La gente siempre ha tenido curiosidad de sobre que se siente estar al borde la muerte, o no de estarlo... sino, de sentir y saber que es estar muerte y eso no era de parte de Gea, ella quería vivir a pesar de que una de sus razones para hacerlo se fue a la mierda.
Los desconocidos frente a ella la miraban con fijeza, estaban preparados para cualquier movimientos que aquellas personas se pudieran atrever hacer. —Váyanse ahora mismo —La voz de Gea sonó fuerte, pero se quebró, tenía un mal presentimiento, sentía que algo iba salir mal y eso creció mas en su interior al ver como la forma lobuna de Clarisse saltaba hacia ellos. Dio justamente donde quería, el gran hocico de Risse estaba manchado con el alma de aquel hombre, le había arrancado la cabeza sin nada de misericordia.
La rabia que ella había contenido la había reflejado en aquello, las personas del bando contrario se quedaron de la misma forma, no se alarmaron, si no que, sonrieron.
—Nos da tanta risa que nuestro amo le tema a personas tan... insignificantes. —Aquello había provocado una mueca de desagrado en el rostro de Gea —¡Ni el lobo más fuerte ha podido con nosotros! Y creen que unos lobos sin poder y una bruja que no se sabe controlar nos ganarán la batalla. Esto es una ofensa.
Aquellas ultimas palabras fueron un susurro, pero los lobos lo habían oído.
—Pues si no somos tan significantes, ¡Váyanse! —Expresó Analí, ella eufórica quiso lanzar una ventisca de su poder hacia ellos, pero debía evitarlo, después de todo debía cuidar a mas personas, personas que iban a significar algo en su vida, personas que... personas que ahora amaba.
—¿Gray sabe cuanto lo amas? —Las palabras de aquel hombre hicieron helar su corazón, se sintió decaer en ese momento.
—Sal de mi cabeza, pedazo de basura. —Enojada gritó la morena, sus pies se movieron por si solos, pero una fuerza invisible la hizo detenerse.
El frío viento azotó el pelo castaño de Gea, sus ojos y los de todos fueron al hombre que ahora caminaba hacia ellos, era alto, blanco como las nubes del cielo y sus ojos eran grises como los rayos que diseñaban el cielo, era rubio, alto y fornido, el tono rojizo de sus labios y su belleza sobrehumana lo hacían un perfecta tentación, incitando a cualquier mujer humana a pecar una y otra, y otra vez.
Los desconocidos inclinaron la cabeza ante aquella supremacía hecha humana, no bajaban la mirada ante nadie, solo ante él, su amo y señor.copy right hot novel pub