Modo oscuro
Idioma arrow_icon

VENDIDA (COMPLETA)

CAPITULO FINAL | PARTE II

ERICK COLLINS.

Todo mi cuerpo tiembla a causa del frío que hay en la habitación.

Mi cabeza duele tanto, me siento aturdido.

Poco a poco abro mis ojos con dificultad ante los rayos del sol mañanero que se cuelan por la ventana que ahora está abierta.

Examinó todo a mi alrededor, de inmediato me doy cuenta que estoy en una de las habitaciones de huésped de mi casa.

«¿Cómo llegue hasta aquí?» Me pregunto, tratando de recordar que sucedió anoche después que cerré mis ojos en aquel bar, sin embargo, mi mente está en blanco.

Suspiro, derrotado al no poder recordar.

Me levanto de la cama y es cuando notó que sólo traigo puesto mi bóxer, no hay rastro de la ropa que tenía ayer.

Es por eso que tengo tanto frío...

No le tomo tanta importancia a eso, busco una toalla en el pequeño clóset que está en la esquina y me la coloco alrededor de mi cintura para después ir hasta mi habitación.

Una vez entro no hay nadie, lo que me hace suponer que Raquel está abajo.

Voy directo hacia el baño en donde me doy una ducha no con agua tibia, sino con agua helada. De una u otra forma debo quitar este malestar de mi cuerpo. Salgo después de unos minutos, seco mi cuerpo con una toalla la cual enrollo a mí cintura y antes de salir del baño, cepillo mis dientes.

El dolor de cabeza se hace cada vez más fuerte, por lo que me veo obligado a tomarme dos aspirinas para después comenzar a vestirme con lo primero que tomo del clóset: un suéter color mostaza y unos vaqueros un poco anchos.

Bajo en busca de mi chica a quien encuentro en la cocina cortando algunas fresas para dejarlas dentro de la licuadora.

— Buen día —saludo llamando su atención, elevando la comisura de mis labios en una pequeña sonrisa.

Ella me da una mirada rápida sin ninguna expresión plasmada en su rostro antes de volver su mirada a lo que está haciendo.

De acuerdo, está enojada.

«¡Era de esperarse, genio!» Grita mi subconsciente y no puedo evitar darle la razón.

Inhalo profundo.

— ¿Por qué estás aquí? —pregunto, sacando conversación—. Puedes decirle a...

— Están en su día libre —responde de manera cortante, sin mirarme.

— ¿Podemos hablar? —inquiero, dudoso.

— Eso estamos haciendo, ¿no? —levanta su mirada, arqueando una ceja.

— Si, pero...

Me veo obligada a callar cuando todavía mirándome, ella enciende la licuadora que tritura las fresas de manera veloz, convirtiéndolas en un batido/jugo.

De manera cansada por su actitud, suspiro.

Doy pasos cortos hacia ella, pero antes de poder acercarme a su persona un poco más, Raquel vierte su batido en un vaso de cristal rápidamente y se va al otro extremo de la cocina.

Es más que obvio que no quiere tenerme cerca.

— ¿Qué ocurre? —pregunto, ignorante ante su comportamiento de hoy.

— ¿Dónde estabas anoche? —dice, ignorando mi pregunta.

— En un bar, tomando —digo obvio.

Sí desperté aquí, ella tuvo que verme anoche en un estado nada sobrio a como la mayoría del tiempo estoy.

— Creo que no formulé de manera correcta mi pregunta, espera —toma un sorbo de su batido—. ¿Con quién estabas anoche?

— Con nadie —respondo sin dudarlo—. Estaba solo.

— No me mientas.

— No te estoy mintiendo —le aseguro—. En el tiempo que dure en el bar estuve sólo.

— Entonces explícame cómo es que tiene dos chupones en tu cuello y pecho, Erick.

— Yo no tengo... —estiro el cuello de mi suéter para así ver mi pecho, guardo silencio al comprobar lo que dice. Levanta la mirada hacia ella—. Te juro que no sé cómo es que esto apareció en mi cuerpo.

— ¿Ah, no? —arquea una ceja, cruzando los brazos sobre su pecho, su semblante en todo momento permaneció serio—. Entonces tampoco sabrás cómo es que tú camisa estaba manchada con un labial color cereza.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio