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Ópalo

Capítulo 9: Inciso F

Después de desayunar, terminó de prepararse para ver al rey, si, su abuelo.

Ató con fuerza los cordones de sus botines, acomodó el pañuelo en el cuello de su camisa, se peinó para finalizar coronando su cabeza.

Sus grandes ojos color violeta intenso se pegaron en el reflejo de su cabeza, en aquel aro que rodeaba su cabeza, la corona de su principado. No la usó por un largo tiempo y, con total sinceridad, empezaba a molestarle. Se apoyó de medio lado en su propio cuerpo: ¿Era posible que extrañara sus días de aventurero simulando no ser nadie especial, solo una persona más en el mundo?

Amaba su hogar, su identidad, su privilegio como primogénito y su herencia a futuro; no obstante, también llegó a amar la adrenalina que conllevaba estar a la intemperie, gozar al máximo del ambiente y tener una aventura diferente e inesperada cada día. Llegó a amar a Nahgsón en su oscuridad, en su luz sería inolvidable para todos sus sentidos, no por él, gracias a la oscuridad era totalmente libre en aquella tierra, no tenía que ocultarse del sol; pero si por sus habitantes, por la tierra, por la flora.

¿Era posible imaginarse ver el suelo de Nahgsón lleno de hierba verde y flores extrañas que solo su tierra podía germinar?

Si había seres mágicos que no eran conocidos en Kaleptahad, no dudaba que las plantas y los animales de la otra dimensión no se escaparan al hecho. Su deseo de salvar aquella tierra iba mucho más lejano de lo que se refería a proteger a su reino, Adkins ansiaba en sus adentros que aquella tierra fuera liberada, si, volviera a vivir y todos fueran felices de nuevo.

Dejó su habitación y se adentró en el pasillo, alejándose de las ventanas, lo suficiente como para que el sol no atacara su piel; aun así, disfrutando con cada paso la vista desde allí, la luz del sol, la brisa, todos aquellos colores, su cabeza ya se estaba empezando a acostumbrar al gris exagerado de la otra dimensión.

¡Cómo hubiera deseado que su Banshee viera lo hermoso que era su reino!

Estaba seguro de que su dulce chica estaría encantada con todo aquello.

¿Le vería pronto? ¿Qué pasaría mientras estaba lejos de ella? ¿Qué estaría pensando sobre él en aquel momento?

Quería tanto poder hablar con ella, comunicarle que todo había sido un malentendido y disculparse por haberla dejado, también explicarle por qué tenía que cruzar de regreso a su reino o, simplemente, hablar con ella.

― ¡Adkins! ―gritó una pequeña niña a lo lejos del pasillo, era su prima segunda de sangre, Jorim, la nena corrió hacía él y saltó a sus brazos.

Adkins la apañó, dejándola sentada sobre su brazo izquierdo.

― ¿Cómo está la más hermosa duende de todas? ―preguntó él besando su mejilla.

Era dulce, sus cabellos eran rosas y cafés, ella también tenía dos naturalezas diferentes, igual a él.

Había heredado los ambos poderes de sus padres, era un duende curandero de parte de su padre y un oráculo por parte de su madre.

―Supe que regresarías, te vi caer del portal por la noche ―dijo ella.

Jorim no se refería a ser testigo de su entrada a Kaleptahad, se refería a que tuvo una visión de oráculo que le mostró que regresaría. Eso le dio una idea a Adkins, podía saber de Sinhué con solo preguntárselo a Jorim.

La duda era: ¿Su poder podía verla, aunque estuviera en otra dimensión?

―Nena… ¿Podrías ver algo por mí? ―preguntó Adkins, no quería abusar de los poderes de su prima, pero si quería saber de su Banshee.

―Mami dice que no debo usar mis poderes sin su supervisión ―respondió ella, eso le recordaba lo controladora que era Hebe, la madre de Jorim.

Si se daba cuenta que utilizó a la niña para ver algo, seguro lo haría pagar por ello.

―Solo quiero saber si alguna vez podremos estar juntos de nuevo ―dijo Adkins, siendo resumido, aun así, ella podía ver la respuesta sin muchos detalles.

Los ojos de Jorim brillaron, siendo evidente para Adkins que ya su poder se había manifestado.

Ella cubrió su boca con sus manos en puños y rió de manera coqueta e incluso sus mejillas se colorearon de pudor.

―Ella es linda ―dijo de manera risueña mirándolo a los ojos, aun con una mano en su boca.

―Lo sé, tienes mucha razón. ―Besó su frente y la dejó en el suelo―. No le digas a mamá que te hice ver algo.

―Será nuestro secreto ―aseguró ella, tocando la punta de la nariz de Adkins para luego seguir caminando, dando saltos y volteretas, como cualquier niña de cinco años, resumiendo a una edad humana.

Adkins se irguió, dando media vuelta para seguir con su camino; sin embargo, casi choca con un individuo de pronta aparición en el pasillo.

Eso lo hizo saltar del susto, algo que no era muy común en él.

―Sí, ¡aun lo tengo! ―dijo ella a manera de victoria, haciéndole obvio a Adkins que lo hizo a propósito.

―Por lo visto nada cambió durante mi ausencia, casi me matas Anteia. Eso me lleva a… ¿Qué haces aquí? ―preguntó, aun intentando superar el hecho de que casi se le sale el corazón del pecho.

―Oceana no puede venir. Tú abuela convocó a una reunión de emergencia y yo vengo en su lugar. Eso obtienes por ser la hija menor, terminas siendo la mandadera. ¿Tienes idea de que es lo que sucede? ―respondió ella.

Anteia era la segunda hija de rey del mar, Neptuno, su reino rodeaba Kaleptahad; era la descripción gráfica de un pez fuera del agua, o en términos más conocidos: una sirena.copy right hot novel pub

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