Una notable ventaja de Nahgsón era su evidente falta del sol, eso era una muy dichosa ventaja para Adkins y su piel de vampiro, de lo contrario en aquel momento hubiera estado totalmente quemado y expuesto como el ser que era y tanto escondía. Ser mitad hada no era de ayuda para su piel cuando el sol radiaba sobre él. Era casi lo único que le gustaba de aquella dimensión: andar de día o de noche sin miedo a ser calcinado por los rayos UV, aparte de pasar la mayoría de su tiempo con la chica que amaba.
Por otra parte, era raro que lograran sobrevivir cuando el sol no había iluminado aquella tierra luego de cien años.
Alejándose de lo que tanto se preguntaba, salir a pasear por el pueblo no había sido una mala idea después de todo.
Ópalo estaba más extraña de lo normal, desde su saludo de aquella mañana hasta la forma entusiasta en la que se estaba desenvolviendo en el pueblo; no era la misma, estaba viendo un lado oculto de ella, quizá estaba viendo a su verdadera personalidad, la que tanto escondía debajo de “Ópalo”.
Investigaron en los puestos de abastecimiento del pueblo, en esos en los que hacían trueques por comida, daban lo que le sobraba a cambio de lo que necesitaban. Muy pocos hacían uso del dinero, ya que para aquel entonces mucho perdió su valor y se volvió sencillo, esforzándose por conseguir solo lo necesario para pasar el día. No era algo de lo que estar orgulloso, era penoso a lo que llegó el pueblo gracias a una causa de la cual no tenían mucho conocimiento; sin embargo, todo parecía girar en torno a ella: Paola.
Los minutos pasaron y conforme pasaba más rato en el pueblo Ópalo bajaba la guardia, no actuaba como una princesa a la defensiva, abusiva y grosera, simplemente era una persona más en aquel lugar.
Para su suerte, aunque no tenían nada para truquear, si tenían algunas monedas de oro para comprar lo que se les provocara.
Adkins tomó alguna fruta, había muchas extrañas y anormales, pero aun así eran buenas al paladar. Ópalo también llegó a probarlas, había mucho allí que no conocía. Eso se aplicaba a todos los seres mágicos que caminaban de un lado a otro en aquel pequeño “centro” de su ciudad. Diversidad de formas, tamaños, naturalezas y razas, incluyendo Ingenéticos. No muchos resultaban conocidos para Ópalo; Adkins estaba más familiarizado con ello, pero notaba que para Ópalo las cosas no eran igual. Era casi como si ella fuera… Humana.
¿Acaso era posible que la gran princesa de Nahgsón fuera humana y no una ingenética marginada de la realeza?
Con sus bocadillos en mano se acercaron a la concentración de seres mágicos, la mayoría de ellos eran niños, había un anciano duende sentado en el muro de una fuente seca y abandonada, en su tiempo, antes de que aquel mundo se fuera a la ruina debió de ser hermosa. Ópalo se abrió paso entre los mirones, tomando una posición favorable para escucharlo y verlo también; debía decir algo interesante para que los niños estuvieran a sus pies.
Adkins solo se apoyó en una esquina no muy lejana, no necesitaba ir muy lejos para escuchar.
―Abuelo, cuéntanos la historia del príncipe perdido ―dijo una pequeña ninfa de cabellos violetas trenzados entre enredaderas; era realmente dulce, eso hizo sonreír a Adkins, les recordaba a las hijas dragonas de sus tíos Georg y Nonke. Extrañaba a sus terribles primas maestras de la pirotecnia, las luchas y las travesuras.
― ¿No es mejor una historia feliz? ―preguntó el viejo, quizá aquella historia no era algo que su pueblo quisiera recordar.
―Ya la nos la ha contado antes, es solo que quisiera saber el final ―dijo la niña nuevamente.
―El final no existe, por algo estamos aquí y nuestro cielo sigue plañendo ―dijo el viejo.
―De acuerdo, cuenta tu historia feliz ―aceptó la niña.
Ópalo no dejó su espacio durante todo el relato, típica historia de amor verdadero con un final feliz irreal. Para su alma, todo aquello resultaba imposible y poco probable; además de ridículo.
El anciano decía que todos tenían su alma gemela, esa por la cual todos se terminarían venciendo incluso el más desalmado de todos los seres. No, para ella no era posible amar más que a aquel que jamás la había abandonado: su Hipogrifo.
Cuando el cuento hubo terminado, los niños se dispersaron en diferentes direcciones, algunos jugueteando, otros con sus padres. Eso era razón de dolor para ella, ellos tenían quienes los cuidara, pero ella no recordaba tener algo así jamás; aunque su mente no tenía recuerdos, muy en sus adentros estaba consciente de que así fue durante toda su vida.
Ópalo salió de su lugar cuando Adkins llegó a su lado y se dirigió hasta el viejo, ella simplemente lo siguió.
¿Por qué hablaría con él?
―Disculpe… ¿Puedo hacerle una pregunta? ―dijo Adkins dirigiéndose al señor.
―Claro que si jovencito ―respondió él.copy right hot novel pub