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Nunca juegues con el diablo

Feliz cumpleaños

Eda

Después de lo que pasó con el ex de Alma Alaric decidió que lo más seguro era que yo me fuera a su piso con él. Podríamos habernos a quedado en casa de mi abuela, pero él tenía razón en los argumentos. Su dúplex está en el Upper East Side, es mucho más seguro que la pequeña casita de mi abuela a las afueras.

Ya hemos visto de lo que es capaz " El doctor macabro" así que cualquier cosa que haga que estemos protegidas, bienvenido sea.

Terminamos de hacer las maletas y las metemos en el coche. Conforme nos vamos acercando se puede ver el glamour en los edificios y en las personas que pasean por la calle. Todo aquí huele a dinero y poder.

Pego la cara a la ventanilla cuando veo dos mujeres conduciendo un carrito de bebé y dos cuidadoras caminando detrás de ellas.

- ¿Por qué las llevan? ¿ No pueden pasear ellas solas?

Es difícil comprender a la gente que pertenece a la élite.

Alaric desvía la vista de la carretera para fijarse en la imagen que me ha dejado impresionada.

- Poder, es el único motivo. Tienen dinero y deben mostrarlo al mundo.

Resoplo con cara de disgusto.

- Menuda gilipollez - Sentencio.

Necesitan que les sigan, unos pasos alejadas por supuesto, no vaya a ser que las confundan la gente y piensen que valen lo mismo que los dueños de estos lujosos pisos. Este barrio es clasismo en estado puro.

Alaric se desvía hacia la izquierda y entramos en un parking. Aparca en lo que creo que es su plaza. Me bajo y abro el maletero. No sabía que las maletas pesaban tanto cuando él las ha subido al coche. Quería hacerme la independiente y empoderada y solo he conseguido hacerle reír.

- Déjame a mi, parece que has metido adoquines dentro - Bromea sacándolas sin ningún esfuerzo.

Las arrastra hasta el ascensor. Dentro hay un señor mayor con uniforme.

- Buenos días señor Lyon. Deje que le ayude - Estira el brazo y arrastra una de las maletas al interior.

- Buenos días Sebastián. Ella es Eda y va a pasar unos días conmigo.

El hombre al que acaba de llamar Sebastián asiente solemne. Tiene el pelo completamente blanco y un largo bigote que por algún extraño motivo me recuerda a Dalí. Alaric saca una llave y la mete en una ranura al lado del número dieciocho.

Madre mía, ni los ascensores aquí son como en el resto del mundo. Tienes que tener una llave para que funcione. Unos segundos después se detiene.

Sólo hay una puerta en este corredor. Un único piso por planta.

- Gracias, Sebastián - Me despido cogiendo la maleta que todavía sostenía.

Alaric abre la puerta, parece la ventana a otro mundo totalmente distinto al que conocía. Un salón tan grande como mi casa con un piano en uno de sus laterales, un sofá gris tipo maxi en el centro y una televisión colgada en la pared. Las molduras son impresionantes. No es el típico triángulito de todas las casas, son flores que se ramifican hasta el centro donde hay una lámpara de araña.

Todo adornado en tonos pasteles de grises y blancos le da una luminosidad imposible. Tengo la sensación de caminar entre nubes con el sol tostando directamente mi piel.

- Dios mío Alaric, es precioso - Digo sorprendida dando vueltas sobre mi misma admirando hasta el techo.

- Bueno, este es mi refugio igual que la casa de tu abuela es el tuyo. Tienes que sentirte tu mismo en él.copy right hot novel pub

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