Ivette, abrió los ojos, desperezándose buscó el cálido cuerpo de Zahir, pero él ya no estaba, sin embargo el lado de la cama que había usado estaba aún caliente y conservaba su aroma.
El malestar del día anterior había pasado y aunque seguía sintiéndose un poco débil, tenía mejor ánimo para enfrentar el día y sus consecuencias.
Cuando llegó al desayunador todos estaban ya listos.
-Esperábamos por ti, querida Vetty- le dijo Hayffa, sonriendo
-Buen día, hoy se me han pegado un poco las sábanas, anoche no me sentía muy bien.
-Últimamente pareces muy agotada- le dijo Hayffa- deberías descansar más.
-Estoy bien, solo es un poco de agotamiento, nada más.
-Hoy quisiera invitarte a dar un paseo, Ivette- le dijo Zahir- pero si te sientes muy cansada, podríamos posponerlo.
-No, estoy bien, de verdad. Me encantaría dar un paseo, quizás el aire fresco me ayude a sentirme mejor.
-Seguramente así será, cariño- le dijo una sonriente Isabella.
Durante el desayuno Zabdiel, conversó un poco de las actividades diplomáticas que tenía pendiente. Zahir, hizo referencia a que afortunadamente no se solicitaba su presencia, ya que no le pesaba cumplir con algunas responsabilidades pero, las reuniones políticas sencillamente le daban flojera. Zabdiel, le reprendió instándole a preocuparse más por el país al cual tenía el honor de pertenecer.
Después del desayuno Zahir e Ivette, tomaron cada uno un caballo y emprendieron el camino al desierto.
-¿Nos dirigimos a dónde yo creo?
-Así es- confirmó él- sabes que amo la tranquilidad de ese lugar, en mi sitio en el mundo.
-A mi también me agrado, es lindo, acogedor y muy cómodo.
-Puedo pasar meses allí, siempre y cuando esté bien abastecido. Como te dije alguna vez, en ocasiones suelo decir que voy de viaje al otro lado del mundo, y vengo y me encierro aquí a tener un poco de paz y tranquilidad. Ser príncipe no es tan fácil como algunos piensan, aunque siempre lo he tomado de forma ligera y no muy comprometida, en ocasiones me gana el estrés, te gana y te da la sensación de ahogo.
-Comprendo, siempre es bueno tener un poco de paz.
El lugar estaba tal y como Ivette, lo recordaba. Cómodo y cálido, pero bastante masculino. El Príncipe, tenía muy buen gusto, todo estaba decorado exquisitamente.
-Es un buen lugar- dijo Ivette.
-Recuerdo que la vez que vinimos aquí, no nos marchamos en buenos términos, cariño.
-Es cierto- reconoció ella-pero ahora las cosas son diferentes entre nosotros, soy menos testaruda y tú menos cínico, grosero, pedante y. . .
-Suficiente- le sonrió- lo entendí perfectamente, al parecer no tengo muchas virtudes.
-Se equivoca Alteza, sus virtudes son muchas, solo que usted no sabía que las poseía- le rodeó el cuello y lo besó.
Zahir, la estrechó de la cintura y se permitió saborear aquella dulce boca que se entregaba a él. Ivette, era dulce, cariñosa y muy apasionada. Solía reclamar su boca, como ninguna lo había hecho antes. Las delicadas manos inglesas, se aferraban a su oscuro cabello, atrayéndolo más, permitiéndose intensificar el beso. Zahir, intentó controlar las sensaciones que aquella hermosa rubia despercataba en él, con el solo roce de sus labios.
Bajó la intensidad del beso y la miró a los ojos sonriendo.
-Te prepararé unos aperitivos.
-¡Oh si!, olvidaba que Su Alteza, cocina.
-No tan bien como quisiera, pero hago un gran esfuerzo- dijo riendo, mientras caminaba hacia la cocina.
Los aperitivos del Príncipe, eran muy ricos y realizados con esplendidez. Era mejor cocinero de lo que él mismo decía.
Después de comer, se dedicaron a conversar mientras bebían una copa de vino y sobre la mesa al lado de la enorme cama, un platón con uvas.
-Me pondré gordísima.
-No lo creo- negó él- es solo vino y frutas.
-He comido mucho en lo que va de mañana.- argumentó.
-No es cosa de todos los días, mi querida Ivette. Así que no hay de qué preocuparse.
Luego de los aperitivos, Ivette se fue a la cocina a lavar los platos y las copas que habían utilizado, terminaba de secar la última copa cuando sintió las grandes manos del Príncipe rodearle la cintura.copy right hot novel pub