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La Llave En El Lago

Capitulo 82:

10/08/1801

Cipriano no sabía que era peor si estar en la mansión o en la ciudad, en la mansión estaba expuestos a sus familiares, su punto de quiebre fue cuando Donato llegó y le comentó que sus hijas se habían quedado para poder conocer y compartir con Mary Ann y con su futura "mamá", con la seguridad con la que lo decía él estaba seguro de que Amelia había aceptado la propuesta de matrimonio y eso lo estaba carcomiendo el alma ¿cómo podía hacer ella eso? ¿Se estaría burlando ella de él en ese momento?

Si, al principio él no tenía ningún tipo de sentimiento hacia Amelia para él era una estafadora y una demente, pero con el transcurso de los meses esos sentimientos habían cambiado tanto, más allá del aspecto físico o del sexo, Amelia era una mujer inteligente, atenta, valiente, con buen sentido del humor y la moda, esas pequeñas cosas habían hecho que Cipriano se enamorará de ella, no había sido algo como en los cuentos de hadas que ocurre mágicamente, no sus sentimientos por ella surgieron tan lento como las hojas que crecen en los árboles.

Cipriano se negaba a creer que ella hubiese aceptado la propuesta de Donato, pero al mismo tiempo en su interior se acrecentaba en él una sombra de inferioridad ¿tal vez él nunca sería suficiente para nadie? Y cruzarse con su padre solo le hacía sentirse aún peor, recordó las palizas que recibía por su padre, como su madre le decía que si se comportara mejor su padre no lo castigaría, pero no importaba su comportamiento su padre siempre lo golpeaba, así que Cipriano había crecido sintiendo que nunca era suficiente y su miedo se materializó al ver como Amelia besaba a Donato.

Por otro lado, la ciudad era más pueblo que ciudad y como toda gente de pueblo temía a lo desconocido y se apartaban al verlo a los ojos y nadie entendía que el color de sus ojos era solo algo físico, no era algo contagioso y él no estaba poseído por un demonio, era un milagro que no sacaran antorchas y tridentes para perseguirlo, incluso el sacerdote quiso convencer a Lilibeth que él no era un buen partido, a esas alturas Cipriano se sentía como la peor basura del mundo, sin embargo, el médico de la ciudad un hombre pasado en años le cayó la maravilla de Cipriano y aunque lo trataba más como un asistente que como un colega el dinero que se ganaba diariamente lo reconfortaba.

Cipriano pensaba que cuando el asunto de la boda se acabara él podría seguir con su trabajo de médico y ganar el dinero para mantenerse, él no iba a ser mantenido por su esposa, él necesitaba trabajar, necesitaba tener su mente ocupada en otras cosas que no fuera su futuro matrimonio sin amor y Amelia.

Era extraño conocía a Edward desde que tenía uso de razón, lo amaba incluso más que a Luciano, pero aun así ni siquiera había pensado en él, solo pensaba en ella, siempre ella, como respiraba, como sonreía o como movía inconscientemente su pierna izquierda cuando estaba apurada, "el capitán tiene razón no puedo vivir con el fantasma de una mujer" se decía Cipriano mientras veía a dos ancianos jugando ajedrez en la plaza central de la ciudad y eso hizo que sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas recordó al vizconde y Amelia jugando, extrañaba verlos jugar, los extrañaba a ambos, miró con melancolía sus zapatos café, pero antes que pudieran brotar sus lágrimas de sus ojos una voz lo sacó de sus pensamientos:

-¿Entonces tú eres el querido de Lilibeth? -la voz pertenecía a un hombre de aspecto extraño, el hombre vestía a la moda, con una peluca blanca y polvos blancos, tenía una manzana de Adán bastante pronunciada y ojos saltones, el tono en el que hablaba hacía que Cipriano se le pusieran los pelos de puntas

-No soy su querido, pero si su prometido -respondió

-y yo soy su ex cuñado- informó el hombre

-oh disculpe, no lo sabía -Cipriano no quería estar envuelto en otro escándalo y si el ex cuñado de Lilibeth reaccionaba mal este podría ser uno bastante grande

-Me dice Alfredo que no eres un mal hombre -Alfredo era el nombre del doctor con que Cipriano había trabajado en los últimos días -como ex familiar de Lilibeth puedo preguntar ¿Qué hace un buen hombre comprometido con ella? -Cipriano lo miró de los pies a la cabeza sorprendida no por la pregunta, sino más bien por la formulación -por favor responda con sinceridad y yo tal vez pueda darle sinceridad

-Son varias cosas aburridas que no creo que le afecten a usted, pero si debo ser del todo sincero -Cipriano suspiro sin poder creer lo que iba a decirle al desconocido, pero sentía que debía decírselo a alguien -una mujer me ha roto el corazón

-entiendo

-si voy a casarme con Lilibeth debo saber ¿en serio planea hacerle daño? -, preguntó Cipriano - Es lo que ella me ha dicho pero tal vez esta paranoica

-en honor a su sinceridad no planeo hacerle daño-el hombre tomó una pausa y después de un segundo con una aparente seguridad anunció - la voy a matar, así usted se case con ella, yo la voy a matar sus días están contados

-¿No le preocupa que vaya a la policía e informe de sus amenazas? -La convicción con que había hablado el hombre había hecho que Cipriano se asustara y formuló la pregunta a pesar de que ya conocía la respuesta, el hombre se carcajeó

-Es un buen hombre -dijo -no se case con Lilibeth o le terminará dando un té de cicuta para que duerma mejor -el hombre se marchó bajo la mirada atenta de Cipriano y se quedó saboreando la idea de renunciar a la boda y regresar por donde vino, pero él era un hombre de palabra y ya había dado su palabra de desposar a la pelirroja.

12/08/1801

Los días habían pasado y él veía con preocupación a Lilibeth, su madre aseguraba que todavía faltaba para el parto, pero la experiencia médica de Cipriano no lo dejaba pensar lo mismo, ella daría a luz más temprano que tarde, pero aun así esperaba que no fuese el día de mañana antes de la boda, si eso pasaba tendrían que posponer el matrimonio y él no quería más tiempo para arrepentirse.

Durante la cena de ese día y muy para el pesar de Cipriano tuvo que compartir una cena familiar, su padre extrañamente estaba excesivamente callado, su madre le comentaba a Lilibeth consejos tan arcaicos que solo podían haber pasado de generación en generación, la simple idea del origen de la fuente de los conocimientos de su madre dirigían la mente de Cipriano a Amelia ¿esos mismos consejos habían logrado perdurar hasta la época donde decía ella que era? Cipriano sacudió la cabeza para sacudir sus pensamientos, Amelia había besado a Donato y no solo eso se había comprometido con el, era hora de dejar de pensar en ella:

-¿Pasa algo primo? -Pregunto Donato al otro lado de la mesa

-Nada -corto Cipriano a su primo aunque en el fondo esperaba que alguien lo fuese a rescatarlo de esa boda que no quería y ahora que se acercaba la hora sentía que sus problemas económicos y su mala reputación no eran tan graves como para haberse comprometido con una mujer que no amaba, y solo podía pensar que el capitán tenía razón “qué estúpido he sido” pensaba mientras tomaba un pedazo de pan y lo remojaba en una crema de calabaza…

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