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Ópalo

Capítulo 8: Inciso E

Dio un gran bostezo al dejar su cama, rascó un muslo mientras caminaba en dirección al cuarto de baño; allí se lavó en rostro y enjuagó su boca para luego tomar su cabello y amarrarlo en una cola de caballo. Sus padres odiaban el largo de su cabello, su estilo destartalado, sus gorras de lana y múltiples tatuajes; pero él no se dejaría dominar por el espíritu emprendedor de sus padres. Ellos ansiaban verlo de traje y corbata, cargando folder, ampos y maletines empresariales. Él no estaba hecho para los negocios ni tanta pretensión; aunque el dinero si le hacía falta de vez en cuando, no se quejaba del todo por su vida y en la familia que nació; aunque fuera horrible, sabía que había peores.

Bajó hasta la cocina aun en pantuflas y sin molestarse mucho por su aroma u apariencia. Se quedaría en casa un poco de tiempo más de lo que programó, al menos hasta estar seguro que Andy se quedaría quieto en la isla y no se metería en la vida de su hermana.

Ignoró al chef quien lo siguió con un plato servido de desayuno guardado para él; odiaba esa comida salida de los folletos de cocina, no era más que pura apariencia y porciones de burla. Eso no le llenaría el estómago siquiera por una hora.

Tomó un tazón, y vació una cantidad exagerada de cereal de frutas dentro de él haciéndolo a la vista del chef quien enseguida se puso rojo de furia al mirar lo que hacía, si, despreciaba su comida por ese asqueroso cereal azucarado de venta al por mayor; terminó el desafío haciendo la leche fluir con majestuosidad al tazón para sellarlo en broche de oro con una sonrisa de ironía para el pretencioso del servicio de comidas que terminó lanzando el plato con su comida al suelo para luego salir furioso del lugar.

Christopher estaba convencido de que sus padres, o al menos su madre, le regañaría más tarde por eso. Como siempre, a él le daría igual.

Victorioso se sentó en uno de los bancos del desayunado de la isla a la mitad de la cocina llevando una enorme cucharada de cereal con leche a su boca, a duras penas pudiendo masticarlo todo a la vez. Cuando iba a la mitad de su desayuno pudo ver a Kenia acercándose a lo lejos con lentitud, caminaba adolorida avanzando si acaso a tres pasos por minuto.

Chris miró el reloj contando el tiempo que ella duraría en llegar hasta dónde él estaba para luego caer rendida a su lado en uno de los bancos, y quejarse con dolor cuando su trasero se posara en el asiento.

―Parece que alguien disfrutó su noche―comentó Chris, mirándola fijamente; ella a su vez volteó a mirarlo casi de manera asesina―. ¿Tan malo fue?

―Cállate, ni me lo recuerdes ―bufó dejando sus ojos en blanco encogiéndose del dolor al moverse tan solo un poco sobre el banco.

―Mala suerte para ti ―mencionó Christopher con total tranquilidad, volviendo a comer su cereal.

―Este es un tema del que no me gustaría hablar con mi hermano ―refutó ella.

―Que yo sepa tú no tienes hermanos. Yo te haría el amor y te haría disfrutarlo ―dijo Chris. Kenia se sacudió con asco haciendo gestos de que vomitaría inmediatamente al escucharlo. Sabía que lo hacía justamente para causarle repulsión, él no se atrevería a tocarla jamás y ella no dejaría que este la tocara nunca.

―Tienes razón, soy hija única. Pero ni en el más bajo de todos los sueños posibles en este planeta te daría un beso mío, mucho menos mi cuerpo entero. A nadie, mucho menos a ti, soy completamente de mi esposo ―dijo Kenia.

― ¿Y cómo resultó eso? ―preguntó mirándola con una ceja en alto; Kenia solo se irguió incomoda ante la cruel realidad― ¿Qué tal que te pida repetirlo esta noche?

―Dile a tus padres que hoy dormiré aquí ―respondió dándole la espalda, planeando bajarse del banco dónde estaba sentada.

―Él no lo hará, es obvio que cualquier muñeca inflable haría lo que tú esa noche ―remató Chris haciendo que ella perdiera el equilibrio ya de por si ausente en su cuerpo por el dolor de sus piernas; al fin cayendo de la banca al piso, dejando su rostro pintado en la cerámica. Christopher, por su parte, no pudo evitar reírse a carcajadas ante eso, lo disfrutaría… y bastante. No se molestó en ayudarla a dejar el suelo, al terminar de reír, la ignoró completamente mirando la pantalla de su celular.

Ella lo vio con el ceño fruncido, era de esperarse que él hiciera eso.

¿Por qué habría de ser diferente ahora?

Sin embargo, estaba demasiado adolorida como para dejar el piso ella sola, así que solo se resignó a quedarse acostada en el piso hasta que alguien más acudiera en su ayuda. De ser por Chris ella moriría sobre esa cerámica.

Por otro lado, Chris sonrió al mirar el nuevo correo electrónico que entró a su bandeja aquella mañana; era de Paola, nuevas fotos del hermoso campo que cuidaba junto con Jay y sus suegros.copy right hot novel pub

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