Al oír las palabras de Andrés, los espectadores guardaron al instante un extraño silencio.
En apariencia, estaba hablando bien de Leila. Sin embargo, dio a entender que Leila solía ser su amante.
Por un momento, las estrellas de la escena se excitaron más.
Este tipo de noticia causaría un revuelo en la red, sin duda.
Doria miró a Andrés y dijo con indiferencia:
—Por supuesto, es tu responsabilidad. Ahora que sabes que es tu culpa, ¿por qué no te arrodillas y expías tu pecado? ¿Por qué sigues hablando hipócritamente de tonterías aquí?
La expresión de Andrés cambió radicalmente.
Cuando estaba a punto de replicar, César salió y dijo:
—Señorita Aparicio, Ning, pueden irse. Dejadme este asunto a mí.
Ning estaba a punto de decir algo, pero Doria tiró de ella para que se detuviera. Caminaron hacia la salida.
A juzgar por la escena, Doria sabía que Flora estaba totalmente preparada para venir aquí, y el hombre también lo hizo a propósito. Si seguían discutiendo, el asunto se complicaría. Al final, Leila tenía que cargar con la culpa.
Por eso Doria decidió dejarlo pasar.
Andrés miró a César, tragándose las palabras que tenía en la punta de la lengua. Parecía bastante molesto.
Se dio la vuelta y dijo a sus subordinados:
—Vamos a despedir la exposición ahora. Dispongan que abandonen el centro.
El personal respondió y se puso a trabajar.
Flora rara vez veía a Andrés. Si no fuera por el escándalo de Leila hace varios años, no podría hablar con un hombre tan casado pero que siguió haciendo el tonto.
Con los brazos cruzados sobre el pecho, resopló y abandonó la escena con la multitud.
Cuando la gente casi se había ido, el personal asintió a Andrés y abandonó el centro de exposiciones.
Pronto, sólo quedaron allí César y Andrés.
Andrés estaba bastante descontento:
—¿Por qué lo ha hecho, señor Curbelo? —preguntó.
César se metió las manos en los bolsillos del pantalón, pareciendo también molesto.
Un rastro de luz fría brilló en sus ojos detrás de las gafas de montura dorada:
—Señor Andrés, en realidad quiero preguntarle por qué monta semejante espectáculo.
Andrés frunció el ceño:
—¿No me pediste que hiciera la exposición de joyas? Lo he hecho todo tal y como me ordenó. Sr. Curbelo, no puedo entender lo que ha querido decir.
Al principio de esta exposición de joyas, había conocido a César. Confirmaron la intención de cooperar mutuamente, pero para su sorpresa, César lo habría interrogado de esta manera.
César dijo descortésmente:
—Tengo mi plan para dejaros celebrar la exposición de joyas. ¿Por qué has montado semejante espectáculo? No me interesan en absoluto tus asuntos personales. Sin embargo, ya que lo has hecho, ¿sabes que puedes perder la oportunidad de cooperar con el Grupo Santángel?
Al oírlo, Andrés pareció más feliz:
—Señor Curbelo, por favor, no se preocupe.copy right hot novel pub