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Ópalo

Capítulo 10: Inciso G

Pasó la lija una y otra vez por la hoja de su espada, afilándola. Tenía un palillo de dientes en su boca mientras lo hacía, meneándolo de un lado a otro conforme movía su mano por la espada, yendo y viniendo una y otra vez, esperando que quedara lo más filosa posible. Tenía una de sus piernas sobre una piedra a manera de apoyo para inclinarse y volver a erguirse con facilidad. Llevaba su cabello de múltiples colores trenzado con algas de su hogar; para ser una sirena ella tenía muy buenas piernas, apetecibles para el ojo de cualquier hombre; combinaban muy bien con su cintura y medidas de cadera, dejando abandonado quizá un poco aquellos pechos de tamaño normal. Tenía ojos veteados, tanto como su cabello; azul, verde, morado con destellos llameantes color rosa. Ella, si, ella, era una anormalidad para su especie, un experimento, un serio pensamiento de...

¿Dónde salió ella?

No solo era su naturaleza, era su poder, podía hacer llover sobre la cabeza de todos manteniéndose seca en su lugar. Tenía el fuego a su poder, el agua, el viento; ellos harían cualquier cosa que ella así quisiera. No era la más poderosa, pero era lo suficiente como para imponer su terror deseado sobre quienes convenía.

Su corazón latía como el de cualquier persona; sin embargo, el suyo se hallaba contaminado, no solo con la anormalidad que poseía, si no con su propio espíritu. Una especie terrícola caminando por el espacio en una dimensión alterna y verdadera de su procedencia original. No sabía cómo llegó allí; pero aparte de ello, lo sabía todo. Quizá no todo cómo a ella le hubiera gustado.

Empuñó su espada y con una mirada al cielo, hizo que una fuerte lluvia y tormenta se cerrara sobre su cabeza protegiendo de aquella forma su escondite de los curiosos seres mágicos que habitaban su dimensión.

Cerró la puerta tras entrar, caminó hasta la cocina y tomó un vaso sucio llenándolo de agua turbia y contaminada, pasándolo de la fuente al vaso solo con una seña. El agua le obedecería siempre que ella lo mandara. También alargó su mano a la distancia en dirección a la chimenea, avivando el fuego sin necesidad de atizar o soplar, esta también le obedecía cómo si fuese su dueña y señora, casi cómo una mascota encantada de su amo.

Tomó un pan rancio, colocándolo en una sucia platina de metal, lo que llevaba parecía ser dirigido a alimentar a un animal. No obstante, la persona que lo esperaba era mucho más humana que ella.

Bajó hasta lo profundo de su cueva, tirando la puerta del calabozo al entrar.

La chica atada y encadenada al piso tosió ante la molestia del polvo que la acción de esa mujer provocó, haciéndola comer tierra por enésima vez.

La chica de cabello multicolor y anormales poderes se inclinó dejando el asqueroso bocadillo en el suelo. Aun con el hambre que le atacaba a su prisionera, no dejaba de parecerle repúgnate. No lo comería, aun soportaría un par de días más sin comer o beber, estaba segura de que sobreviviría mucho más tiempo sin ello que tomándolo, arriesgándose a enfermarse e intoxicarse con su alimento, produciendo su muerte en un abrir y cerrar de ojos.

Su secuestradora se alejó de ella unos metros, inclinándose en el suelo, mirándola fijamente por varios largos e incómodos minutos.copy right hot novel pub

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