A las ocho de la noche, un Rolls-Royce negro se detuvo frente a un edificio residencial.
La puerta del coche se abrió y bajó Édgar.
Vicente sacó algo del coche y le siguió.
Tal vez Agustina Secada nunca hubiera imaginado que la persona que buscaba estaba en realidad delante de sus narices en la Ciudad Sur.
Era cierto el dicho que decía que el lugar más peligroso era el más seguro.
Dentro de la casa, una joven estaba preparando el biberón para el pequeño.
Cuando vio al señor Édgar, dijo apresuradamente,
—Ha venido, señor Édgar.
Édgar asintió,
—¿Dónde están?
—El bebé se acaba de despertar y Roxana está en la habitación con él.
Al oír eso, Édgar entró en el dormitorio.
En su cuna, el pequeño sostenía un juguete y miraba a su alrededor con sus ojos redondos. Cuando vio al Édgar, se rió.
Roxana Mohammad giró la cabeza y dijo,
—¿Qué te trae por aquí de repente?
Édgar se acercó al catre,
—Nada, fue una decisión de última hora.
Roxana se levantó,
—Llegas justo a tiempo, juega con el pequeño un rato mientras voy a lavar su ropa.
—Bien.
En cuanto Roxana se fue, la sonrisa desapareció de la cara del niño. Hizo una mueca, como si fuera a llorar en el momento siguiente.
Édgar lo miró sin decir nada.
Los diminutos puños del pequeño comenzaron a apretarse y empezó a sollozar agraciado.
En ese momento sonó la voz de Roxana desde fuera.
—No quedes ahí sentado. Si llora, abrázalo.
Édgar cogió al pequeño y le susurró,
—Eres igual que tu madre, un tacaño.
El pequeño dejó de llorar y le miró con curiosidad.
Édgar sonrió y añadió,
—Dentro de un tiempo, traeré a tu madre para que te vea. Ella también te echa de menos.
Nada más decirlo, el pequeño había apretado los puños, su carita estaba roja y todo su cuerpo parecía estar tensado.
Roxana entró y vio al Édgar con cara fría, desnudando al pequeño. Le levantó las piernas con la intención de cambiarle el pañal.
Se sintió divertida y se acercó para echar a Édgar.
—No puedes cambiar un pañal así. Si le desnudas completamente, es fácil que se coja un resfriado.
Édgar hizo una pausa y dijo,
—Se le pegó en el cuerpo cuando se lo quité antes.
Roxana llevó al pequeño directamente al baño sin saber qué decir y se preparó para bañarle.
Después del baño, el pequeño no tardó en dormirse.
La joven, que también tenía todo recogido en el salón, entró y preguntó,
—Señor Édgar, Roxana, si no hay nada más, ¿puedo tomarme la noche libre?
Roxana asintió,
—Sí, claro. Te puedes ir.copy right hot novel pub