Sus manos recorrieron la piel de aquel hombre que se hallaba a su lado; amaba como se sentía tocarlo, le encantaba el blanco color de su piel e incluso el aroma que expedía por sus poros, aunque este fuera desagradable para el resto del mundo. Aquel aroma estaba notablemente reducido, debía ser por el cuerno medicinal que colgaba del pecho de su amado, su amante. Durante su ausencia, ella aprendió cosas (como cómo lucía un cuerno medicinal era una de esas cosas). Amaba llenarse de ese olor también, le recordaba que él estaba a su lado.
Alzó su mirada, encontrando sus ojos. Él sonrió de manera coqueta y ella se sonrojó. No lo entendía.
¿Por qué estaba sonrojada?
Era obvio que a Adkins no le quedaba nada más que ver de ella, que la viera desnuda y la tocara cómo si fuera el dueño de su cuerpo no le causaba pudor.
¿Por qué una simple sonrisa podía calentar sus mejillas?
Sinhué desvió la mirada, no quería que él supiera que estaba apenada; aunque para él ya había sido obvio pues sus mejillas estaban rosadas mucho más que por el calor de hacer el amor, o por maquillaje.
Adkins sonrió nuevamente, esta vez para sí solo. No se dijeron mucho desde que llegó y la única oración completa que habían llegado a decir era: “Te amo”. El resto fueron palabras entre gemidos sin estar acompañadas.
Colocó su índice debajo de su barbilla levantando su rostro, posicionando sus labios sobre los de ella. Sinhué abrió la boca para dejarlo entrar con toda libertad en un beso lento, pero, aun así, muy sexy. Besarlo de aquella manera era como lamer una manzana verde mientras la mordía: simplemente delicioso. Todo aquello era mucho mejor de lo que recordaba, había imaginado ese momento muchas veces, pero no alcanzó a llegar a ser tan satisfactorio. Se hundió debajo del cuerpo de Adkins, tomando sus mejillas, sin dejar de besarlo.
¡¿Enserio podría no querer jamás dejar de hacerlo?!
Ansiaba besarlo por siempre, deseaba entregarse a él cada minuto.
―Ya ni recuerdo el motivo por el que regresé ―dijo Adkins y ambos rieron.
No podían creer que hasta aquel momento esa era la conversación más larga que habían venido.
―Si. Por qué no es posible que hayas venido hasta acá solo para hacerme el amor hasta desfallecer ―dijo ella con una voz quieta, suave cómo terciopelo, provocadora en cada letra.
―Si me hablas de esa forma, quizá no recuerde nunca lo que debía hacer.
―Sé que es algo importante, de lo contrario no me importaría ―dijo tomándolo de la barbilla para volver a besarle, esta vez, algo corto.
―Cierto, debo salvar nuestras dimensiones mágicas ―dijo cerrando los ojos, casi como si lo que dijo no fuera tan importante como estar al lado de su Banshee.
―Explícate ―dijo ella irguiéndose de su lecho para sentarse en la cama, llevando consigo un poco de la cobija para cubrir su desnudez.
―Resulta que, si Ópalo y su desaparecido esposo no suben al poder de Nahgsón, la fuerte mágica dejará de funcionar, lo que llevará a que todos nuestros poderes y naturalezas se extingan, nos volvamos humanos y envejezcamos a un ritmo sin precedentes hasta volvernos polvo; por lo tanto, tú y yo, como miles de seres mágicos moriremos…
―Espera…. ¿Paola tiene esposo? ―preguntó Sinhué, interrumpiéndolo.
―Y un hijo varón ―agregó.
― ¡Qué demonios! ―expresó sorprendida.
―Ella no es la princesa, su esposo lo era. Él desapareció y a ella la encantaron para que no recordara nada, así no se pudiera volver a enamorar y llevara otro hombre con ella al poder. Los reyes están empecinados en que sólo su hijo debe subir al trono, con Ópalo. Pero nadie sabe si él está vivo aun o no. Mientras tanto, Nahgsón y Kaleptahad agonizan, hay que detenerlo antes de que sea demasiado tarde.
― ¿Cuánto tiempo nos queda? ―preguntó ella preocupada.
―No lo sé. Pero con solo mirar allá fuera, se nota que es poco. ―Señaló la ventana.
―Hablando de tiempo, hay algo que debo hacer ―dijo ella bajando de la cama, tomó la bata que llevaba puesta antes y se colocó. Fue hasta el otro lado de la habitación tomando un pote blanco. Quitando la tapa de rosca y vertiendo en su mano un polvo blanco, brillante.
Intentó dar un paso y regresar al lado de Adkins en la cama. Pero en ese momento sombras se reflejaron en la ventana, entones retrocedió un paso.
― ¿Tu sabes por qué hay dos chicas en mi ventana? ―preguntó Sinhué señalándolas.
Adkins se bajó de la cama, tomando una de las cobijas para cubrirse y entonces las vio.
―Se me olvidaba, ahora que soy rey de Kaleptahad, me dieron dos esposas; tuve que traerlas, ya sabes, estamos de luna de miel ―dijo y la miró a los ojos, arqueando una de sus cejas. Sinhué solo cruzó los brazos, mirándolo de la misma manera, con una ceja en alto.
―Muy gracioso ―dijo ella.copy right hot novel pub