-¿Cómo que están atacando Palacio?- pregunta Zabdiel, poniéndose en pie de un salto. El Príncipe, imita su ejemplo, con expresión de asombro.
-Bárbaros intentan entrar, mi Señor, es necesario que huyan, deben esconderse- dice Haimir, aterrado.
-¡De prisa, todos arriba!- grita Zabdiel y las damas obedecen. El corazón de Isabella salta desesperado, pero intenta mantener la calma.
¡Atacan Palacio!
Por Dios Santísimo, debía resguardar a su hijo, debía proteger a Nael.
Ivette, se siente momentáneamente confundida y desorientada. Por un instante no sabe qué decir o tan siquiera moverse.
-¡A los escondites!- dice Zahir- ¡debemos protegerlas!
-¡Rápidamente, a mis habitaciones!, ¡apresúrense!- las insta Zabdiel, intentando que su mente trabaje tan rápido como debería. Necesita proteger a su familia a cualquier precio.
-Azhohary, Naiara, Maishea, ustedes vendrán con nosotros.- asegura Isabella, intentando ocultar sus nervios.
-Haimir, ve por las cocineras y las demás mujeres, apresúrate, llévales a la biblioteca, estaré allá en unos segundos.
-Así será, Majestad- Haimir, avanzó unos pasos y tomó a Naiara, entre sus brazos para luego depositar un beso en su frente- todo estará bien, mi amor.
-Lo sé, Alá mediante, así será- dijo Naiara, sonando muy segura.
-Dense Prisa- pidió Zahir.
Corrieron a apresuradamente a las habitaciones reales. Isabella, sosteniendo con firmeza el pequeño cuerpo de su hijo. Ivette, sujeta con fuerza al brazo de Zahir, quién llevaba el ceño frunció y los labios oprimidos.
-¿Estaremos bien?- Ivette, no pudo evitar preguntarlo. Necesitaba que alguien le asegurara que superarían aquello, necesitaba escuchar que estarían bien.
-Estaremos bien- intentó convencerla- no debes preocuparte por nada, todo estará bien, Ivette.
-Tengo miedo, no quiero que nos lastimen- dijo con voz temblorosa.
-No tienes nada que temer, mi amor. Estarás bien, lo juro.
Llegaron a la habitación y de forma inmediata Zabdiel, caminó hasta llegar al rincón dónde oculta estaba la palanca que los conduciría al escondite.
Tiro del libro violeta, y de inmediato todo comenzó a crujir, hasta abrirse la puerta. Entró un poco y tomó la antorcha, luego buscó el encendedor que estaba en el muro y logró que las llamas cobraran vida.
-Tu les guiarás, mi amor- le dijo a Isabella.
-Pero. . . ¿Y tú?- la voz de Isabella, se quebró, sus ojos se llenaron de lágrimas, al imaginar que Zabdiel no iría con ella.
-Debo ver que ocurre y solucionar, no puedo esconderme, mi Señora- hay un pueblo que depende de mi- le aseguró.
-No me iré sin tí- le dijo temblando.
-Debes hacerlo, mi Señora, o posiblemente moriremos todos- Isabella, se giró y colocó a Nael, en brazos de su abuela y se giró nuevamente hacia su esposo.
-Soy la Soberana, confían en mí, quiero estar a tu lado- dijo firme.
-No, Isabella- la llamó por su nombre, por primera vez desde que se casaran- esta vez no me harás ceder, mi hijo y tú, deben estar protegidos, todas ustedes deben estarlo. Por favor, no lo hagas más difícil, no hay tiempo que perder- los ojos de Isabella, se cristalizaron y las lágrimas bajaron con rapidez por sus mejillas- estaré bien, mi amor- la tomó entre sus brazos y allí frente a todos, la besó.
-¿Tú también te irás?- la voz temblorosa de Ivette, se hizo escuchar. Zahir, la miró fijamente.
-Así es, no puedo dejar solo a mi hermano. Debemos saber qué ocurre, y apaciguar esta rebelión.
-Tengo miedo, Zahir- lo abrazó- tengo miedo de que no vuelvas.
-Tengo motivos para volver, Ivette. Debo lograr que me aceptes, debo volver porque te amo y no puedo morir sin haberte amado a plenitud.
Ivette, se alejó y lo miró a través de la cortinas de lágrimas.
¡La amaba!, lo había dicho y precisamente en aquel momento, cuando el peligro era inminente sobre ellos.
-Yo también te amo- sollozó- y no podré vivir si algo te sucede- le tomó las mejillas con ambas manos- por amor a Dios cuídate, no te arriesgues. Te necesito, Zahir.copy right hot novel pub