Estaba algo aburrida, dentro de aquel palacio no encontraba nada que hacer. Hacía bastante rato de Adkins, Besodeya, Jackue y Ópalo desaparecieron, así que se sentía completamente sola; la servidumbre tenía todo cubierto, así que no le quedaba nada más por hacer que ahogarse en su soledad.
Luego de una hora acostada sobre su cama mirando el cielo de su habitación decidió investigar un poco... quizá buscar a Adkins, cuando no pasaba el tiempo a su lado, o con Ópalo, las cosas eran sumamente aburridas y desde que llegaron al castillo no se separaba de su hermoso príncipe.
Sonrió mientras caminaba tan solo con pensarlo, estaba enamorada de ese hombre, siempre fue así. Quería encontrarlo, besarlo y dejarse llevar por él y la pasión incomparable que le ocasionaba.
Ingresó a una de las habitaciones encontrándose con la biblioteca. Expresó sorpresa al admirar la enorme cantidad de libros de la rodeaba, ¡debían haber más de dos mil libros allí!, tomó uno y lo ojeó sin poder dejar de admirarlos todos; amaba leer, Adkins le regaló un libro traído de su dimensión, desde que tenía memoria no logró tener más de tres libros en su mano, por ello leía una y otra vez los únicos que poseía.
¡Era asombroso!
Había de todo para leer, geografía, historia, medicina, pociones mágicas, biología mágica, hechizos e incluso algunos libros humanos.
¡Al fin había encontrado su lugar perfecto!
Aun dentro de su concentración logró escuchar un tintineo algo fuera de lo normal, desvió su atención de los libros y la puso en aquel sonido, buscando de dónde provenía.
Sin persistir dar con el responsable del sonido, él mismo llegó a ella. Fue otra agradable sorpresa, un motivo más de fascinación, no estaba acostumbrada a ver algo como aquello.
Se inclinó, prácticamente sentándose en el suelo, lo recibió en sus brazos, este lamió su rostro casi con cariño, ella por su parte acarició su cuello y lo rascó, mirando los dulces ojos con que la contemplaba.
¿De dónde había salido algo como eso?
Peludo, pequeño, adorable, era como un muñeco de felpa, sus ojos no vieron nada tan encantador. Parecía un lobisón, pero sin el salvajismo y la violencia, era una versión pequeña y mansa.
― ¿De dónde saliste tú? ―preguntó Sinhué mientras aun lo mantenía en sus brazos, daba la cómoda sensación de no querer soltarlo jamás.
Pensó un poco más, recordaba haber imaginado algo como cuando leía la historia de aquel libro humano que Adkins le había dado.
¿Era un animal del mundo de los humanos?
Sin dejarlo escapar de sus brazos tomó aquella criatura y se irguió del suelo, buscando un libro humano que pudiera ayudarle a saber qué era aquella pequeña y hermosa bola de pelos que mantuvo consigo.
Con una de sus manos tomó un libro de fauna del mundo de los humanos, fue hasta una de las mesas, jaló una silla y se sentó con él en sus regazos. Pasó las páginas, mirando las fotografías, hasta dar con lo que más parecía familiarizarse con aquel ser: No era un lobo, ya que era mucho más pequeño, así que concluyó que lo más cercano que podía ver en las páginas de ese libro era un perro.
¿Qué hacía un perro en Nahgsón?
Tomó entre sus manos la placa que colgaba del cuello del perro, fijándose en la inscripción gravada: “Hipo”.
― ¿Hipogrifo? ―dijo a manera de pregunta a sí misma. Era un perro llamado como un ser mágico, ¿había algo más extraño que eso? Sea como fuera, era hermoso― ¿Cómo llegaste hasta acá? Debes tener un dueño, eres muy bello y raro como para que andes solo por ahí. ¿Dónde está tu familia?
El perro hizo un ruido desconocido para Sinhué, no era un aullido o un gruñido, parecía que aquella era su manera de comunicarse, como el canto de los pájaros debía de ser su idioma.
El perro saltó de sus brazos y corrió, se detuvo a la distancia para mirarla y llamar la atención de Sinhué con su particular manera de “hablar”.
―Creo que quieres que te siga. ¿Verdad? ―preguntó ella, y él repitió nuevamente su llamado de atención, respondiendo afirmativamente la duda de Sinhué.
Así que dejó su asiento recogió un poco la falda de su vestido y corrió tras el apresurado animalito, intentando seguirlo de cerca.
¿A dónde la llevaba y cuál era la prisa?
La respuesta la golpeó de frente casi como si alguien le hubiera dado con una tabla de manera por el rostro; detuvo su paso y fue testigo de aquello que Ópalo le advirtió.
¡No, eso no podía estar pasando realmente!
Su corazón se partió en dos y su alma se desmoronó.
¿Por qué Adkins le estaba haciendo esto?
Si ella realmente lo amaba… ¡Él lo sabía!
Cerró los ojos, intentando no ver aquella imagen más, una lágrima corrió por su mejilla al entender que ni cerrando los ojos podía hacer que esa imagen se borrara, vería por siempre, como si fuera una imagen tatuada en su piel la manera en que él, Adkins, besaba a Besodeya. ¿Eso era lo que había estado haciendo todo el día? ¿Ocultándose de ella para hacer con la dríada lo que había hecho con ella los dos días anteriores?
Corrió, devolviéndose por el mismo camino que la llevó hasta allí...copy right hot novel pub