Faltaban pocos segundos para aterrizar, tenía el corazón en la boca; primeramente, porque no estaba acostumbrada a la turbulencia del aterrizaje; segundo, porque estaba a solo minutos de conocer a los que serían sus suegros.
¿Les caería bien? ¿Cómo serían ellos? ¿Se llevarían bien?
No sabía qué cosa la ponía más nerviosa; pero definitivamente un miedo no ayudaba al otro.
Jay la tomó de la mano, podía ver lo asustada que estaba; quizá para él no fuera tanto, pero intentaba comprender, era la primera vez que saldría de su burbuja y empezaría una vida por si misma al fin.
Cuando las ruedas del avión tocaron el piso y este empezó a bajar de velocidad Paola exhaló con fuerza.
¡Estaba viva! ¡Había sobrevivido!
Su corazón no estaba para tanta adrenalina. Pero aún faltaba un obstáculo por saltar… los suegros.
Jay tocó su mano haciéndola saltar por el susto, ya era hora de bajar. Torció su boca y lo miró con otro estilo de pánico en los ojos, Jay solo sonrió, ahora entendía porque estaba casi al borde de la paranoia.
Ella se asió de su mano para dejar su asiento, sus manos le sudaban por los nervios, sus rodillas le temblaban, rechinaba sus dientes, mientras intentaba no morir de un paro cardíaco, se le saldría el corazón del pecho.
¿Qué pasaba si la odiaban?
Ella era la responsable de que Jay no regresara a casa en casi diez años. ¿Dónde se metería si empezaban a llevarse mal? ¿Cómo regresaría a casa? ¿La querría Jay si sus padres la detestaban? ¿Por qué no había pensado en todo eso antes de subir al avión?
Inhaló y exhaló con fuerza y desesperación durante la fila de salida, también cuando sellaban sus pasaportes. Casi y parecía mujer embarazada a punto de parir.
¿Así se sentía dar a luz? ¡Estaba a punto de volverse loca!
Al bajar las escaleras del público para salir del establecimiento que, aunque pequeño, era rudimentario, Paola pudo ver a los padres de Jay no muy lejos.
Era notable que eran ellos debido a que tenían ambos un rotulo, el padre de Jay sostenía uno con el nombre de su hijo y la madre uno con su nombre.
Sonrió e intentó parecer relajada, disimulando su gran miedo a caerles mal a los futuros suegros.
― ¡Son ellos! ¡Son ellos! ―gritó emocionada la madre de Jay quien corrió a recibirlos con un abrazo tan pronto como estuvieron fuera de los límites a los que no se les permitía entrar a los particulares.
Saltaba con emoción; aun teniéndolos envueltos en sus brazos.
―Mamá, te extrañé tanto ―dijo Jay enfocándose en abrazar a su madre de manera más particular.
―Al fin tenemos el placer de conocer a la hermosa doncella que se robó el corazón de mi hijo ―dijo el padre de Jay, tomando la mano de Paola con educación, se inclinó, besando su mano como lo hacían los hombres en épocas antiguas.
―Paola Kóma, mucho gusto señor Pittsferg ―dijo ella respondiendo con cortesía al saludo.
―Tu dime Mark―dijo él con una sonrisa.
― ¿Mark? Buena opción ―dijo Jay.
Paola lo miró algo confundida… ¿No era ese su nombre?
― ¿Por qué lo dices? ―preguntó Paola extrañada, era como si para Jay fuera la primera vez que escuchara el nombre de su padre.
―Es solo un apodo, yo también tengo uno; nuestra familia viene de un lugar lejano en el que poner nombres enormes, raros e imposibles de pronunciar es la costumbre. Pero desde que estamos en Canadá somos Mark y Carolyn ―explicó la madre de Jay tomando su brazo con confianza y cariño.
― ¿Tú te llamas Jay o es un apodo? ―preguntó Paola mirando a su prometido, no creía que tuviera un nombre tan sencillo después del detalle que había comentado su madre.copy right hot novel pub