Para esa hora ya había hecho muchas cosas. Apenas daban las diez de la mañana, no podía creer que levantarse temprano hiciera una diferencia tan radical en el día. No veía a los padres de Jay de aquella manera, trabajadores, enérgicos y sin miedo a tener tierra entre sus manos. Tan solo con ver a Carolyn resultaba inexplicable, su piel era blanca, tersa y reluciente: era como si el sol no la dañara y tampoco el paso del tiempo, resultaba ser simplemente perfecta. Sus manos no tenían cayos, como si no conociera el trabajo, sus uñas eran largas y fuertes, decoradas con esmalte como si la tierra no las dañara.
¿Trabajo? ¿Esfuerzo? ¿Qué era eso para ella?
Amanecieron con el sol, desde las cinco de la mañana salieron al campo y regaron plantas, araron el campo y cosecharon, aunque hacía mucho frío. Estaba ligeramente sorprendida de todo, fascinada, le encantó recoger los huevos de las gallinas por la mañana y ayudar a su suegra a preparar el desayuno, todo con ingredientes que ellos mismos habían producido. Probó lo deliciosa que era la leche de la vaca calientita y pura, no hacía más de una hora que estaba ordeñada.
¿Cómo podía haberse de una vida tan maravillosa todos esos años? ¿Por qué Jay había elegido quedarse en un bote en un lugar con limites a todo lo que veía ahora?
Al pensarlo un poco más recordó que nada era de ellos, solo estaban de visita y partirían hacía su verdadero hogar luego de que se casaran. No obstante, Carolyn le había mencionado que lo que hacían allí era similar a lo que hacían en casa, tenían su propia granja y huerto.
Paola pensaba en miles de cosas... Si esa era su vida ¿de dónde sacaba Jay tanto dinero? Sus padres trabajaban la tierra y vivían de ello, no había tantos ingresos como para mantener un espacio en una marina costosa.
Miraba a Aitor, él corría a caballo por el terreno arriando vacas. Él tenía aquella pinta de vaquero, pero había algo en él que no ajustaba, su aura no tenía la misma forma de su apariencia. Su cuidado personal, su cuerpo, la manera en la que hablaba y actuaba. Mark también era así e incluso Carolyn, su educación, manera de hablar y desenvolverse los ubicaban en una sociedad incluso más alta que en la que ella se había criado.
De nuevo miró a Carolyn, estaba de rodillas con guantes de jardinería y un sombrero en la cabeza vestida como toda una señora de casa rural y granjera. Cosechaba zanahorias, las colocaba en una canasta que ella misma había hecho de su mano, obra e ingenio. Paola solo la miraba mientras tomaba un descanso y comía una naranja sentada en un cubo no muy lejos de ella. Se veía tan joven para ser madre de un hombre ya maduro, de no ser por todo lo que ella sabía de Jay y las increíbles historias que guardaba en su memoria, esas que le había relatado, no creería en la posibilidad que fuera la madre de su novio.
―Señora Pittsferg… ¿Cuántos años tiene usted? ―preguntó sin rodeos no dispuesta a quedarse con aquella duda ardiendo en los huesos.
―Esa es una pregunta que muchos se niegan a responder ―comentó Carolyn.
Paola sonrió de soslayo y suspiró mientras negaba con su cabeza. Solo había compartido unos días con ella, pero ya lograba interpretarla.
―No me lo dirá, ¿verdad? ―dijo ella evidenciando sus pensamientos y la indirecta de su suegra.
―Estoy segura de lo inteligente que eres.
― ¿Cómo logra mantenerse tan joven? Yo no le calcularía más de treinta y cinco ―comentó Paola sin dejar de mirar su rostro.
Carolyn sonrió, era bella, sobrenaturalmente hermosa. Jay tenía razones de sobra para su gran atractivo.
―Está en nuestra sangre, estará en la sangre de tus hijos, cuando tú y Jay me den nietos, tienen que darme nietos ―repitió.
Eso hizo que Paola se sonrojara. Aún era virgen, no había intimado con Jay ni con ningún otro hombre. Más allá de un beso vagamente apasionado no había pasado y no estaba lista para hacerlo aún.
―Lo he notado, no recuerdo haber visto a Jay cambiar durante todo el tiempo que tengo de conocerlo; siempre ha sido guapo, joven, vigoroso, como un adolescente ―recalcó Paola.
Sin embargo, muy dentro de sí sabía que había mucho más que una sangre pura. Mantener la juventud de aquella manera no era normal. Si, había mucho más.
―Pronto todo será claro para ti, tendrás conocimiento ilimitado.
― ¿Debería asustarme? ¿Por qué hablan de ellos de forma tan misteriosa? Si te soy honesta me molesta, incluso siento que llegaré a enojarme por ello. Sentir que me ocultan algo importante, algo que afectará mi vida para siempre me hace sentirme herida y traicionada. Inevitablemente tengo miedo de lo que pueda significar. Amo a Jay, no importa lo que sea yo lo aceptaré; pero no quiero estar más con esta incógnita, empieza a doler ―admitió Paola.
No había pensado mucho en guardárselo, sencillamente había dejado salir aquella molestia latente de su cuerpo con palabras.
―Mamá… ¿Podríamos decirle algo al menos? ―preguntó Jay.
Paola dio un pequeño salto de la impresión, miró sobre su hombro viendo a su novio de pie detrás de ella. No le importaba que la hubiera escuchado siempre fue sincera con Jay en todo lo posible. Por otra parte, Jay sentía que aquel secreto dañaría su relación con Paola, sentía que si no le decía algo la perdería, a fin de cuentas.
―Hablaré con tu padre sobre ello. Entiendo que ella debe de tener al menos una seguridad; entiendo lo que dices querida, creo que todas pasamos por eso alguna vez de diferentes formas ―dijo Carolyn mirándola.copy right hot novel pub