― ¡Esto no puede ser enserio! ―expresó Kytzia al abrir al fin la puerta correcta, la habitación de Sinhué.
Había un sillón a la mitad del salón, en este sillón Adkins y Sinhué estaban besuqueándose sin control; por la manera en la que se movían juntos, quizá ellos estaban haciendo algo más. Ante la entrada de Kytzia cerrando la puerta con fuerza detrás de ella. Sinhué perdió el equilibrio y cayó de lado en el sillón. Por un momento pensó que era Jackue que los había atrapado, luego pensó en Ópalo cuando escuchó su voz de chica―. No han pasado ni diez minutos desde que nos separamos. Además, ¿con la puerta abierta? ¿enserio? ―dijo a manera de regaño, indignación y un poco de sorpresa.
Adkins y Sinhué solamente se miraron, sin dar objeción.
Ella tenía razón, se pusieron en peligro, Sinhué olvidó por completo que la puerta estaba abierta.
― ¿Qué sucedió con Jackue? ―preguntó Sinhué intentando no hablar más de lo sucedido.
―Ópalo, eso pasó.
― ¿Cómo está ella? ―preguntó Adkins, no se molestó en preguntar por Paola desde que llegó. No importa lo que ella fuera, era su amiga, además, no la culpaba del todo sobre las cosas que había hecho, ella estaba hechizada, no era en realidad la verdadera Paola.
―Grosera, cruel, odiosa, lo típico de Ópalo ―respondió su novia.
―Desearía saber que sucede con ella y arreglarlo, quizá cuando sea ella misma pueda ayudarnos a entender lo que sucedió en el pasado, lo que llevó al mundo mágico a agonizar. Ella es sólo una víctima más en todo esto ―se lamentó él.
Sinhué suspiró, dejando caer su espalda del todo en el sillón.
―Ella mencionó que tenían un arreglo: ella le daba a Sinhué como prometida a Jackue y cuando ustedes se casaran él le pagaría a Ópalo con la verdad; diciéndole cómo podría recuperar sus recuerdos y pensamientos ―dijo Kytzia con respecto a lo que escuchó tras la pared.
―Pero eso no sucedió. ¿O sí? ―preguntó Adkins mirando a Sinhué.
Hasta aquel momento no se molestó en preguntarle si sucedió algo entre ellos en todos los meses que estuvieron separados.
―Las leyes de Nahgsón dictan que un matrimonio se consuma cuando la joven virgen se entrega al hombre prometido bajo el techo de la casa del hombre. No, yo no dormí con Jackue, no pasó nada entre nosotros ―respondió ella mirándolo a los ojos.
Podía leer que ella no le estaba mintiendo, no creyó nunca siquiera en la posibilidad de que eso sucediera, pero la simple pregunta flotó en el aire.
―Es verdad, escuché a Jackue quejarse de que el gesto más cercano que habían tenido era un beso en la mejilla. Ópalo le dijo que te obligara a acostarse con él o que te matara, pero que si era tan cobarde cómo para no hacer ninguna de las dos cosas que se acostumbrara y consiguiera concubinas ―detalló Kytzia―. ¿Él sería capaz de violarte o matarte por eso?
―La verdad, no sé de lo que él sería capaz ―dijo Sinhué con los ojos tristes mientras se sentaba.
A pesar de no estar interesada en él deseaba que su corazón fuera bueno, quería que él fuera bueno, lo apreciaba a pesar de las cosas.
Adkins dejó sus dedos, índice y de corazón, debajo de la quijada de Sinhué, dirigiendo su cabeza para que lo mirara. Además de leer que ella apreciaba a Jackue entendía que sentía lo mismo que él con respecto a Ópalo: deseaban que fueran personas puras de bajo de un disfraz de maldad.
―Lo siento, debe de ser molesto verme pensar en esto luego de lo que nos hizo… ―se disculpó Sinhué bajando la mirada sentía que podía molestarle a Adkins, su mirada seria sobre su rostro no le ayudaba.
―Ustedes eran vírgenes, se entregaron el uno al otro bajo el techo de la que era su casa. ―interrumpió Kytzia―. ¿Significa eso que consumaron un matrimonio? ―preguntó.
Sinhué abrió los ojos en grande olvidándose de lo que sentía en aquel momento para volver a mirar a Adkins directo a los ojos; este no lo entendió por un momento, pero en cuanto su mente se conectó con la de Sinhué abrió los ojos de la misma manera.
― ¿Eres mi esposa? ―preguntó Adkins a manera de conclusión más que de indagación.
―Lo olvidé por completo ―dijo ella sin dejar de mirarlo.
― ¡Los declaro marido y mujer! ―dijo Kytzia, señalándolos exageradamente con las palmas abiertas hacía arriba.
―Soy tu esposa. ―Rió Sinhué, quizá no en Kaleptahad, pero en esa dimensión eran técnicamente esposos.
Dejó sus manos en la boca al dejar de reír. Quería pellizcarse, era un sueño ridículo de esos que tenía despierta cuando miraba fuera de la ventana de la habitación de Ópalo en el reformatorio de huérfanos, siempre soñando que era la esposa del guapo chico que se asomaba por la puerta del sótano cada vez que escapaba detrás de Ópalo, el que luego se les uniría en las aventuras fuera del reformatorio.
Cuando él puso sus labios sobre los de ella salió de su concentración y entendió que no era un sueño más de los que tanto formaba en su imaginación.
Ese hombre era suyo, era suyo, él… era… suyo.
Tomó su cuello besándolo con los ojos cerrados. Kytzia cruzó sus brazos aun sin moverse de dónde estaba parada desde que entró.
Luego de esperar un par de minutos, no se detuvieron.
¡Esto era tedioso!
A veces Anteia tenía razón.
Arrastró su garganta con fuerza, le dio algo de tos cuando ellos no se detuvieron de todos modos, lo que hizo que escapara de ahogarse. Al fin llamando la atención de aquella pareja enlunada.
―Una pregunta ―dijo a medias entre la tos―.copy right hot novel pub