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Ópalo

Capítulo 10: Inciso B

Luego de que los doctores le dieran el alta en la clínica fue trasladado a la comisaría; en aquella camioneta de reos se sentía como un animal enjaulado, es más, con lo furioso que estaba, él mismo se hubiera encerrado a sí mismo.

Tuvo la desafortunada molestia de ser recibido por los periodistas locales: cegándolo con las luces de sus cámaras inmediatamente cuando bajó de la perrera. Los miró con repugnancia y desprecio; era irónico, antes hacía todo lo que podía por llamar la atención de los medios e intentar salir en todas y cada una de las ediciones de los diarios y la televisora.

¿Por qué resultaba ser diferente ahora?

Quizá, era porque había pasado de ser un chico millonario, codiciado pez gordo de la sociedad a un inmundo criminal acusado de un acto terrorista grave.

Se dejó llevar por los oficiales de policía hasta dentro de la comisaría sin decir una palabra a aquellos reporteros amarillistas que lo acosaban. Uno de los que lo resguardaba lo empujó bruscamente dentro de una de las celdas, prácticamente tirándolo al suelo sin consideración o medir su fuerza. Cómo un león hambriento, se enfrentó al oficial, queriendo molerlo a golpes sin parar. Este solo sonrió cínicamente tocando su arma de fuego que llevaba en la cadera en su funda. Si lo atacaba, tenía permiso de sobra para dispararle y no dudaría en hacerlo. Puede que fuera querido fácilmente por muchos, pero eso también le había ganado enemigos, incluyendo aquel oficial.

―Andrew, te quedarás aquí hasta que el juez diga que hacer contigo. Intenta no armar ningún alboroto como esos que tienes por costumbre cada vez que vienes por aquí ―dijo otro de los oficiales, uno de los más viejos, Crosby.

―Todos sabemos en cómo terminará esto ―dijo el oficial Jordison, si, ese mismo que lo odiaba y prácticamente lo había hecho besar el suelo de un empujón.

Andy solo lo miró, asesinándolo en sus gestos. Crosby se encargó de quitarle las esposas una vez la celda estuvo cerrada el todo. Por lo general, en todos sus arrestos de disturbios para llamar la atención no duraba allí más de una hora. Lo máximo que había pasado en la cárcel era la semana posterior a la explosión.

Dio media vuelta encontrándose con compañía poco agradable, varios motociclistas del alboroto en el restaurante y uno que otro delincuente que no tenía nada que ver con ello. Se sentó en uno de los bancos que colgaba de la pared, apoyando su espalda en el muro para luego echar su cabeza hacia atrás mirando el cielo asqueroso de aquel lugar.

¿Por cuánto más tendría que soportar estar allí?

Siempre había sido un hombre libre, en todo y cada uno de los aspectos de su vida, sus padres le habían dado la libertad total y completa de hacer lo que quisiera cuando quisiera y obtener todo lo que deseaba. Pero a la vista de todos a su alrededor era obvio que para él no había sido suficiente tenerlo todo servido en bandeja de oro. Algo lo exasperaba, lo enojaba, era lo que lo tenía allí. Para muestra un botón era la razón por la que había hecho volar la mitad del muelle.

¿Qué era lo que el niño mimado no había logrado conseguir? ¿Qué era eso que lo había hecho perder la razón al punto de esta locura descontrolada y furia desmedida por la que se manejaba ahora?

―Debo admitir que no pensé que fuera posible verte aquí de nuevo. ¿Esta vez que hiciste? ¿Mataste al presidente? ―preguntó uno de los sujetos en la celda.

Andy enderezó su cabeza, sabiendo bien que se dirigían a él.

―No les importa ―respondió él.

―Miren eso, la niña se la da de valiente ―dijo otro de los que compartían la celda con él.

―Deberías tener más cuidado en cómo te diriges a nosotros, mariquita. ―Impuso el de ellos que había hecho la primera pregunta; levantándose de su asiento para acercarse a él― ¿Quién te dio esos escrúpulos nenita? ¿Qué fue lo que no te dieron papi y mami para que estés tan enojado? ―finalizó, tomándolo de su ya de todos modos camiseta manchada y rasgada, forzándolo a dejar su espacio en la banca.

―Si se atreven a tocarme, jamás saldrán de una celda―dijo Andy intentando intimidar a aquellos sujetos con el poder de su familia y contactos privilegiados.

Cuando eso llegó a oídos de todos aquellos a su alrededor, empezaron a carcajearse, la mayoría eran criminales acostumbrados al sistema. Esos a los que ya nada les impediría darle una paliza, porque nada les importaba a aquellas alturas; sin contar que serían lo suficientemente astutos cómo para escapar de los cargos e inculparlo de todo valiéndose de su ya bien ganada fama.

―Desde que calcinó la mitad de los yates de la ciudad se cree un criminal respetado, no tienes más que un falso poder ―comentó otro de los reclusos al final de la celda.

―Aun no soy culpable ―objetó Andy.

― ¿A quién crees que engañas Andrew? Todos sabemos que fuiste tú, la mayoría estamos seguros de que los Kóma comprarán tu sentencia; cómo siempre lo hacen con la mayoría de sus socios.

―Esa familia y la tuya son los que han hecho de esta isla una porquería, incluyendo la de tu esposa; no son más que nazis camuflados ―dijo aquel que lo tenía asido de la camiseta, tomándolo con más fuerza.

―Será mejor que vuelvas a salir de nuestra Isla, de lo contrario nos encargaremos de deshacernos de ti.copy right hot novel pub

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