Doria se volvió más somnolienta incluso después de haber dormido durante mucho tiempo. Después de terminar la comida, bostezó perezosamente, sintiendo todo su cuerpo débil. Se sentó en el sofá, abrazando sus rodillas, y miró por las ventanas con dulzura, sin poder enfocar su mirada.
Édgar apartó la mirada del ordenador y se posó en Doria. Entonces preguntó en voz baja:
—¿Tienes sueño?
Doria se frotó los ojos doloridos y contestó:
—No tengo tanto sueño.
—Vete a la cama si quieres dormir. Te despertaré cuando sea la hora de la cena.
Doria se quedó sin palabras.
Murmuró para sí misma:
—¿Cómo puedo ir a estar justo después de terminar una comida y comer justo después de despertarme? No soy un cerdo perezoso.
Édgar curvó los labios en una leve sonrisa y le puso una fina manta en las piernas:
—Aunque seas un cerdo, eres el más guapo y la más guapa.
Doria no pudo evitar darle una patada:
—¿Puedes dejar de engatusarme, por favor? Es asqueroso.
Édgar levantó la mano y le agarró el tobillo sin esfuerzo:
—¿Por qué te enfadas conmigo? Te estoy complementando.
—Gracias. Pero no lo necesito.
—De nada. Es lo que debo hacer.
Doria apretó los dientes con rabia. Quiso retirar el pie, pero Édgar apretó más el agarre.
Mirando su hermosa pantorrilla, Édgar levantó inconscientemente las cejas.
Al segundo siguiente, se inclinó hacia delante, le presionó la pierna con una de ellas y la inmovilizó con cada una de sus manos en un lado del sofá. Sus ojos se volvieron insondables y su voz se volvió ronca al preguntar:
—¿No quieres dormir?
Percibiendo su intención, Doria le maldijo:
—Bastardo.
Édgar replicó:
—Te gusto aunque sea un cabrón.
—¿A quién le gustas? Es que...
Antes de que pudiera terminar las palabras, Édgar le puso la mano en el lado izquierdo del pecho.
Doria se quedó atónita por un momento. Luego le dio una bofetada en la cara sin dudarlo.
Édgar se quedó sin palabras.
Le inmovilizó la mano en el sofá, chasqueó la comisura de la boca lastimada y la llamó por su nombre con voz grave:
—¡Doria!
Doria también se dio cuenta de que había utilizado demasiada fuerza hace un momento. Pero pensó que Édgar debía culparse por haberse aprovechado de ella de repente, y es que inconscientemente trató de protegerse.
Con ese pensamiento, dijo con una voz más débil que de alguna manera llevaba algo de culpa:
—Yo... te tomé para no tocarme. Te lo mereces.
—Fuiste tú quien dijo que no te gustaba primero.
—Sí lo dije, ¿pero esto significa que puedes tocarme? ¡Sinvergüenza!
Édgar trató de reprimir su ira:
—Sólo quiero que sientas los latidos de tu corazón.
De repente, Doria se dio cuenta de que él estaba tocando la posición bajo la cual se encontraba su corazón en ese momento.copy right hot novel pub