El amanecer no era muy distinto a la turbia oscuridad de la noche, siempre era igual: oscuro como si la noche nunca despareciera. Aquello era algo de ventaja para Adkins, quien aun de día no corría riesgo alguno debido al sol, aquel parecía no existir sobre la superficie de aquella tierra tenebrosa en busca de un equilibrio que desapareció ya mucho tiempo atrás desde que el verdadero centro de fuerza y alimento de la isla había salido de su dimensión en busca de un dichoso equilibrio, un ser humano no ingenético.
Era raro e inconcebible que aun la tierra mágica necesitara un humano común y corriente que mantuviera el equilibrio de la tierra.
Extraño e inexplicable; pero necesario.
Adkins se movió en la cama, despertando ante el llamado de la mañana que se hacía poco notable en el cielo, aun así, podía sentirlo en cada fibra de su ser: cómo el sol ascendía anunciando un nuevo día, siempre ocultándose detrás de un innumerable manto de nubes negras que se negarían a dejarlo brillar.
Abrió los ojos mirando el techo sobre su cabeza, era extraño despertar estando debajo de una estructura maciza, totalmente protegido de la intemperie, era como volver a casa; no obstante, su instinto también le decía que no duraría mucho tiempo.
Su mente borró por completo aquel pensamiento y sonrió al recordar que no estaba solo, sobre la cama también estaba su preciosa doncella, esa misma a la que le había entregado todo su ser la noche anterior.
La miró, ella estaba de espaldas a él, acostada sobre su hombro izquierdo; no estaba dormida, él sabía que ella no podía conciliar el sueño gracias a su naturaleza, solo cerrar los ojos e intentar descansar.
Se asomó sobre su hombro, mirando así sus ojos pestañear evidenciando que ella ya había amanecido desde bastante rato atrás, su Banshee, su mujer.
Tocó su hombro y acarició su brazo, recorriendo la extensión del cuerpo de aquella damisela un poco más allá de los límites aceptables.
¿Por qué se detendría ahora?
Ya la había hecho totalmente suya.
Ella se volteó tomando el cuello del hombre que encarnó sus sueños desde siempre, besándolo con pasión y ardor una vez más, así como lo hizo la noche anterior.
Jamás se imaginó en aquella situación, parecía ser solo un sueño imposible de cumplir. Y aunque su cuerpo simulaba una corta edad de dieciséis años, ni manos ni pies alcanzarían para contar los que ya acumulaba; pero hasta aquella noche fue por fin una mujer.
Rodó por la cama junto a él una vez más, si, tanto como Adkins:
¿Por qué se detendría ahora?
Una Banshee que podía sentir su destino arder.
¿Era capaz de amar como ninguna lo hizo bajo aquel cielo?
No podía consumir el alma de aquel chico, era perfecto, justo lo que jamás logró soñar. Para Adkins era más como la búsqueda de un tesoro que culminó, la pieza faltante de su alma al fin estaba en casa.
―Se mía por siempre ―susurró él al oído de su apasionada señora.
―Siempre y cuando tú seas mío por la eternidad. ―Tomó sus mejillas, mordiendo los labios de su ardiente príncipe encantado.
―Eso dalo por hecho. ―Jaló su cabello, besando el exquisito cuello de la dama que poseía entre sus brazos, en su alma. Quería llevarla a casa, esa misma noche.
Ella sonrió de placer y felicidad, estaba justo dónde siempre quiso estar. Lo abrazó con fuerza, impregnando su cuerpo desnudo en la totalidad con el aroma particular de la extraña naturaleza de Adkins. Inconfundible para su olfato, una poderosa hada de alcurnia y rareza, más un imponente e invencible vampiro protector.
Sus manos se posaron en las orejas de Adkins, tomándose un momento para mirarlo a los ojos, un violeta poco común, bajo un hermoso arco de cejas color rojo particular. Quizá no era raro en su tierra; pero para ella era lo más distinto que sus ojos podían haber visto jamás. Siempre fue realmente obvio en si misma que él era más de lo que decía ser; él podía leer su mente con claridad y saberlo todo, ella era inteligente y capaz de darse cuenta de que tenían algo en común, ambos ocultaban lo que son.
―Dime tu verdadero nombre ―le pidió Adkins mientras continuaban mirándose a los ojos, aunque podía que él ya lo hubiera leído en su mente, quería escucharlo de sus gloriosos labios sabor a miel.copy right hot novel pub