Para aquella altura en su viaje por carretera estaba en Regina, un pueblo de Saskatchewan, Canadá. Mientras conducía la motocicleta intentaba encontrar una señal de algún lugar de motociclistas en el cual pudiera parar para comer algo; su estómago ya rugía de forma voraz, no se alimentó realmente desde ya hacía unas doce horas, tenía hambre, mucha hambre.
Luego de treinta minutos de viaje y algo de desesperación incitada por su estómago, logró ver una casona a lo lejos, estaba llena de motos pandilleras en todo su rededor tal y cómo la suya, aunque no era suya, en realidad la había escondido en un barco carguero para transportarla hasta su primer destino en Canadá. Si, era la motocicleta de Chris. No le molestaría el préstamo, al menos no luego de que huyó de la isla y la dejó abandonada, si lo de abandonado implicaba la cochera de su casa.
Estacionó su motocicleta a un lado del local intentando dejarla fuera del camino de las demás motos pandilleras, los demás motociclistas no se admiraban por ser cuidadosos y muchos menos condescendiente con las pertenencias de los demás e incluso con la vida de los demás.
Quitó su casco y lo guardó, luego de ello caminó hasta dentro del lugar. Como era común todos volteaban a ver quién era el que entraba por la puerta. No era el medio oeste, pero parecía serlo, incluso estaba seguro de que sus costumbres sobrevivieron en los pandilleros.
Se acercó a la barra e hizo su pedido, esperó allí de pie hasta que le trajeron su ansiado alimento. Una hamburguesa de carne a término medio, un pedazo bastante generoso. Pidió otro trago de whisky antes de alejarse, lo tomó y caminó hasta uno de los bancos que daban a una ventana que hacía que el frente del establecimiento fuera claro, aunque las ventanas estaban algo mugrosas. Estaba casi seguro de que esa limpieza era la misma que en la cocina, quien sabe cuántos gérmenes se comería en aquel pedazo de carne; no obstante, para aquel momento, ya no le importaba.
Al sentarse chocó los puños con fuerza con uno de los motociclistas que estaba sentado a su lado; no se conocían, pero siempre era así en todos los lugares a los que iba; aunque no todos lo hacían, por eso intentaba esperar a la reacción de los que lo rodeaban antes de sacar conclusiones y meterse en un gran aprieto que podría acabar con un gran estruendo y alboroto de motociclistas furiosos y fuertes peleando con su contextura física, era cómo el palillo de dientes para un motociclista normal. No tardaría en salir volando por la ventana con toda la mitad de sus huesos fracturados.
Aun le faltaba un cuarto de su hamburguesa por terminar, pero ya estaba lleno, así que optó por dejar de lado en trozo faltante pensando en si era buena idea envolverlo en el celofán para tener un bocadillo para después. No sabía si encontraría otro lugar para comer más allá del camino, habría restaurantes comunes, pero a muy pocos lo dejarían entrar por su apariencia. Además, no quería llamar la atención. Entre los motociclistas solo era uno más; entre las personas era un busca pleitos que se veía cómo un delincuente peligroso. Llamarían a la policía, quienes no tardarían en llegar a pedirle amablemente “que dejara el lugar”; no era que le importara, sino que sabía que tarde o temprano la ley empezaría a implementar la búsqueda para el terrorista de la explosión de una marina en Alaska; entre otros crímenes recién descubiertos sobre su complicidad con estafas, en algunas la evidencia fue plantada; en las otras tenía alta culpabilidad. No le era fácil aceptar el hecho de que él era un criminal prófugo buscado por la justicia.
Se dio media vuelta en el banco dejando su espalda en la repisa dónde colocaban sus alimentos mientras comían. Tiró su cabeza hacía atrás llevando los dedos a su cabello y pensando un poco en…
¿Cómo había llegado tan lejos? ¿Qué era lo que lo había hecho actuar de tales maneras que ahora debía huir antes de ser sentenciado a vivir eternamente en la cárcel?
Al final de todos sus pensamientos recordaba lo que giraba alrededor de todo, los Kóma, pero principalmente Paola.
Unos rugidos de motor exagerados retumbaron las ventanas y arrancaron sus pensamientos casi obligándolo a voltearse a mirar a través de la ventana en busca de quién era el responsable de tal escándalo capaz de ensordecer cualquier oído.
De pronto, por su periferia, pudo ver cómo los demás motociclistas en la sala se pusieron de pie y se acercaron a la puerta casi como si supieran que era y quisieran asegurarse de que no estaban locos. Incluso pudo sentir la respiración de una docena de personas cortarse siendo lenta y con temor.
¿Qué estaba pasando?
De la motocicleta que producía tal expectación bajó lo que su figura delataba cómo una chica. Quitó el casco de su cabeza e hizo volar su cabello color negro recién teñido, sabía lo que era un cabello retocado por tinte, él se negó a ser rubio en su adolescencia.
Abrió la cremallera de su chaqueta de cuero mostrando un abdomen formado y desnudo, llevaba un sostén con tachas y adornos de metal de calaveras y otras cosas, era lo único que llevaba de bajo de su chaqueta, la cual escondía una figura despampanante. No contaba con pantalones de cuero largos, solo con un pantaloncillo y mayas de red, con botas negras y de punta de metal que se extendían casi hasta tocar sus rodillas.
¿Era posible que le temieran a una chica?
Se quitó los lentes para mirarla mejor fijando sus ojos en cada centímetro de su cuerpo bendecido.
Vaya que en ella había bastante para admirar.
―No chico bonito, conozco ese gesto; no creas que esos ojos azules pueden con ella ―dijo una mujer a su lado, ella era una motociclista también.
― ¿Quién es? ―preguntó Andy sin rodeos, levantando la quijada, mirando de soslayo a la mujer a su lado, prácticamente obligando a responder a su pregunta con la mirada.
Ella entendía el lenguaje gesticular de los chicos iniciados en el motociclismo salvaje; había estado durante años con ellos, era el trabajo de su vida. Sabía que él solo intentaba hacerse el fuerte en un ambiente de matar o morir.
―Hay muchos mitos sobre ella.copy right hot novel pub