Las últimas palabras de Eliseo sonaban obedientes y halagadoras, además hacían quedar muy bien a Saúl.
Ya que la situación había escalado hasta ese punto, si todavía no se le permitía subir, la familia Santángel se consideraría difidente.
Saúl retiró su bastón y dijo irritado:
—Lárgate de aquí después de haber echado un vistazo.
—Gracias, señor Santángel.
Después de que Eliseo terminara sus palabras, subió inmediatamente por las escaleras.
Buscó habitación por habitación desde el segundo piso hasta el tercero mientras se aseguraba de que nadie moviera secretamente a Doria a otra habitación que ya ha había sido revisada.
Después de un rato, solo quedaba una habitación por revisar, y cuando Eliseo estaba a punto de entrar, la criada se adelantó para detenerlo:
—Señor Mastache, ésta es la habitación de la señora Santángel. No puede entrar.
Eliseo sonrió:
—No voy a entrar, solo voy a echar un vistazo desde la puerta, pues estoy buscando a alguien.
—Aun así, no tiene permitido el hacerlo.
Eliseo se frotó las cejas y no habló por un momento.
Siendo un invitado, no era apropiado para él irrumpir en el dormitorio de una mujer mayor.
Si Doria estaba dentro, no habría problema. Pero si ella no estaba dentro, y entró sin el permiso de la familia Santángel, su padre le rompería las piernas después de regresar a casa.
Sin embargo, estaba seguro de que Doria debía estar dentro de la casa de los Santángel, y solo quedaba esta habitación por revisar.
Eliseo apretó los dientes, ya no le importaba las consecuencias y optó por probar suerte.
Justo cuando Eliseo estaba a punto de entrar, se abrió la puerta del dormitorio. Agustina, que llevaba un camisón, le miró fríamente:
—¿Qué pensabas hacer?
—Señora... Santángel.
—¿Sigues aquí?, ¿qué haces interrumpiendo la paz de mi hogar con tal búsqueda sin sentido?
Eliseo sonrió amargamente:
—No me queda de otra.
Agustina dijo:
—Realmente no me había dado cuenta antes de que la educación de la familia Mastache era así de excepcional.
—Puede regañarme si quiere...
—No tengo tiempo para estar regañándote. —Agustina estaba con los brazos cruzados.
—Pero ya que has venido a buscarla, si no te dejo echar un vistazo, creo que no te rendirás.
Dicho esto, Agustina se hizo a un lado.copy right hot novel pub