Tenía en sus manos una tasa de cocoa caliente con canela y malvaviscos color rosa. Carolyn preparó aquello amablemente para ella; estaban completamente delicioso, la canela le daba un toque espectacular a la cocoa y los malvaviscos de pegaban en sus labios dándole tiempo para saborear por un rato más todos los sabores antes de tomar otro sorbo. Hacía frío, por ello lo caliente del chocolate hizo que se sintiera mucho más acogida en aquel lugar.
Se balanceaba en una mecedora mirando el paisaje fuera de la casa de sus suegros; era una enorme cabaña bella y reconfortante, se sentía en un lugar totalmente fuera del mundo. Había despegado sus pies de la tierra y sentía que flotaba sobre las nubes, todo era tan hermoso. Cerró los ojos y tomó con fuerza la taza sintiendo la cerámica tibia y suspiró con tranquilidad. No sabía si era dónde quería estar, pero ella decidió llegar hasta allí, no la obligaron a dejarlo todo atrás; era dueña de su vida y de sus decisiones, de su reputación; tenía miedo de empezar con su vida de nuevo, pero era lo que debía hacer, ser libre, poder vivir.
Estaba feliz, extrañamente su corazón gozaba de alegría y tranquilidad luego de un tiempo de turbulentas decepciones. Sentía su interior cambiar, notaba como los colores brillaban de una forma diferente, era independiente. No obstante, tan imposible como irreal dentro de su corazón había una gota de dolor, un terrible tormento al preguntarse:
¿Hizo lo correcto al dejarlo atrás?
La razón de su vivir, de su existir, aquello que la mantenía viva mientras esperaba con esperanza día tras día mirando por la ventana su anhelante llegada, al fin llegó la hora de dejarlo ser libre porque era una razón de vivir y existir que no era suya, una fuente de vida que siempre fue inerte, una esperanza ausente, la mentira de un amor que ella misma se dijo. Él siempre fue libre, pero ella aprisionaba la idea en su corazón de manera indefinida, encerrándose a sí misma en una jaula de la cual se negaba a salir, porque lo amaba como a nada en aquel mundo.
Gritaba verdades intentando que los oídos sordos de aquel le escucharan siendo en vano día tras día. Por cada hora que pasaba su espíritu se desgastaba profundamente y derramaba lágrimas sin detenerse a pensar en lo mucho que aquello dañaba su vida. Entonces fue ella quien se volvió sorda mientras los demás le suplicaban de rodillas que dejara de humillarse de aquella forma por la persona que amaba, a ese el cual no le interesaba. Ya no era sano para ninguno; su vida se consumía sin detenerse. Los que le amaban continuarían pidiéndole que abandonara aquella droga particular, el amar inmerecidamente.
Pero no lo entendería, no hasta que su vida la golpeara atrozmente al tocar el más profundo de los fondos y el eco por fin la hiciera escuchar: “Déjalo, no te hagas más daño, no te destruyas más; es hora de que digas adiós es el momento de que vueles en otra dirección antes de que sea demasiado tarde y tu fuego de vida se extinga para siempre”.
No era que lo dejara de amar, ni mucho menos, su corazón latiría eternamente por aquel amor sincero que alguna vez llegó a sentir hasta lo más profundo de sus huesos. Ya no quedaba más por hacer, se rindió, no podía continuar luchando contra sus demonios; había llegado la hora de luchar por sí misma, recobrar los sueños, pensar en su futuro, caminar con paso fuerte hacía la vida que le esperaba. Aun bajo todo lo que ocurriese a partir de ahora pelearía contra su interior, el que le recordaba aquel amor que llegó a ser más importante que su propia vida.copy right hot novel pub