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(COMPLETO) Las Crónicas de Aralia (1): Gemelos de sangre

LXXIX

—Agh.

Un sonido gutural. La figuraba estaba cada vez más y más cerca, pero ni aun así lográbamos distinguir nada. Teresa temblaba con fuerza mientras seguía tapando su boca con sus manos. Sus ojos estaban llenos de miedo.

—¡Menudo beta! Será posible...

De repente, el cuerpo de Teresa dejó de temblar violentamente, reprimió un grito ahogado y corrió todo lo rápido que pudo hacia la negra figura que ya comenzaba a tomar forma de hombre. No había ninguna duda. La voz pertenecía a Ángel y parecía que se encontraba bien. Había vuelto a por Teresa, tal y como prometió.

Mis ojos se llenaron de lágrimas de pura felicidad mientras mi amiga se reunía con su compañero, quien se preparaba para cogerla al vuelo en cuanto estuviera al alcance de sus brazos. Las manos de Tabak se posaron sobre mi cintura.

—Sabías que era él —lo acusé—. Lo sabías. ¿Por qué no nos lo dijiste? ¡Casi nos da un infarto!

—No quería arruinaros la sorpresa —su sonrisa era absolutamente deslumbrante—. Además, un poco de sufrimiento nunca viene mal.

Como respuesta, le pegué suavemente en el brazo mientras me reía. Teresa abrazaba a Ángel que todas sus fuerzas mientras el lobo escondía la cabeza en su cuello, inspirando su aroma. Teo se acercó a ellos por detrás con solo unos pantalones puestos. Miré a Kenzye, deseosa de ver cómo reaccionaba ante su compañero.

Tímida a la vez que temerosa, la rubia se acercó lentamente a él. Teo también estaba nervioso, se podía ver desde lejos. No sabía cómo manejar aquella situación. Y de repente allí estaban, uno delante del otro sin saber qué hacer o qué decir. Mi amiga miró hacia atrás, pidiendo ayuda. Dirigí una mirada de disculpa a Tabak antes de subirme las faldas del pomposo vestido para acudir al encuentro de Kenzye.

—Parece que todo ha salido bien —comenté, echando un vistazo a la feliz pareja que se encontraba a nuestro lado.

—Él mismo os lo contará cuando se haya saciado de su compañera —Mateo esbozó una pequeña sonrisa y después miró a Kenzye a los ojos—. Escucha, sé que todo esto es nuevo para ti y lo cierto es que el momento no ha sido el adecuado. De habernos conocido en otra situación podría haberme acercado a ti como es debido, pero estabas en peligro y tenías que venir aquí. Siento mucho que hayas tenido que verte arrancada del seno de tu familia, pero espero que comprendas que todo lo que se ha hecho tenía el fin de proteger tu vida.

—Soy consciente de ello —la mano de Kenzye capturó la mía y yo le di un apretón amistoso mientras me preguntaba qué diablos estaba haciendo yo siendo un completo candelabro—. No culpo a nadie de lo sucedido. El pasado ya no se puede cambiar, ¿verdad? —Teo negó suavemente con la cabeza—. Supongo que lo único que queda es pensar en el presente y el futuro.

—¿Y lo has hecho? ¿Has pensado en ello?

—Largo y tendido —ella esbozó una sonrisa nerviosa—. Me encantaría poder decir que me quedaré aquí y que no extrañaré nada de mi mundo, pero no es así. Yo no soy como Teresa ni como Lidia. Tengo una familia que me quiere y a la que me gustaría poder recuperar.

—¿Renunciarías a lo nuestro por ellos? —el dolor era palpable en el rostro del lobo.

—No —la negativa de Kenzye me sorprendió incluso a mí—. No, no quiero tener que renunciar a algo así. Aunque necesite tiempo yo… Me gustaría conocerte.

—A mí también me gustaría —esbozó una sonrisa al tiempo que escondía las manos a su espalda, supuse que para tratar de detener el impulso de tocar a su compañera.

—¿Crees que podríamos llegar a una especie de acuerdo? —preguntó Kenzye con dudas.

—Si estás dispuesta a darme una oportunidad, haré lo que haga falta —declaró.

Elegí aquel momento para despedirme de ellos y dejar que pasaran algún tiempo a solas. Kenzye ya no se encontraba tan tensa y tenerme al lado no la ayudaría más de lo que ya lo había hecho. Teresa por fin sonreía, y lo hacía de verdad mientras acariciaba los mechones rubios del cabello de su compañero.

Dándome la vuelta, vislumbré a Karintia al lado derecho de Tabak. Ambos parecían bastante contentos y hablaban de sus cosas. Pero cuando los ojos del vampiro se posaron sobre los míos, me invitaron a acercarme a ellos.

—Lo tenías todo planeado, ¿verdad? —le pregunté a la híbrida mientras Tabak rodeaba mi cuerpo con sus brazos—. Nada en nuestras vidas ha sido una coincidencia. Sabías quiénes éramos.

—Sabía que eras la compañera de mi hermano —asintió—. Y sabía que Teresa era la compañera de Ángel. Por eso la elegí a ella de entre todas las chicas de todos los orfanatos del mundo. No fue al azar. Sin embargo, he de admitir que lo de Kenzye me tomó por sorpresa. Ya sabes lo que dicen en el mundo humano: Dios los cría y ellos se juntan.

No pude evitar echarme a reír. Después de todo lo que había vivido me resultaba incluso gracioso escuchar algo tan normal como un dicho español. Por fin la tranquilidad llegaba a nuestras vidas. Aunque todavía quedaban muchos aspectos por resolver, pero todo estaba yendo según lo previsto.

Aquella noche apenas dormimos. Los pequeños problemas que aún teníamos que tratar quedaron a un lado mientras Teresa se regocijaba por tener a Ángel al lado. La velada se trasladó al salón del castillo, donde nos acomodamos sobre los mullidos sillones.

—La Luna te ha aceptado, ¿verdad? Por eso estás aquí —Teresa aún no se creía que no fuera un sueño.

—Habría vuelto aunque la Luna me hubiera rechazado —le aseguró el lobo, acariciando su cuello con la nariz—. Pero sí, la Luna me ha aceptado como nuevo alfa de la manada. He relevado a Lucian.

—A ver quién aguanta ahora a tu padre con lo activo que es sin tener nada que hacer —comentó Karintia con una gran sonrisa.

Era obvio que se sentía demasiado feliz por Ángel y también por Mateo. Esa felicidad incluso la había alejado un poco de todos los asuntos preocupantes que tenía entre manos. La compadecí, ¡vaya que si la compadecí! Al principio la había admirado e incluso había envidiado un poco todo su poder, pero en aquellos momentos me empezaba a dar cuenta de que no lo quería. Tanta responsabilidad acabaría matándome, pero a Karintia no. Ella podía con todo y saldría victoriosa en sus batallas. Lo sabía.

—¿Qué has hecho todo este tiempo? ¿Por qué no querías verme? —le preguntó Teresa a Ángel, quizás un poco dolida.

—No es que no quisiera, pero era lo mejor —le hizo entender—. Estuve encerrado casi todo el tiempo en una cárcel improvisada, vigilado en todo momento por Mateo.copy right hot novel pub

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