Sin importar que la noche ya hubiera caído Adkins dejó su morral en la espalda y salió del territorio del palacio; se iría tal y como Kenia se lo pidió y quizá hasta volvería a su dimensión, a casa. Luego de que las puertas delanteras de la entrada del palacio se sellaran tras sus espaldas volteó a mirarlas sobre sus hombros y suspiró. Realmente pensó en que al fin había alcanzado a encontrar la última pieza faltante de su alma.
Recorrería el pueblo antes de volver a internarse en el bosque e ir hasta el reformatorio dónde recogería el resto de lo que necesitaba para regresar a su reino y olvidarse de aquella pequeña aventura que jamás debió emprender.
La euforia causada por la presencia de los jinetes y el horrible monstruo desconocido había pasado. Todo el en el centro de aquella muy pequeña aldea estaba en su lugar; aun siendo de noche la gente la recorría con tranquilidad como el cualquier pueblo. Eso le hacía recordar vívidamente a Kaleptahad.
Se sentó en un muro en una esquina de paso admirando mejor a los seres mágicos pasar de un lado a otro, hadas, sílfides, píxides, nomos, duendes, elfos, centauros, cíclopes, ninfas, basiliscos, musas, valquirias, troles, dragones, gumiho y faunos de todas formas y tamaños: hermosos, feos, alocados. Inclusive había un par de harpías ladronas siendo correteadas por las valquirias. Era sorprendente como todos ellos desarrollaban su vida como si fuera normal que su dimensión careciera de un sol o esperanza, ya se habían acostumbrado a vivir bajo aquellas tinieblas inexplicables. Ellos se conformaban en vivir en un pequeño oasis protegido por los poderes de Jackue que impedían que los seres mágicos horrendos y peligrosos invadieran y desolaran su pequeño reino.
Por otro lado, parecía que aún tenían tiempo para celebrar, la música llegó a oídos de Adkins. ¿Qué podrían estar celebrando?
Dejó su muro y siguió el sonido de la danza, los gritos, la música y la alegría.
¿Felicidad en medio de un mundo cayéndose a pedazos?
Cuando llegó al centro del jolgorio se apoyó en una columna no muy lejos de todo el escándalo. Mirando con cuidado lo que sucedía e intentando encontrar una explicación ante tanto escándalo.
Entre la gente acumulada pudo ver una chica vestida de blanco bailando con otro chico muy bien vestido, rodeado por niños y niñas pequeños que les lanzaban flores. Eso lo hizo rodar los ojos y suspirar con desesperanza. El amor realmente apestaba, no había motivos para alegrarse por ello. En aquel momento, no estaba de humor para presenciar lo que parecía ser una boda.
Le dio la espalda al escándalo y bufó sin saber que hacer ahora dejando caer su espalda contra la madera de la columna. Debía admitirlo, tenía el corazón partido; todo aquello lo hacía sentirse aún peor. Con solo una mirada a aquella pareja pudo imaginarse lo que alguna vez pudo ser su felicidad; pero no con cualquier persona, sino con Sinhué, su amada Banshee. Si, Kenia.
Una pequeña lágrima se escapó de su ojo y corrió su mejilla; necesitaba tanto un abrazo de su madre en aquel momento, que lo acogiera en sus brazos y le dijera que todo estaría bien... Entonces le fue claro que era hora de volver a casa.
Su pensamiento fue obstaculizado al ver una figura poco conocida a la distancia, si, era poco conocida, pero de interés: Adkins pudo ver al viejo duende de aquella tarde que le contaba la historia del príncipe perdido a los niños; caminaba con su bastón y unas bolsas de saco muy lentamente. Quizá iba camino a casa luego de comprar algo para la despensa, no habían podido terminar de hablar con él aquella tarde, pero definitivamente estaba muy interesado en saber los detalles faltantes antes de marcharse.
―Puedo ayudarle con eso. ―Dispuso Adkins al acercarse a él, tomó las bolsas del viejo duende para ayudarlo. Estaban algo pesadas para el pobre anciano―. ¿Va a casa?
―Si muchachito. Es por acá. ―Señaló él, indicándole el camino correcto por el cual debía seguirlo. Así lo hizo acompañándolo pacientemente hasta su casa, él le abrió las puertas con confianza y le dejó sus compras en la mesa del comedor mientras el señor encendía lámparas para alumbrar su hogar.
― ¿Me recuerda? Yo hablé con usted esta tarde ―dijo Adkins intentando hacer conversación con él.copy right hot novel pub