Capítulo 507
Cuando Lucio acompañó al abuelo Alves al baño, y apenas cerraron la puerta del salón privado, Luis soltó su taza de café y se dirigió a Violeta que estaba a su lado, preguntando con curiosidad, “Niña, ¿qué te parece ese muchacho
Lucio?
“Lucio tiene una personalidad muy buena, es todo un caballero,” le respondió Violeta con una opinión muy sensata.
No solo tenía un carácter amable y era caballero, sino que también era guapo y de figura esbelta, el tipo ideal que muchas mujeres desearian.
Aloir esto, Luis se animó y asintió con entusiasmo, “¿Ves? ¡Tengo la misma impresión! ¿Y tú crees que podría haber algo entre ustedes?”
Violeta, que estaba tomando un trago de cafe, casi se atraganta con la bebida al oír la pregunta.
Penso que, después de su advertencia, Luis no insistiría en el tema, pero para su sorpresa, él había aprovechado la ausencia de los demás para indagar sobre sus sentimientos.
Limpiándose la boca con una servilleta, Violeta se apresuró a enfatizar, “Abuelito, ya sabes que Rafael y yo tenemos hijos…”
Eso ya había salido en la conversación entre los dos ancianos.
Aunque sorprendido, Luis, que no era un anciano tan conservador, no juzgaba mucho las cuestiones de los jóvenes. Hizo un gesto con la mano, “No hay problema, Alves ya dijo que su nieto no le importa en lo absoluto.”
“Abuelito..” Violeta no sabía si reír o llorar.
La puerta del salón se abrió de nuevo y los dos regresaron.
Con el ocaso tiñendo el cielo de tonos anaranjados, la reunión llegó a su fin. Violeta se levantó para ayudar a Luis a ponerse de pie.
Lucio, haciendo lo mismo, fijó su mirada en ella, “Señorita Violeta, permitame llevarla.”
“Eh, no hace falta…” Violeta negó con la cabeza.
El abuelo Alves, comprendiendo la situación, sonrió y sugirió, “Luis, hace mucho que no nos vemos y hoy la charla ha sido algo corta. ¿Qué te parece si me invitas a tu casa?”
“¡Claro!” Luis aceptó con alegría.
Después de haber pasado años en el extranjero y sabiendo que el Sr. Alves había estado en Río de Janeiro todo este tiempo, ansiaba la oportunidad de conversar más, ya que a su edad cada encuentro podría ser el último.
Al oír la propuesta, el abuelo Alves se dirigió a Violeta con una sonrisa, “Entonces, niña, deja que Lucio te lleve a casa, yo iré con tu abuelo en su coche.copy right hot novel pub