Modo oscuro
Idioma arrow_icon

Destino Inevitable

XXII. Perdón.

–¿Y bien? ¿Quién está en esa habitación? –Preguntó de nuevo al ver que su padrino permanecía callado.

–Alessandro…quería contártelo antes, no te enojes conmigo…

–Padrino, habla de una vez y déjate de rodeos.

Antes de que pudiera abrir la boca, la puerta de la estancia ubicada en la parte izquierda del despacho se abrió de repente.

–Flavio, no hace falta seguir ocultándome. –Podría reconocer esa voz entre miles aunque pasasen años.

Alessandro se esperaba a cualquiera menos a la persona que se encontraba parada a unos pasos de él, no era nada más y nada menos que su padre, al verlo se paralizó en el sitio, había evitado por tantos años esta situación, estar pisando el mismo suelo que ese desgraciado no hacía más que hacerle sentir unas ganas insufribles de tomar justicia por todo lo que hizo, hasta el día de hoy se levantaba sobresaltado en las noches debido a una maldita pesadilla que se repetía una y otra vez, con más intensidad, tantas veces pasaba horas sufriendo por el dolor intolerable de su brazo al pensar en su hermano y en la impotencia de no haber podido salvarlo, la mirada que Paolo le dedicó unos segundos antes de morir la llevaba grabada en todo momento. Había desquitado parte de su odio con Donato, haciéndolo arrepentirse del día en el que siquiera se le pasó por la cabeza pensar en meterse con su familia, pero el resentimiento y el inmenso rencor que tenía por aquel hombre que lo miraba atento delante de él revivía con más fuerza y vigor. Los años no le habían tratado tan bien, se veía más mayor y envejecido, pelo negro al igual que sus ojos, una barba larga, y vestia elegante, seguramente se encargaría de seguir con sus sucios negocios en cualquier otro lugar del mundo.

Alessandro apretó los puños, lo siguió con la mirada hasta que él se detuvo para quedar cerca de su padrino.

–Es mi hijo, no tengo por qué esconderme.

Sentía cómo la sangre palpitaba con furia en sus venas, ¿todavía tenía el descaro de llamarlo hijo?

–¿Hijo? ¿De qué hijo hablas? –La ira que acompaña a su voz se podía notar de lejos.

–Eres un Ferrari y nunca dejarás de serlo, aunque tu odio por mi te haga negarlo.

–¿Odio? –Alessandro se carcajeo con aversión–. Odio no es nada, no existe palabra para expresar lo que siento por ti, gran malnacido.

Vió cómo Aurelio se tensaba, era más que evidente que nadie se atrevía a insultarlo y mucho menos a hablarle de esta forma.

–Veo que perdiste el respeto que me tenías, te ves tan empoderado y fuerte, tal y como lo fui a tu edad, me enorgullece verte tan bien, tus logros y la inteligencia que tienes…

Alessandro lo interrumpió tomando la botella de alcohol que estaba sobre la mesa estrellándola contra el suelo, había vidrios por todo el lugar. Necesitaba hacer eso, o mataba a ese sinvergüenza en ese mismo instante. No esperaban esa agresividad se su parte, pues se reflejaba la sorpresa en sus rostros.

–¿Qué mierda se supone que es esto? ¡¿Un reconocimiento a tu hijo por sus logros?! ¡CIERRA LA MALDITA BOCA SINO QUIERES QUE TE PEGUE UN TIRO HIJO DE PERRA! ¡ESTAS TENTANDO MI PACIENCIA!

–Pensé que tu odio hacia mí no sería el mismo después de que Flavio te contara mis razones pero veo que no eres capaz de dejar el pasado atrás.

–¿Estás escuchando tus palabras? ¿Dejar el pasado atrás? No seas cretino, dejaste a tus hijos sabiendo cuál sería la consecuencia, y eso "padre" –Entonó la palabra sarcásticamente–. No es normal si pretendes protegerlos del peligro, no quieras ahora volver como si no hubiera pasado nada, porque te advierto de algo. –Lo señaló con el dedo mirándolo con sumo desprecio–. Estoy aguantándome las ganas de no hacerte pagar con creces lo que causaste.

Pudo ver el terror que se empezaba a expandir por su rostro.

–Estoy seguro que te enteraste de todo por lo que mi queridísimo enemigo, Donato tuvo que pasar antes de hacerle compañía al diablo y te puedo hacer una demostración ahora mismo, si pretendes terminar con la poca paciencia que estoy teniendo ahora mismo, o prefieres estar a su lado, eran hermanos, ¿no? Las ratas siempre están juntas hasta el final, jodiendo hasta el último minuto pero su teatrito siempre termina cuando alguien las pisa.

–No serías capas de asesinar a tu padre…–Con su timbre de voz parecía más una pregunta.

–Déjame quitarte las dudas, no quiero que a mi preciado y estimado padre le quepa la menor sospecha de que su hijo lo mataría en una abrir y cerrar de ojos. –Sin dejar de mirarlo con su mano derecha elevó su jersey y agarró la pistola CZ P-07 Duty que se encontraba sujeta al cinturón de su pantalón–.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio