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Ópalo

Capítulo 8: Inciso F

Sonrió al enviar el mail con las fotografías que tomó el día anterior, ya pasaban de las diez de la mañana, Christopher no tardaría en despertarse y verlas. Quería mantener al tanto a su hermano de su nueva y maravillosa vida a la cual ya se había acoplado en tan solo una semana. Sabía que no permanecería allí mucho tiempo más, luego de que se casara con Jay tanto ella como toda la familia se marcharía al verdadero país de origen de sus suegros, el cual seguía siendo todo un misterio para ella. Carolyn le prometió que hablaría con Mark sobre darle algunos adelantos de lo que sería el futuro de su vida; no obstante, aquella información seguía sin llegarle aun; pero confiaba en que todo llegaría a su tiempo apropiado.

Acomodó su sombrero y tomó la canasta de las frutas que ya había vaciado en la despensa de la cocina. Ahora iría a segar flores para embellecer la casa a petición de Carolyn, ella lo haría gustosa; era simplemente hermoso estar entre plantas y mucho más si de hermosas flores se trataba.

Lo que si sabía era que aquel lugar le pertenecía a Aitor, era muy joven para tener a su cargo una propiedad tan grande; pero estaba segura que quizá los padres de Jay tenían que ver en ello, ya que se desenvolvían allí como si fuera de su propiedad, Aitor no impedía que ellos hicieran todo lo que quisieran y ellos no pedían permiso. Era de su conocimiento que no todas las medidas de Carolyn para con su casa le eran de total agrado a Aitor, como el orden, el aroma y los adornos femeninos; pero él se quedaba callado resignándose a aceptarlo todo sin queja.

El chico a veces resultaba algo fastidioso; pero después de varios días aprendió a lidiar con su presión, inclusive le recordaba mucho a Chris, y eso la hacía sentirse en casa; aunque no todo el tiempo estaba conforme con sus bromas.

Se dejó caer sentada en el suelo sin preocupación alguna, ya no le molestaba ensuciar sus trajes de granja, para eso eran, para trabajar y dejar que la mugre se impregnara a ella sin tener poner extremo cuidado mientras se trabajaba. Eligió las flores más bonitas tomándose el tiempo para admirarlas una a una.

La tierra de aquella propiedad estaba bendecida, era mágica, todo en ella se arraigaba, todo nacía, sus flores eran las más hermosas y sus verduras y frutas eran los más deliciosos; jamás fue testigo de algo como eso y ningún otro suelo tenía tanta prosperidad. Siempre se preguntaba qué era lo que hacía que fuera tan especial; pero todo lo que usaban allí para sembrar abonar y cultivar era común, lo que todos usaban.

Jay se acercó al jardín mirando a Paola sentada en el pasto y la tierra tomando las flores con delicadeza, dejando su tiempo de verlas y aspirar su dulce aroma.

Sonrió, desde que llegaron ella brillaba por luz propia, sus ojos se iluminaron como nunca antes y llevaba una sonrisa indefinida pegada en sus gestos.

¡Ella era feliz allí!

Eso lo hacía a él sentirse tan feliz como ella, siempre y cuando su futura princesa fuera feliz él también lo sería.

Con aquella luz su delgada figura lucía espectacular, de enagua ancha de flores, blusa color melón y botas cafés; además de un enorme sombrero que la protegía del sol. Sus largos rulos castaños se posaban en su espalda, algunos caían de sus hombros. A los ojos de Jay, ella parecía una hermosa flor en medio del jardín, la más linda de todas.

Dejó el saco de abono que cargaba a un lado de la entrada, abrió el portón e ingresó al jardín sin que Paola llegara a notarlo, Jay se inclinó a su lado quedando de rodillas en la tierra subió un poco su sombrero y la besó desprevenidamente. Eso hizo que el corazón de Paola saltara de la impresión; pero no se preocupó, reconocía ese calor, esos besos y ese aroma sin mucho esfuerzo. Luego de besarla Jay se separó un poco para mirarle el rostro, ella enseguida se sonrojó y sonrió.

―Hola hermosa doncella. ¿Podría robarla yo de su jardín? ―dijo Jay mirándola a los ojos, ella desvió su mirada con pudor, aun con el color que la había inundado.

―Ay Jay ―expresó ella con una tonta sonrisa en sus labios.

Él la estremecía con tanto amor que le hacía sentir que no lo merecía.

―Dejemos todo esto tirado por hoy. Tomémonos el día para pasarlo juntos, poner de cabeza el mundo por un rato ―propuso Jay.

Con todo lo que había que hacer en la granja ambos pasaban bastante ocupados; aunque fuera más por disposición propia que por deber. Siempre compartían las noches, ya la dicha de trabajar juntos en el día también. Pero habían dejado de verse como antes y simplemente pasar un rato el uno con el otro, sin hacer mucho más que hablar y tontear.

―Te aburriré, sabes que no soy muy amena ―respondió ella dejando unas últimas flores en el canasto para luego dejar el piso.

―Claro que lo eres. Encontraremos algo divertido para hacer, además, tenemos varias cosas pendientes que hablar y planear. ¿Recuerdas? ―dijo él mientras caminaba a su lado, la ayudó a cargar el canasto mientras se dirigían a casa.

―Es verdad, no hemos hablado sobre nuestro nuevo intento de casarnos ―dijo ella mientras le señalaba el lugar en el que Carolyn quería que le dejara las flores.copy right hot novel pub

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