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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LXIV

Los días pasaban sin descanso y, sin embargo, no parecían avanzar mucho. La fecha del once de octubre había traspasado los límites de la historia, quedando en la memoria de todos como el día en el que la nueva Reina consiguió entrar sana y salva en la estructura, con la ayuda de valientes cazadores que habían perecido por la causa. Algunos incluso ya lo habían anotado en cuadernos de viaje en los que habían ido escribiendo las anécdotas de aquellos días, todo lo que había sucedido. Cuando me sentí con fuerzas suficientes, les conté a todos las hazañas de Alec y Chris y cómo me habían salvado la vida.

Aquellas noches fueron las peores que recuerdo. El primer día no dormí mucho debido a las muchas emociones que galopaban en mi interior, lo cual me salvó de las pesadillas. Después no tuve tanta suerte. El día quince fue el peor de todos ellos: Luna llena. La pérdida de mis seres queridos se sumó a la lejanía de Eiden, al que no podría volver a ver hasta que mi misión hubiera concluido. Traté de sufrir en silencio y me desplacé como pude a la sala del trono, apoyando mi espalda contra la fría superficie de piedra, mirando aquel asiento. En aquellos momentos se me antojó aterrador más que majestuoso. Se reía de mí, de mi aspiración de ser Reina. ¿Cómo podría guiar a los cazadores si Axel seguía siendo más poderoso que yo? ¿Realmente mi destino era ser su líder? Quizás la Magia Dorada era lo que me faltaba. ¿Pero cómo estar segura de que era digna de ella?

—Lo echáis de menos, ¿verdad?

Víktor apareció en la sala del trono aquella noche. Caminó hacia mí con paso tranquilo y se sentó junto a mí. Por primera vez en mucho tiempo, casi desde que Kendall se había ido, no me importó que alguien me viera tal y como era: una persona de carne y hueso que sufría.

—Estoy al corriente de vuestra situación —me contó—. Kendall habló conmigo la noche en que os presentaron ante todos como la próxima Reina.

—Soy una persona horrible, ¿sabes? —miré hacia arriba, ansiando poder ver la Luna y que esta me bañara con su luz—. Un monstruo.

—¿Por qué decís eso?

—Porque es la verdad. He hecho cosas que me asquean profundamente. En aquel entonces ni siquiera sabía lo que hacía. Estaba dolida, aterrada, confundida… e hice lo peor que podría haber hecho. No dejo de pensar en ello, noche tras noche. Me perdí aquel día, absolutamente. He cambiado. No soy la misma chica que antes.

—¿Y eso es malo?

El cazador me miró a los ojos, pero yo mantuve mi mirada clavada en el techo.

—Mis padres me inculcaron un gran sentido del honor, del deber, de la lealtad, de la fidelidad… ¡Estoy casada, por el amor de Dios! ¿Cómo pude siquiera pensar en serle infiel a Eiden?

No dijo nada, aunque tampoco había gran cosa que decir. Siempre había sentido cierto recelo de las mujeres de moral fácil, y aquella noche sucumbí a aquello que siempre había detestado.

—Permitidme que os cuente una historia —su voz me sorprendió, ya que no pensé que fuera a hablar más—. Es la historia de una chica a la que tuve el placer de conocer hace algún tiempo. Era diferente a las demás y se había criado en una granja, lejos de todo y de todos. Ella se había encariñado de un chico de una granja vecina y se veían cada vez que podían. Su madre no puso ninguna objeción, cuando ambos cumplieron la mayoría, a que se casaran. Sin embargo, hubo una gran sequía ese mismo verano y la madre se vio obligada a casar a su hija con un hombre rico para que pudieran subsistir. Era amable, guapo y trataba con gran respeto y cariño a la chica, tanto que pronto no se pudo negar que estaban hechos el uno para el otro. Justo cuando ella estaba a punto de ceder, llegó otro hombre y la secuestró. La chica luchó al principio hasta que aquel hombre le abrió los ojos a una verdad que había estado oculta demasiado tiempo: ella no era la persona que creía ser. Había crecido rodeada de mentiras e incluso su propio esposo, aquel en quien comenzaba a confiar, la había mantenido al margen de todo. El padre de la chica había sido pirata y al huir de aquella vida había dejado numerosas deudas a deber. Se alejó de todo con la mujer que quería, pensando que nunca lo encontrarían. Uno de ellos sí lo hizo, un antiguo camarada, el esposo de aquella chica, de su hija. Y el hombre que la había secuestrado quería que ella fuera lo mismo que su padre, que asaltaran juntos un gran barco de carga y pagara la deuda de su padre.copy right hot novel pub

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