La señora Carlota era consciente de la situación económica en la que su familia se encontraba, sin embargo, no iba a dejar que su única hija se casara con un vestido hecho por ella misma así que había reunido por años una modesta cantidad para su vestido aunque no lo había comentado hasta esa tarde, claro la mujer había supuesto que era más probable que ese dinero se terminará usando para salvarse de alguna urgencia, pero por suerte el dinero reunido sería usado para lo que estaba destinado:
-¿No venía a cuidar que su primo se casara con el mejor partido posible? -Dijo la matriarca Baudin claramente dirigiéndose a Amelia
-¿Qué estás queriendo decir baronesa? -Preguntó con una voz firme la señora Carlota detrás de Amelia, las Baudin se sorprendieron enormemente a ver a la matriarca Laurens en un sillón detrás de las jóvenes, La antigua baronesa palideció Carlota era una de las pocas mujeres que tenía la lengua más afilada que una espada y no era de las que se dejara insultar fácilmente y por supuesto la baronesa no era tonta sabia que ha estas alturas Carlota ya sabría quién había iniciado el rumor
-¿Es que no ha escuchado los rumores sobre la joven Olivia? -Dijo Úrsula desconociendo quien era la anciana, pero su voz era de total superioridad
-Rumores malintencionados hechos por una jovencita sin gracia ni inteligencia que no podía conquistar a un hombre y quiso perjudicar a sus congéneres de la forma más rastrera posible -La joven Baudin se puso roja y notablemente nerviosa
-de todas formas que su hija sé menta en semejante escándalo y tenga la desfachatez de aparecer en público -dijo de manera desdeñosa la señora Baudin -debería darte vergüenza Carlota
-Vergüenza te debería dar a ti -respondió Carlota haciendo sonar su bastón contra el suelo -¿Crees que no he hecho mis investigaciones de las fuentes del rumor?
-¿Estás acusándome de lo que ha hecho la desvergonzada de tu hija? -ninguno de los presentes podría explicarse como, pero la señora Laurens se paró con toda la calma del mundo y de una sola bofetada mando a volar dos de los dientes delanteros de la señora Baudin
-No te atrevas a llamar a mi hija desvergonzada otra vez, te recuerdo que la única diferencia entre tú y yo es que tu esposo tuvo mejor suerte en las apuestas, pero yo no te debo nada a ti, por lo tanto, no tengo miedo de exponer a ti y a ese hijo varón que tanto presumes -La baronesa puso una cara de terror absoluto cuando se mencionó a su hijo, Amelia, Samira, Olivia, Úrsula, la modista e incluso algunas clientes eran espectadores silenciosos de tal escena -Aparte yo me encargaría primero ese pequeño problema que tiene tu hija con los criados antes de preocuparte por las hijas de otras mujeres -en esa ocasión fue Úrsula quien se palideció, de la boca de la baronesa no paraba de brotar sangre debido a la pérdida de los dientes así que ambas mujeres salieron despavoridas de las tiendas
-¿Qué acaba de pasar? -Le pregunto con curiosidad Amelia a la señora Carlota mientras la ayudaba a sentarse nuevamente
-Te contaré si primero ayudas a elegir el vestido más hermoso de la tienda para Olivia
Con este nuevo incentivo Amelia no tardó más de 10 minutos de conseguirle el vestido perfecto, era un vestido blanco con varios lazos de distintos tamaños que bajaban por el corsé y la falda era ancha y lisa sin pliegues, la tela era de una calidad decente, era un vestido hermoso y al mismo tiempo sencillo, lo mejor para Amelia era el color blanco:
-¿Blanco? -Pregunto Samira confundida
-Representa la pureza -Dijo Amelia -Olivia es uno de los seres más puros que conozco aparte imagínatelo con joyería morada se vería espectacular ¿No crees? -Oliva sintió que su corazón explotaba de felicidad, nunca había tenido un vestido ni tan bonito como ese, pero el verse en él la hacía darse cuenta de que en realidad iba a casarse, en los últimos años había pensado que moriría como una solterona o tendría que casarse con un anciano al que no iba a amar, pero a pesar de los tragos amargos la vida era buena para ella y se casaría con el hombre que siempre quiso
-Me encanta -alcanzó a decir con la voz casi rota por el llanto de felicidad
Por órdenes de la señora Carlota el vestido se llevaría inmediatamente sin hacerle ningún tipo de modificación como era lo común, las modificaciones las podía hacer la misma Olivia, no tenía confianza en que la antigua baronesa de Baudin no intentara mover sus influencias y destruir el vestido de ensueño de su hija.
Una vez de regreso a la casa Laurens, Carlota les contó a las jóvenes que había ocurrido exactamente con las Baudin, resulta que hace ocho o diez años cuando el Barón de Baudin murió no había un heredero varón por lo que todo tendría que ser transferido al hombre más cercano de la familia paterna como era la costumbre, pero mágicamente la Baronesa estaba embarazada, hubo rumores entre los criados de la familia Baudin que no trascendieron debido al miedo que le tenían a la Baronesa, pero la cuestión iba en que el Barón ni ella habían compartido lecho en mucho tiempo y era imposible que la Baronesa estuviese embarazada del Barón, los rumores apuntaban que la paternidad del niño pertenecía a Jonathan Baudin un sobrino del Barón de no más de dieciséis años en ese entonces que se hospedó en la misma mansión antes y después de la muerte de su tío, las malas lenguas decían que el adolescente no podía pasar ni salir de la habitación de la baronesa mientras estaban viviendo juntos, que la baronesa le había endulzado el oído diciéndole que ellos dos podrían casarse si quedaba embarazada y así ella conservaría el título y él podría vivir como rey sin ni siquiera estar cerca de la línea de succión
-Trabajaron muy duro -se burló Carlota -pero al final el plan de la baronesa dio frutos para ella y no para él, que fue fácilmente manipulado para dejar el país, aunque un mensajero me dijo que el joven de veintiséis años planea regresar pronto, espero que ahora no esté pensando con él… -se detuvo -bueno que piense con la cabeza -Lo otro era un simple rumor que surgió, pero nadie podía asegurar si era cierto o no, pero se decía que la joven Úrsula disfrutaba mucho de la compañía de cierto esclavo -Al final no sé si sea cierto, pero con todas esas chismosas allí estoy segura de que el rumor no tardará de ser la comidilla de esa ciudad
-¿Me equivoco al pensar que este encuentro no fue simplemente casualidad? -Preguntó Amelia pensativa, pero la mujer ofreció una sonrisa temblorosa que confirmó que no lo era.
El sábado 9 de mayo, dos semanas después del asunto de la modista, Edward y Olivia recitaron sus votos de amor y fidelidad en frente de todos los presentes y de dios.
Como era de esperarse la boda de un conde fue un gran acontecimiento aunque como era de costumbre la fiesta se realizó en casa de la novia.
Edward y Olivia tuvieron su primer beso en frente de una multitud de ojos chismosos que pensaron que se armaría un escándalo a última hora, donde un Cipriano celoso haría todo lo posible por reclamar a la novia como suya, sin embargo, Edward recordaría el beso como el mejor de su vida y Olivia no lo recordaría de la misma manera, lo recordaría con ternura, pero en realidad recordaría que el mejor beso de toda su vida llegó dos años más tarde con el nacimiento de su Dimitri su primer hijo.
Los novios partieron antes de que comenzara a anochecer, ya que pasarían su luna de miel en la mansión de campo que estaba a solo unas horas de la ciudad y de la que Edward había ido en vísperas de navidad huyendo de sus sentimientos confusos:
-¿te quedarás? -Le preguntó Cipriano a Amelia mientras veían partir el carruaje con los novios y atrás el carruaje con el ama de llaves y Mary Ann, quienes querían ver a al señor Acosta y no desaprovecharon la oportunidad
-¿Para qué iría yo a una luna de miel que no es mía? -fue la respuesta de Amelia -no me gustan esas indiscreciones -Amelia se rio para sus adentro. Cipriano suspiró, estaba feliz por Edward, pero lo cierto era que hubiese sido mejor para él si se hubiese casado él con Olivia, así por lo menos hubiese quedado como alguien responsable y los pacientes volverían
-¿Con quién te quedarás? -Pregunto
-Soy una viuda, no una niña -dijo Amelia dejando claro que no necesitaba una dama de compañía para estar en una mansión
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