Cipriano se dijo a sí mismo que jamás olvidaría aquella mañana de noviembre en la que después de una amistosa carrera con su amigo de la infancia Edward en la que por cierto había ganado, ocurrido algo completamente extraño, cuando se disponían a marcharse Edward y él habían escuchado un chapoteo muy fuerte en el lago que hace menos de un segundo estaban admirando, y con solo girar la cabeza se dieron cuenta de que alguien se estaba disputando por mantenerse a flote en el medio del lago, no sabía siquiera cómo alguien en un segundo se las había arreglado para llegar a la mitad del lago y ahogarse sin que ellos se dieran cuenta, pero allí estaba alguien tratando de mantenerse en la superficie y no hundirse:
-hay que ayudarlo - le dijo a su amigo que ya estaba montado en su caballo y parecía estar tan confundido como él, por lo que sin esperar respuesta Cipriano se lanzó al rescate, era una situación de emergencia por lo que no le había dado tiempo de quitarse las botas o su abrigo y más tarde en el calor de su hogar recordaría el inmenso frío que sintió al chocar su cuerpo con el agua que estaba helada debido al comienzo del invierno y como tuvo que soportar estar congelándose después de realizar el rescate, él siempre había sido buen nadador por lo que no le fue difícil llegar hasta la persona que ya se había hundido y estaba inconsciente, lo tomó bruscamente por el cuello de la ropa y salió a la superficie tomó una enorme bocanada de aire y como pudo debido a la dificultad que era nada con otra persona y un abrigo de invierno, llegó hasta la orilla.
Se arrastró y dejó caer a la persona que había salvado hacía un instante en suelo y luego se dejó caer al lado mientras intentaba recuperar su aliento, escuchó una tos ahogada, la persona que había salvado estaba expulsando el agua de sus pulmones aunque como doctor Cipriano tenía que asegurarse de que la persona estuviese vivo o por lo menos bien, primero necesitaba recuperar algo de fuerzas él.
-Es una mujer -dijo Edward acercándose a donde se encontraban, "el muy bastardo ni siquiera se ha bajado del caballo" pensó Cipriano mientras trataba de normalizar su respiración, la misión de rescate no hubiese sido tanto problema, sino que era por el frío que estaba haciendo, casi podía sentir como se le congelaban los huesos - ¿cierto? - Edward buscaba una contestación, así que Cipriano que hasta el momento no había tenido la oportunidad de observar a quien había salvado se volteó para encontrarse de frente y lo suficientemente cerca para poder besarla el rostro de una mujer que parecía estar durmiendo, pero en realidad estaba en una situación muy mala, estaba pálida con los labios en forma de corazón de un color azul grisáceo y tenía unos rasgos muy delicados, la forma de su cara y su rostro eran uno muy familiar...
-es una mujer -dijo cuando Edward comenzó a aclararse la garganta
-¿seguro? - preguntó Edward como si no lo pudiese creer - nunca he visto una mujer usando pantalones - señaló, Cipriano usó sus manos para incorporarse y así poder sentarse, “por el señor” pensó, efectivamente estaba vestida con unos pantalones ¿Qué clase de dama usaba pantalones?
-si no es una mujer que utiliza pantalones debe ser el degenerado más femenino que he visto -concluyó Cipriano, se abstuvo de decir “hermosa” y cambio prefirió utilizar el término femenino, se estiró un poco para tomarle las vitales, comprobó que tenía pulso, era débil, pero allí estaba, se apartó tan rápido como pudo porque ella estaba inconsciente y era casi seguro que no se despertara, pero si lo hacía seguramente montaría el escándalo más grande la vida al despertar mojada, desorientada y con un hombre que no conoce tan cerca de ella.
-¿Está bien? - Cipriano vio a Edward bajar de su caballo
-Está viva -dijo como si eso era lo respondiera todo -creo que debemos llevarla a un sitio caliente está tan fría como un cadáver - Edward como buen caballero le ofreció su abrigo para que arropara a la desconocida, para Cipriano fue claro que él no quería acercarse a ella y entendía perfectamente la razón por que él tampoco quería acercarse a ese rostro tan conocido que se había convertido en el rostro de un fantasma.
Después de abrigarla se las arreglaron como pudieron para montarla en un caballo y transportarla hasta la mansión que no estaba tan lejos del lago aunque subir y bajar por la colina con los caballos era un proceso que tomaría por los menos unos cinco minutos y otros cinco minutos más en llegar a la mansión, ninguno de los dos hombres quería ser el que tuviera que cabalgar con ella, pero al final Cipriano tuvo que hacerse el responsable, él la había salvado y era el único que tenía conocimientos médicos así que él podía notar una señal de alerta por si la joven empeoraba, aunque el calor que seguramente desprende Edward (porque no se había lanzado a un lago casi congelado) le hubiese servido para tratar de hacerla entrar en calor hubiese sido útil, en ese momento lo mejor era que lo que se había decidido.
A mitad de camino ya él estaba comenzando a notar que a pesar del frío la chica parecía estar comenzando a tener mejor aspecto, los labios estaban comenzando a tener una tonalidad rosada, la desconocida era hermosa eso estaba claro, pero también estaba claro quién era ella y lo que representaba, vio a Edward de reojo esperando que él dijera algún comentario, pero parecía estar tan sumido en su mente que no sabía cómo tocar el tema:
-¿Qué crees que hacía en el lago? -preguntó Cipriano
-ni idea -respondió Edward- ¿por qué crees que use ropa de hombre?
-tal vez estaba huyendo de algún sinvergüenza que la intentaran… bueno ya sabes -él decoró impedía pronunciar la palabra, aparte si alguien se enteraba de que la joven estaba siendo atacada su reputación quedaría manchada de por vida.
-¡En mi propiedad! - esa idea obviamente no le hacía gracia a ninguno de los dos, aunque si la gente se enteraba de que eso pasaba dentro de la propiedad de un conde sería un escándalo tan grande que seguramente todo el país hablaría de eso por meses.
-Tendremos que preguntárselo cuando despierte -dijo y otra vez el silencio reino, la pregunta que quería hacer se extendió en el pecho de Cipriano como una pequeña chispa que rápidamente se transforma en un incendio y cuando por fin llegaron a la casa no aguantaba más las ganas de saber ¿Quién era ella? Y algunas preguntas que habían surgido en el camino “¿Cómo había llegado al lago? ¿Había estado allí todo el tiempo? Y ¿Realmente podrían existir dos personas tan parecidas sin estar realmente relacionadas?”
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