una leyenda, contra mí, una novata y futura Reina de los cazadores.

Por mucha rabia que sintiera, por mucho que supiera que yo estaba destinada a ser la cazadora más poderosa de todas, no podía subestimar a Axel. Ningún hombre llegaba a ser el líder de los cazadores por su cara bonita y, si era cierto todo lo que Joel me había contado aquellos meses sobre él, entonces merecía la pena cuidar mis movimientos y vigilar los suyos. Una vez que detectara sus puntos débiles, atacaría con todo lo que tenía.

Ya que Axel no tenía claro si quería luchar o no, fui yo la que inició la pelea. Los movimientos que Kendall me había enseñado se sucedían mientras Axel lograba contenerlos todos, pero solo eso. No devolvía los golpes, algo que a mí me sacaba de quicio.

—Pelea —le dije mientras le asestaba una patada que él detuvo con sus brazos—. Al menos eso me lo debes. ¡Lucha!

Me separé un poco de él y el cazador obró de la misma manera. Nos miramos y Axel entendió que debía hacer lo que le pedía. No se trataba de una riña de pequeñuelos. Era una lucha en un rin de combate del que solo saldríamos cuando uno de los dos cayera inconsciente, se rindiera… o muriese.

Me esforcé por recordar todos los entrenamientos que había recibido de Axel, de Kendall y de Joel. La disciplina que, sobre todo, los dos últimos me habían inculcado. Me asombré de la firmeza de mi cuerpo a pesar de la ira de mis sentimientos. Las muertes de Chris y Alec danzaban en mi cabeza, acompañadas por la sensación de desaparición de Kendall, a quien no lograba encontrar. Mi mente no estaba despejada y, a pesar de todo aquel entrenamiento recibido, me veía incapaz de mantener la cabeza fría.

Me alegré de que Axel se atreviera a dar el siguiente golpe, tratando de desestabilizarme haciéndome caer, pero logré esquivarlo por los pelos. Sus movimientos eran muy rápidos, pero me convencí de que podía igualarlos.copy right hot novel pub

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