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Destino Inevitable

LXXVII. Escapar.

Pudo sentir a la perfección cómo sonreía, su aliento caliente ventilaba sobre su piel y eso empezaba a trastornarla.

–Vámonos de aquí...–Susurró sobre su boca antes de apartarse de ella para abrir la puerta.

–¿A dónde? –Preguntó desorientada.

Él elevó una ceja con una sonrisa pícara notando sus nervios, podía jurar que estaba conteniéndose para no reír y eso los acrecentaba.

–¿No querías ver a Ámbar?

–Por supuesto... –Dijo como si despertara de un sueño.

Salieron por la puerta, Aurore fue la que salió primero y pegó un grito de sorpresa al encontrarse a un hombre orinando en uno de los urinarios en la pared, se giró chocando con el pecho de Alessandro.

–Oh, dios. Que vergüenza...–Susurró cerrando los ojos mientras unos brazos la envolvían.

–Este baño es de hombres, ¿no vieron el símbolo en la puerta? –Preguntó apresurado el desconocido intentando cubrirse.

–Perdone, fue una urgencia. Mi mujer está embarazada y entramos aquí.

–¿Su mujer puede salir, por favor?

–Aurore... –Apartó un mechón de su cabello hacia su oreja observando que seguía con los ojos cerrados–. Tenemos que salir de aquí. –Susurró acariciando su mejilla.

–¿Ya guardó su cosa? –Preguntó avergonzada. Alessandro soltó una carcajada sin poder reprimirla, y ver lo enrojecido que estaba su rostro le causaba mucha más gracia.

–¿Mi cosa? –Hizo la pregunta el hombre totalmente desconcertado–. ¿Esto es una broma con cámara oculta o algo parecido?

–Salgamos de aquí...–La llevó aún pegada a su pecho hasta la salida lentamente.

–¿Estamos fuera? –Preguntó aún agarrando su camisa con su rostro pegado a él.

–Averígualo. –Elevó la vista despacio mirando a su alrededor, confirmando que ya habían salido.

Se apartó un poco para mirarlo a los ojos, este la miraba con un semblante sumamente burlón.

–¿Su cosa? ¿En serio? –Preguntó acariciando su mejilla colorada mientras sonreía.

–Ha sido lo más vergonzoso por lo que he tenido que pasar, que pena con el pobre hombre... –Susurró completamente abochornada mientras empezaban a caminar hacia la habitación de Ámbar.

–Nunca digas que algo ha sido lo más vergonzoso que te ha pasado, jamás sabrás qué pasará mañana. –Comentó él.

Antes de que Aurore pudiera decir nada los policías que tiempo antes estaban interrogando a su amiga salieron junto al doctor apartándose del lugar, parece que al fin terminaron con las preguntas. Alessandro le dijo que iría junto con ellos para informarse de la situación, y se reuniría con ella en nada. Varias veces antes de escuchar el permiso para pasar, Ámbar esta vez se encontraba recostada, se veía más calmada pero la conocía perfectamente como para saber que seguía todavía muy afectada. Cuando sus ojos conectaron con los suyos supo que estaba muy mal. Aurore se acercó hasta una silla al lado de la cama, se sentó tomando su mano.

–Aurore, tú...–Cerró los ojos por un prolongado tiempo, suspiró pesadamente conteniendo aquellas lágrimas que asomaban en sus ojos–. Siempre has velado por mí, no importaba si al final del día terminabas sin fuerzas o te faltaban las ganas de seguir adelante, allí estabas y estás, a mi lado. A pesar de que la vida te ha tratado de la peor forma posible, sigues siendo el mismo ángel que conocí, nadie ha logrado corromper tu alma ni ese corazón puro...–Paró varios segundos mirándola a los ojos–. Ahora me doy cuenta de todo el daño que han provocado en ti, te han herido y jamás te has merecido todo el mal que te han hecho. El día que te conocí en aquel restaurante, la primera vez que te vi supe la maravillosa persona que eras, y como siempre me ayudaste como una heroína. ¿Te acuerdas? –Sonrió con aflicción mientras varias lágrimas resbalaban por sus mejillas, Aurore asintió secando su rostro con delicadeza sin soltar su mano.

–¿Por qué dices todo esto? Hablas como si esta fuera nuestra última conversación o una especie de despedida. –Torció los labios al notar la forma en la que se estaba conteniendo.

Ella siguió hablando viéndola con esa melancolía en la mirada.

–En esos tiempos yo ya había trabajado por algunos meses en aquel restaurante, apenas me había mudado a la ciudad y ese era el único lugar en el que logré trabajar, tú viniste a solicitar trabajo ahí, te pidieron quedarte en un lado para que el jefe te atendiera. Te habían hecho esperar mucho tiempo, de hecho recuerdo que fue casi una hora pero allí seguías en el mismo lugar, parada con esa mirada cansada pero a la vez llena de esperanza, algo que jamás perdiste porque sigues siendo igual. A mí me tocaba entregar varios pedidos a las mesas, había un grupo de chicos en una de ella, uno de los tipos que estaban sentados, ese sinvergüenza me tocó queriendo mostrar su virilidad ante sus amigos y se carcajeaban a lo grande. Ni siquiera me di cuenta de cuándo llegaste a mi lado y agarraste el plato de albóndigas de ternera de la bandeja para estampárselo en la cara. La mejor parte fue ver la cara de ese hombre enfurecido lleno de salsa de tomate, hasta en las cejas. –Rió quejándose un poco por el dolor, se agarró el vientre.

–¿Qué pasa, Ámbar? –Se levantó de la silla con rapidez–. ¿Por qué te agarras el vientre? ¿Te está doliendo mucho? Voy a llamar al médico. Sí, es lo que voy a hacer, regreso enseguida. —Antes de que pudiera dar la vuelta a la cama su amiga le agarró de la mano.

–Aurore, siempre he sido yo la dramática y exagerada. ¿Desde cuándo se han cambiado los papeles? –Sonrió afligida haciéndola sentar de nuevo en la silla–. Tranquilízate, amiga. Tienes que pensar en tu embarazo, estás muy pálida.

–¿Estás segura que estás bien?

–Sí, todavía sigo aquí.

–¿Todavía? –Preguntó confundida–. ¿Por qué siento que estás hablando como si te estuvieras despidiendo? No me gusta esta sensación.

La vio suspirar, con su vista seguía la caricia de sus de dedos en su palma.

–Me he dado cuenta de que no tenemos la vida comprada, Aurore. Casi no hablamos de la muerte porque nos da miedo el simple hecho de pensar que mañana quizá no estemos o no estén nuestros seres queridos. Ese sentimiento me abrumó en el día de hoy, me llené de terror pensando que no tendría ni siquiera la oportunidad de despedirme, de dar un adiós o un te quiero...

–Ámbar, mírame. –La miró fijamente, ella obedeció y la vio sonriendo.

–¿Qué pasa?

–Para.

–¿Parar el qué? No te comprendo, Aurore.

–Para ya, por favor. No sigas con esto. No te hagas más daño, sácalo...

Su amiga dejó de sonreír para mostrar seriedad y una falsa confusión que fueron desapareciendo desvaneciéndose al igual que su sonrisa para apretar los labios mordiéndolos, un inevitable y desgarrador sollozo salió de su garganta estallando en un llanto desolado, cubrió su rostro dejando escapar ese dolor. Aurore se sentó en la cama a su lado para abrazarla con fuerza, sentía su cuerpo temblar y vibrar con cada sollozo y lamento, fue el único sonido en la habitación por un prolongado tiempo, no supieron cuánto había pasado, solo se separaron cuando simplemente el silencio era el que se había expandido en la estancia solamente. Se miraron fijamente, Aurore agarró el paquete de pañuelos que había tras ella en la mesa y se lo extendió. Ella también tomó uno.

–¿Cómo en los viejos tiempos? –Aurore asintió sonándose la nariz–.copy right hot novel pub

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