Sin previo aviso, Raquel corrió hacia él y le llamó:
—¡Papá!
Raquel ya se había subido sola a la silla situada frente a su escritorio, desde donde finalmente se subió a su mesa.
Normalmente, cuando trabajaba en casa, Delfino dejaba que Raquel se sentara en el escritorio. Como era demasiado pequeña, solo podía sentirse aliviado cuando la tenía a la vista.
Yadira se acercó y se detuvo un momento antes de decir:
—Raquel te echaba de menos, así que la traje aquí. Por cierto, tengo que hablar contigo.
«¿Hablar?».
Probablemente, llevar a Raquel de vuelta era solo una excusa para tener esa charla.
Delfino sólo le dirigió una débil mirada y luego llamó al sirviente para que llevara a Raquel a su habitación.
Cuando Raquel se fue, se sentaron frente a frente. Por alguna razón, ninguno de los dos empezo la conversación.
Yadira miraba el escritorio, mientras Delfino bajaba la cabeza y hojeaba despreocupadamente los documentos que tenía en la mano.
Al cabo de un rato, Delfino dijo:
—¿No tenías algo que decir? Si no tienes nada que decir, todavía tengo trabajo que hacer.
Delfino dijo con una voz fría e indiferente, en la que Yadira no pudo sentir más emoción que un rastro de aburrimiento.
Yadira frunció los labios con fuerza y respiró profundamente antes de hablar:
—¿Cuándo vas a casarte con Ximena?
Delfino hizo una pausa y finalmente miró a Yadira.
—¿Qué? ¿Quieres asistir a la boda?
Al oír esto, Yadira apretó involuntariamente las manos, pero siguió manteniendo una expresión de calma, incluso sonrió:
—¿Por qué no iría si me invitas?
Delfino no esperaba que ella dijera eso, por lo que se quedó mirando a Yadira sin decir nada.
—Si has decidido casarte con Ximena y quedarte con la custodia de Raquel. Te demandaré. —Tras decir esas últimas dos palabras, Yadira se tensó, sentándose con la espalda recta. Esperaba nerviosa la respuesta de Delfino.
«¿Qué dira Delfino? ¿Seguiría siendo el mismo de antes?».
Habían vivido juntos durante mucho tiempo, así que Delfino conocía muy bien los hábitos de Yadira.
Retiró las manos del escritorio y las colocó sobre sus piernas. También apretó las manos con fuerza bajo el escritorio, donde Yadira no pudiera ver.
Luego, dijo lentamente:
—Ximena y yo nos amamos, por supuesto que debemos casarnos. En cuanto a la custodia de Raquel...
En este punto, hizo una pausa y se burló:
—Es mi hija. Por supuesto que quiero la custodia.
—¿No sabes que a Ximena no le gusta Raquel? Si realmente te gusta Ximena, piensa lo mejor para ella. ¡Ella no quiere que Raquel se quede contigo! Dame la custodia de Raquel, que es lo mejor para ti`y para Ximena.copy right hot novel pub