Se hallaba llevando pacas de heno hacia los establos, para ese momento estaba completamente sudado; amarró su camiseta a la cintura, dejando que el sol diera directamente a su cuerpo. Luego de acomodarlo todo a un lado de los corrales, se dedicó a dejarle alimento a los caballos, además de revisarlos un poco; quizá cepillarles ligeramente el cabello. Eran animales muy nobles a los que simplemente era imposible no amar.
Al terminar, barrió un poco el pasaje. Le encantaba el trabajo, esa finca era algo que definitivamente extrañaría al volver a casa y sabía que Paola también lo echaría de menos. En su país también tenían cosas como aquellas; pero tendrían tantas cosas en la cabeza al regresar que no podrían tomarse el tiempo para pasarlo de esa forma.
Suspiró, faltaba muy poco, en un abrir y cerrar de ojos sería el rey de un enorme pueblo; muy en el fondo sabía que eso los separaría, eso hacía que la demora del viaje no fuera una molestia para él. En la granja podían trabajar juntos, disfrutar del descanso por la tarde y tener tiempo de calidad como pareja por las noches. Amaba tanto su presente que no quería un futuro diferente. Sin embargo, se hallaba totalmente fuera de su voluntad, debía cumplir con sus tediosos deberes de príncipe.
Tomó el rastrillo y goleó una de las pacas de heno, una y otra vez con enojo, odiaba tener que volver, odiaba tener que gobernar, odiaba no poder tener una vida simple junto a la mujer que amaba.
― ¿Tan malo fue el sexo? ―preguntó Aitor al llegar a su lado y bajarse del caballo en el que estaba montado.
Jay lo miró confundido, ¿acaso él dijo qué...?
― ¿De qué estás hablando? ―preguntó mirándolo seriamente.
―De eso que tú y tu mujer hicieron ayer por la tarde. A como le das golpes al heno, no debió de haberte gustado. Por otra parte, me sorprende que ambos estén trabajando, para ser su primera vez están muy normales ―respondió mientras llevaba a su caballo a uno de los cubículos.
―No es que te interese, pero para tú información: estuvo bien, muy bien diría yo; por lo menos para mí. ¿Se puede saber cómo demonios lo sabes? ―preguntó, no le extrañaba el que Aitor saliera con aquel tipo de cosas, él era un especialista en ello.
―Ustedes no suelen dormir por la tarde; sentí cuando soportaban el sueño; para estar tan relajados a esa hora del día era que algo pasó. No le hallé otra razón mejor.
―Deja de usar tus poderes para saber cosas que no tienes que saber ―impuso Jay señalándolo.
― ¿Poderes? ¿De qué poderes están hablando? ―preguntó Paola, apareciendo de pronto en los establos.
Jay y Aitor se miraron el uno al otro, encontrándose en aprietos; no estaban autorizados para hablar de eso aún.
―El poder de ser el dueño de la hacienda; que, si más no recuerdo, fue un convenio con mis padres ―dijo Jay mirándolo fijamente, simulando que de eso se trataba lo que hablaban.
―Yo soy el dueño del mundo ―dijo y le guiñó un ojo a Paola.
Jay enseguida lo pateó, sería el dueño del mundo, pero aquella mujer definitivamente era suya; fue en defensa de lo suyo, pero más cómo una broma de amigos.
― ¡Atrévete a hacerlo de nuevo! ―amenazó Jay.
Paola solo rió al verlo ponerse en guardia con los puños alzados a la altura de su pecho. Era más un espectáculo que una pelea creíble.copy right hot novel pub