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Ópalo

Capítulo 12: Inciso F

Andy bufó.

Estaba claramente indispuesto a quedarse en ese establo atado hasta que a alguna persona se le ocurriera volver.

Se arrastró por la paja esparcida mirando a su alrededor para encontrar algo con que cortar las sogas de sus manos.

¿Por qué se habían molestado en someterlo tanto? ¿Con qué propósito?

Se sintió en la carne de un gusano, retorciéndose para avanzar. Se daba pena a sí mismo.

Su cabeza chocó con la madera de una de las paredes, sus ojos enfocaron un filoso clavo torcido que entre salía de la madera. Lo miró escéptico, pero luego se resignó cuando entendió que era eso o nada. Levantó sus manos sobre su cabeza y enganchó las sogas contra el clavo, yendo y viniendo contra el filo intentando violar las hebras de las cuerdas.

Estuvo allí casi por una hora, estaba empezando a pensar que era inútil, pero se negó a darse por vencido. Aun así, se desplomó por un rato, estaba agotado y sus manos estaban acalambradas por la falta de sangre que no fluía libremente. Movió sus manos mientras las tenía descansando en su abdomen buscando alguna señal de que las sogas se hubieran aflojado. Estaban algo lastimadas; pero no lo suficiente para liberarlo.

Tuvo un arranque de furia instantáneo, a aquel ritmo se liberaría en un año. Golpeó la paca de heno a su lado repetidas veces, maldiciendo por lo bajo, apretando sus dientes y ofendiendo el mundo entero.

Nuevamente cuando se agotó se limitó a recostarse en el heno, mirando los caballos verlo cómo un bocadillo. Aunque quizá se debía a que estaba sentado sobre su comida. Por un momento deseo que los caballos comieran sogas, de eso modo tendría una manera de escapar, al menos una esperanza.

Vaciló, revisando su entorno por una milésima vez. Tenía que haber algo que no vio, algo que lo ayudara.

Después de un momento su retardado foco del cerebro se encendió: La pala.

¡¿Cómo podía ser tan idiota para no tener esa idea antes?!

Hizo rugir su garganta odiándose a sí mismo.

Después de ese momento de odio interior por su estúpido cerebro volvió a arrastrarse por el piso. Tomó la pala con sus dedos y la acomodó contra su cuerpo para tener agarre y así poder pasar las sogas por el filo de la pala con firmeza. Le tomó algo de tiempo y paciencia, que no tenía, lograrlo. Exhaló con fuerza cuando lo logró, entonces puso sus manos en la soga de los pies y al fin la desató. Hasta aquel momento en su vida esa era la broma más pesada que se habían atrevido a jugarle.

El alivio que sintió al estar sobre sus pies y estirarse fue incomparable. Ser un gusano humano no fue necesariamente divertido, mucho menos cómodo.

Antes de salir del establo se detuvo un momento en la puerta y ojeó las afueras. No quería ser visto, mucho menos si de encontrarse a Jay o a Christopher se trataba. En cuando a Aitor, podía intimidarlo y hacerlo caer en coma en un abrir y cerrar de ojos; pero al menos no tenía nada personal contra él.

Cuando se aseguró de no ser visto corrió en dirección al campo, hacia las vides de uvas. Era un buen lugar para ocultarse y escabullirse sin ser visto. Sin embargo, a medio camino de llegar a la carretera unos apresurados pasos cercanos lo hicieron derrapar y congelarse tras una frondosa vid. Echó un ojo entre las ramillas y vio a Jay caminando rápidamente cómo si intentara dejar algo atrás.

¿O si acaso lo estaba persiguiendo?

― ¡Detente! ―gritó una desafortunada voz conocida que se apresuraba a alcanzarlo por el mismo camino.

Jay pareció no estar dispuesto a acatar aquella petición.

Andy vio cómo ella se detuvo a una cierta distancia, extendió su mano al cielo y luego en dirección a Jay.copy right hot novel pub

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