El susodicho vestido se entregó la mañana del día del baile por lo que, por un lado, estaba la curiosidad de que distinto tenía el vestido porque ni siquiera entre los rumores se podía asegurar el color y, por otro lado, la ansiedad de Amelia por si estaría bien, ella había tenido malas experiencias con mandar a hacer vestidos en el pasado o ¿en el futuro? Y pensaba que siempre era mejor comprarlo hecho de una vez, pero a pesar de estas dudas en definitiva no había nadie en la ciudad que no tuviera una expectativa respecto al vestido.
Amelia ni siquiera vio a Edward durante ese día, este le había indicado que como sería su primera aparición en sociedad ella debía esperar a después del comienzo del baile para aparecer y dar su gran entrada, ella había pasado el día aburrida viendo yendo y viniendo a la servidumbre que organizaba cuidadosamente cada mesa, asiento, candelabros, fuentes de comida, agua y demás, no fue hasta que comenzaron a llegar los músicos que tenían que desempacar sus pesados instrumentos y asegurarse de un buen lugar para que su música fuese escuchada en cada rincón de la casa que Beatriz se le acercó y le dijo que era hora de que tomara un baño y se a arreglarse.
Fue así como Amelia tomó un baño largo, lo hacía todos los días a pesar del frío y de las objeciones de cualquiera de la casa, ella no sabía que en esa época se bañaban muy poco y que la higiene era algo que dejaba mucho que desear, sin embargo, al explicarle a Edward lo importante de mantener una higiene este adoptó el bañarse con frecuencia lo que Amelia sin duda agradeció, ya que le hacía más fácil estar cerca de él, una vez bañada dos jóvenes doncellas la ayudaron a peinarse, intentaron maquillarla, pero Amelia recordaba haber escuchado en un video de YouTube que el arsénico, plomo o mercurio eran utilizados para hacer el maquillaje en estas épocas y lo tóxico que estos eran, sin embargo, una de las jóvenes le dijo que el lápiz de labios lo había preparado ella misma con cera de abeja y fresas machacadas y que si no quería utilizar ningún producto comprado que por lo menos utilizara su labial.
Muy pronto Amelia se encontraba lista, se veía en el espejo y no podía creerlo, nunca pensó que tendría que usar un vestido con corsé, armazón y una ropa interior que parecía un vestido por sí solo, se admiró el escote del vestido, la modista quedó escandalizada cuando ella le pidió que le bajara un poco el escote, Amelia no era de las mujeres que le gustara mostrar mucho, pero había observado que todos los vestidos tenían un escote inexistente y ella entendía que esto se debía a la poca libertad sexual que tenía la mujer, pero ella quería sentirse como una diosa y ¿Por qué no? Al fin y al cabo ella en un par de meses se iría y nadie hablaría de ella nunca o por lo menos a nadie en futuro le interesa la historia de una mujer que utilizó un escote en una fiesta, y tampoco era mucho, era lo que en su época se diría que era lo suficiente para no considerarla una santurrona pero no lo suficiente para ser considerada una zorra, aunque las doncellas parecían algo sorprendidas lo que le hacía pensar que tal vez para esta época esto era cruzar la línea de santurrona a zorra.
Cuando Edward tocó la puerta para acompañarla a bajar ella ya había perdido toda confianza, cuando abrió la puerta estaba casi segura de que le rogaría a Edward que la disculpara y que se cambiaría por otro vestido que había comprado inmediatamente. Edward quedó sorprendido y solo podía mirar fijamente el escote, se avergonzaba de verle los pechos a su... ¿Prima? ¿Nieta? ¿Bisnieta? ¿Tataranieta? Pero cuando pasabas por esa impresión inicial había que admitir que ese vestido y ese color le favorecía enormemente y se veía como cualquier dama de sociedad:
-si crees que me sobrepase, me cambiaré enseguida -entonces Edward cayó en cuenta que ella era un mar de nervios al igual que lo hubiese sido cualquier mujer u hombre en una situación meramente similar
-por supuesto que no - El vestido era escandaloso por supuesto, pero ella se veía más refinada que cualquier otra dama y Edward siempre había sido observador y había notado que desde la discusión con Cipriano hacía casi más de una semana ella no actuaba de la misma manera y él tampoco lo había hecho, pero la notaba menos alegre, más apagada excepto cuando le preguntaban por el vestido misterioso era algo que parecía no alegrarle, pero si divertirle, como si fuese una niña pequeña planeando una travesura y él que había sido un niño travieso sabía que a veces una travesura por muy escandalosa que fuera servía para reconfortar el corazón - te ves muy bien, tal vez mañana muchas madres casamenteras se quejen del vestido, pero trata de disfrutar el hoy -Edward le guiño un ojo y le brindo su brazo para escoltarla al gran salón, Amelia estaba muy agradecida por Edward por no actuar como un demente irracional por solo dos centímetros de tela.
Cipriano estaba rodeado de muchas madres hablándole de las proezas de sus hijas, todas eran excelentes bailarinas, excelentes con algún instrumento, en bordado o cualquier tontería que la madre en cuestión quisiera alabar de su hija que obviamente quería casar lo más pronto posible, solo había asistido para cuidar a su amigo de la mujer demonio que se empeñaba en cuidar, toda la semana había escuchado a alguna mujer fuese esposa, hija, hermana de algún paciente o incluso si era la convaleciente hablando de Amelia y su dichoso vestido, pensó con una enorme vergüenza que durante la semana por obras del destino se había encontrado con la Señora Caroline la modista quien a pesar de no conocerse muy bien él no aguanto la curiosidad y se acercó a hablar con ella, no porque le interesara el vestido en cuestión, sino más bien por el precio de dicho vestido, saber cuánto había gastado Edward en ese vestido para luego poder usarlo de argumento para hacer que este sacará a ese demonio de su casa:
-Sabe doctor Deluca es usted el único hombre o mujer en toda la ciudad en preguntarme por el precio del vestido -observó la señora y esto hizo sentirse avergonzado a Cipriano -¿puedo preguntar el motivo?
-siéndole sincero, señora Caroline debo admitir que la señorita a la que se le vendió dicho vestido no es de mi total agrado - Cipriano ya lo había dejado claro algunos otros caballeros que se habían acercado a preguntar por la joven y no había razón para ocultar ese desagrado a estas alturas
-agradezco su sinceridad, aunque no entiendo de qué le sirve saber el costo del vestido -la señora lo examinaba de pies a cabeza - por lo que yo seré sincera con usted, el vestido era un vestido viejo pasado de moda ni siquiera estaba segura de venderlo, así que el precio fue una rebaja, algo que seguramente una criada podría pagar y el arreglo que le hice tampoco fue caro - a Cipriano le sorprendió esto - pero si me permite ¿puedo ser sincera con usted en otro asunto?
-por supuesto
-es la primera vez que usted muestra el más mínimo interés en una joven de la ciudad, así que debería examinar sus pensamientos -la mujer se llevó su abanico a su cara con un gesto algo dramático y enigmático- porque lo suyo querido no es desagrado
-¿a qué se refiere entonces? -preguntó Cipriano
-pasión por supuesto -La modista le regaló una sonrisa de superioridad a Cipriano y no espero respuesta de este, simplemente se fue.
Esa conversación había transcurrido el día anterior y todavía sentía que la sangre le subía a las mejillas, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando todos voltearon hacia la escalera doble, él se giró y entonces la vio.
Amelia y Edward bajaba las escaleras, si Cipriano no lo supiera podría haber pensado que ambos eran hermanos gemelos, Amelia estaba imponente con un vestido azul que muy pocas damas podrían usar con tanto porte, el cabello largo y lacio que usualmente llevaba suelto, lo tenía recogido con algunos mechones que caían formando unos rizos perfectos, Edward también estaba impecable en su traje.
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